Las encuestas, y más aún el ambiente que se siente, parecen expresar que el resultado del gobierno y la calificación al presidente Duque están en la categoria de ‘bastante malo’. Y probablemente de francamente malo y para mí, como para muchos, de muy malo.
Sin embargo, puede que esté pareciendo peor de lo que es.
Esto porque en los nuevos sistemas de comunicación (principalmente las ‘redes sociales’) permiten que se presente y multiplique lo que cada usuario individual o personalmente considera motivo de crítica, sin que se haga una ponderación en la que se incluyan aspectos positivos, los cuales, como es obvio y como sucede con cualquier gobierno, también los tiene.
En conjunto se acaba recibiendo como información solo aspectos negativos, sin una opinión calificada ni ecuánime.
A su turno el gobierno y sus funcionarios solo destacan y seleccionan lo que parece positivo, de tal manera que completar un panorama general es difícil, y termina el ciudadano en una tormenta de desinformación creada por mentiras, verdades a medias y fake news. Es lo que se conoce como la ‘posverdad’.
Y si bien siempre ha habido manipulación de la información – en el sentido de presentar lo que contribuye a que prospere el interés de quien la presenta o maneja-, esta manipulación era basada en información correcta, cierta.
Hoy la competencia por el uso de esta arma que es la información bajo las nuevas modalidades de comunicación ya no tiene ni siquiera el componente de la verdad como noticia o como información y queda solo basada en el odio que produce la polarización y que justifica la mentira a los ojos de quien la usa.
Nunca había sido tan cierta y tan premonitoria la frase de Alberto Lleras ‘una Nación mal informada no tiene opinión sino pasiones’.
Ejemplos:
El Gobierno se precia del crecimiento de la economía, del crecimiento de las exportaciones, entre ellas las agrícolas.
Como lo señala Mauricio Cabrera el crecimiento es jalonado por la demanda de los hogares cuyo aumento del gasto (14,8 %) nada tiene que ver con políticas del gobierno: se basa en la disminución del ahorro del 10,3 % a 2,2 % en un año (al ‘desahorrar’ se empobrecen); el aumento (USD2.000) de las remesas del extranjero (porque los emigrados deben enviar más a sus familias) ; y las alzas en los precios de las exportaciones (no en la cantidad ni en la eficiencia) favorecidas por la devaluación (en especial la droga y el café). Y por supuesto el ingreso de dos millones de migrantes venezolanos que colaboran tanto al consumo como al aumento del PIB.
Curiosamente, en lo positivo merece destacarse con justicia el tratamiento dado al regularizar la situación de estas personas. Por un lado, el contenido humanitario que es de aplaudir y ha sido mundialmente aplaudido y reconocido. Pero también como medida para integrarlos a la vida económica del país y no tener esa cantidad de ilegales e indocumentados que apenas tendrían difícilmente la opción de la informalidad y más probablemente la de la delincuencia.