Las elecciones del pasado 27 de octubre fueron un termómetro para medir el panorama político del país bajo el gobierno del presidente Duque. Un presidente que se eligió en representación de los sectores más retardatarios de la política y los gremios económicos. El éxito del doctor Duque con una votación importante, prometía catapultar a su partido a un puesto de preferencia, ya que su triunfo estuvo acompañado por la elección de un número significativo de legisladores, algunos, militantes de su partido, otros, oportunistas de carrera que vieron en una alianza con el nuevo poder dominante un aliciente para mantenerse en la cresta de la ola, después de todo, la política, como bien dicen, es dinámica.
A pesar de ello, la promesa se diluyó no bien el doctor Duque se juramentó como presidente de Colombia, porque muy rápido puso murallas donde debía construir puentes que le ayudaran a llevar a buen término su proyecto de gobierno. Esto, claro, si tuviera uno porque otra característica de su corta trayectoria ha sido el alto grado de inoperancia e ineptitud que ha demostrado hasta ahora en el ejercicio de sus funciones. Esto ha llevado a que el país se encuentre desarticulado, aturdido por el incremento de la violencia - no podemos dejar de lado, que esta ha sido la campaña política más violenta de los últimos años, siete candidatos asesinados, ochenta y ocho amenazados y más de trecientos líderes comunales y sociales violentados -. Así mismo, el país se encuentra sumido en la incertidumbre ante el paquete de reformas a la justicia, al fisco, a las pensiones, a la política, que el gobierno no ha podido gestionar debido al quiebre que hay entre la casa de Nariño y el Congreso.
La torpeza política del presidente Duque, más la posición prepotente e inepta, cuando no irresponsable de su equipo de gobierno, le paso factura al partido de sus afectos en las pasadas elecciones, ya que vieron frustradas sus aspiraciones en varios territorios que en el reciente pasado habían demostrado ser sus fortines, el caso más claro es Antioquia cuna del líder más notorio del Centro Democrático, quien para evitar mayores rupturas el interior de su partido optó por asumir la responsabilidad del fracaso.
Por otra parte, la notoria votación que obtuvo Colombia Humana - UP en las elecciones presidenciales, tampoco se vio reflejada el domingo pasado. Si bien logró algunos resultados, estos se dieron por medio de alianzas, como sucedió con la gobernación de Magdalena o con las alcaldías de Villavicencio, Cali, Buenaventura, Guapi, Turbaco, Teorama, Codazzi y Santa Marta. Pero en Bogotá, donde había sido fuerte en el pasado, su controversial candidato, quedó relegado al tercer lugar. Es innegable que el apoyo a Morris, pese a las graves denuncias por maltrato de que es sujeto, afectó el voto de un sector importante que vio en el guiño a Morris una señal de machismo y misoginia que delata hipocresía por parte de un partido que en sus estatutos se la juega con ser progresista. Falta ver hasta qué punto este hecho va a continuar afectando a Colombia Humana – UP, porque no hay duda de que hay un sector creciente de la ciudadanía que se siente huérfana de propuestas políticas que las y los representen y que veían en el petrismo una esperanza.
Tanto uribismo como petrismo, se han desconectado de la gente,
y en esa brecha es donde surgen candidatos a quienes los electores
no identifican con el ambiente polarizado que ambos partidos representan
Así mismo, es claro que tanto uribismo, como petrismo, se han desconectado de la gente y sus necesidades, y es ahí, en esa brecha en la que surgen candidatos a quienes los electores no identifican con el ambiente polarizado que ambos partidos representan. Ahora bien, el auge de nuevos gobernantes, rotulados como independientes no garantiza que vayan a hacer bien su trabajo, porque finalmente dependen del consejo o la asamblea y sin el respaldo de un partido, se pueden encontrar nadando contra la marea.
A pesar de ello, resulta un fenómeno interesante, que muestra varias cosas, por una parte, que la forma de hacer política está cambiando, que los electores optan más por propuestas de candidatos que de partidos, que hay cansancio en el discurso tradicional basado en el miedo, que se privilegian otras narrativas, que hay una nueva generación de neovotantes que pasan de las redes sociales al puesto de votación, y así mismo, que hay mayor conciencia, sobre todo en las grandes ciudades, de la importancia del voto.
A pesar de ello, siguen existiendo estructuras políticas basadas en el cacicazgo, en especial en las regiones, donde esta figura nefasta ha sabido mutar con las alianzas, redes de partidos políticos que se apropian de regiones, donde los elegidos representan varios partidos, con diverso nombre, pero con una sola vocación verdadera, la de la corrupción. Esta figura, afecta el ejercicio democrático porque lo monopoliza, de tal manera que se hace difícil que otras fuerzas políticas irrumpan.
