Duque primero le achacó al Foro de Sao Paulo y a Gustavo Petro la responsabilidad de las enormes movilizaciones que han acompañado al paro nacional y ahora dice que el paro no tiene ningún motivo y que además daña la economía. Y mañana quien sabe que se le ocurrirá decir para no reconocer que si hay algún responsable de que el país esté tan alebrestado como está es él mismo. Es su terquedad, su empecinamiento, su ceguera en agravar y perpetuar las estrategias neoliberales las que han sacado a media Colombia a la calle para protestar. Aunque no solo a nosotros, como bien se sabe. El irritado desacuerdo con las políticas formalizadas en el Consenso de Washington han echado a la calle a millones de personas de un extremo a otro del continente. Haití, Ecuador, Chile, Argentina y pronto Brasil son, junto con el nuestro, los países donde la gente ha dicho basta, ya es suficiente, no queremos más de ese bálsamo de Fierabrás que es la completa privatización de la economía. Que habrá producido indicadores económicos positivos para quienes negocian con ellos, pero que lo ha hecho a costa de arrojar a los pobres a la miseria, a la clase media a la pobreza y a los ricos a un enriquecimiento verdaderamente obsceno. Eso para no mencionar que la marcha triunfal de los megarricos a esa la Tierra prometida libre de impuestos y de cualquier restricción legal a la búsqueda despiadada de ganancias, ha estado acompañado por tal intensificación de la explotación de los recursos naturales que todos, ellos y nosotros, estamos al borde de una catástrofe medioambiental irreversible.
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Las movilizaciones que sacuden nuestro continente de arriba a abajo aunque tienen una causa común son distintas entre sí
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Cierto, las movilizaciones que sacuden nuestro continente de arriba a abajo aunque tienen una causa común son distintas entre sí. Y lo son porque es distinto el grado de implantación del modelo neoliberal en cada una de ellas. Las impresionantes movilizaciones de protesta que han tenido lugar en Chile se producen en un país donde, gracias a la dictadura implacable del general Pinochet los Chicago Boys, los discípulos incondicionales de Milton Friedman, tuvieron manos libres para aplicar a rajatabla el programa neoliberal, incluida la completa privatización de las salud, la educación y el resto de los bienes públicos. Los chilenos han probado por décadas y hasta la última gota esa amarga medicina y no están dispuestos a seguirla tragando. En el Ecuador, en cambio, las masas se han movilizado con éxito en contra de las pretensiones de Lenín Moreno, su presidente, de reintroducir el neoliberalismo en un país que, gracias la Revolución ciudadana encabezada por Rafael Correa, logró desembarazarse en buena parte de su nefasto legado. Algo semejante ocurre en Brasil, donde Jair Bolsonaro ha dedicado los 10 meses que lleva en la presidencia a deshacer los principales logros del programa socialdemócrata de Lula, con el agravante de haber dado luz verde a quienes están dispuestos a obtener beneficios exorbitantes de la reducción de la Amazonía a cenizas. Los sindicatos y las organizaciones populares han convocado un paro nacional de protesta para el 16 de este mismo mes, que seguramente será el preámbulo de la cadena de movilizaciones que pretenden obligar a Bolsonaro a abandonar su demoledora estrategia. En Argentina el ciclo de encendidas movilizaciones de protesta que acompañaron el gobierno de Macri han desembocado en la victoria electoral de Alberto y Cristina Fernández, quienes hoy mismo día toman posesión de los cargos de presidente y vicepresidente y quienes ganaron las elecciones prometiendo poner fin a las políticas que tienen a la economía argentina al borde del default.
Cito a Haití de último, porque es el país que más me duele. El país con el que tenemos una deuda histórica contraída por Bolívar a nuestro nombre y que nunca hemos querido saldar. Y cuyo pueblo de echado a la calle de nuevo para librarse de la más reciente de las muchas ignominias que le han impuesto: el neoliberalismo.