A pocos meses de concluir su estrellado mandato, Duque le pidió a su gabinete que repitiera hasta el cansancio que su legado será la equidad. A la equidad le suma la temporal matrícula cero (una conquista del paro nacional); la entrega de subsidios de vivienda y algo que ha llamado transición energética. Nada más para mostrar. Sus desaciertos son mayores y pasan por el fracaso de su agenda legislativa, su falta de liderazgo, sus promesas incumplidas (como aquella de reducir el Congreso o cerrar las listas), la corrupción en el Ministerio de las TIC y un largo etcétera.
Sin duda, la opinión pública se ha concentrado en ver el “vaso medio vacío” (para infortunio del presidente) y los colombianos han venido graduando a Duque como el mandatario con la desfavorabilidad más alta desde que existen registros. Con varios motivos que ya se van convirtiendo en lugar común: “superó a Pastrana como el peor presidente”, “enterró al uribismo” y uno que se asume como verdad de a puño entre los más jóvenes (donde nunca ha tenido mayor apoyo): “Es el peor presidente de la historia”.
Claramente, a Duque solo lo respaldan las franjas más envejecidas de la población, los megarricos que ha favorecido con sus reformas tributarias y una porción del uribismo. Desde que asumió en el cargo ha sido un presidente impopular y ahora carga, según la más reciente medición de Invamer, con un 75 % de desfavorabilidad. Es la más clara inversión del Estado de opinión, una muestra del desgaste por el que atraviesa la derecha y la señal de que ad portas de una elección presidencial Duque es un lastre con el ningún candidato quiere cargar.
No hay duda, el candidato que asuma las banderas del “duquismo” está condenado al fracaso más estruendoso. Ninguno quiere cargar con el mote de un gobierno fallido o si acaso buscará que la opinión pública lo relacione con Duque. Algo similar pasó al cierre del gobierno Santos. Solo hay que recordar la forma tan vergonzante como Vargas Lleras intentó marcar distancia de un gobierno del cual fue artífice. Sin embargo, esa “jugadita” no le sirvió y en la contienda electoral nunca dejó de ser el candidato del continuismo.
Con Duque está pasando algo similar, los asesores de los candidatos más visibles de la derecha y el uribismo, como Federico Gutiérrez y Óscar Iván Zuluaga, les están pidiendo a sus asesorados que se “cuiden” cuando les pregunten por Duque y resulta raro que hagan referencias directas al presidente o exalten su gobierno. Saben que no se pueden echar sobre los hombros la imagen de un presidente impopular y que ese lastre podría limitar sus campañas.
Hasta resulta gracioso que cuando les preguntan por Duque hacen maromas discursivas, empiezan introduciendo la pandemia, dicen que les gusta ver solo lo “positivo” o que gobernar es muy difícil (tienen el mismo libreto). De esa forma, no propician una ruptura personal con Duque o agreden su legado; solo lo observan a la distancia y así intentan distraer a la opinión pública para que no los relacione con Duque o su entorno. Creería que la tienen muy difícil para engañar a los colombianos porque el mismo presidente ya los fichó como sus candidatos favoritos (al lado de Peñalosa y Char).
El lastre de Duque se debe hacer extensivo a toda la derecha, a los partidos que fungen como la bisagra del uribismo en el Congreso. Son los partidos de la U, Conservador, Cambio Radical, Colombia Justa y Libre, Mira y una porción del partido Liberal, los mismos que salvan a los ministros de la moción de censura, que eligieron en la Procuraduría a una exministra que insiste en seguir haciendo parte del gobierno y que pusieron en la Defensoría a un “aliado”. Todos esos partidos fueron los que llevaron a Duque al poder en la segunda vuelta presidencial de 2018. ¿Acaso esperan que los colombianos lo olviden en 2022?
Así se hagan los de la vista gorda, cuando les pregunten por el gobierno o en voz baja resientan de Duque, en voz muy baja porque conservan ministerios o no desestiman la injerencia que puede tener el presidente en una elección presidencial (mucho más cuando desde el gobierno se está intentando derogar rápidamente la ley de garantías), toda la derecha debe cargar con el lastre de un gobierno fallido.
Como candidatos del continuismo deben figurar: Peñalosa, Char, Dilian Francisca, Óscar Iván Zuluaga y especialmente Federico Gutiérrez, el mismo que no le quiso aceptar el Ministerio de Defensa a Duque a sabiendas de que lo podía desgastar, pero que se convertirá en su apuesta soterrada para sucederlo en la Casa de Nariño.