En términos de política exterior, Iván Duque ha demostrado sin duda los mayores desaciertos posibles. Entendiendo que una constante del Estado colombiano en el escenario latinoamericano, es la aplicación de la carta democrática interamericana (2002), el actual gobierno ha languidecido al momento de tener un claro accionar de política exterior en pro de fomentar y aunar esfuerzos para crear las condiciones favorables para restablecer la democracia y el Estado de derecho, en el vecino país de Venezuela, tal como consta en la tercera acción establecida como objetivos estratégicos del Ministerio de Relaciones Exteriores.
El primer error cometido es la errónea lectura del régimen de Maduro. Su fuerte centralización del poder, el apoyo de las fuerzas armadas a la dictadura, la falsaria oposición que lidera Borges, Ramos Allup, Capriles o Leopoldo López, quienes inclusive parecen tener pactos políticos para preservar esferas de influencia en el contexto chavista, hacen de Maduro un gobierno difícil de derrocar. En ese sentido, cuando Duque asume el poder en 2018 y apoya en el año siguiente la instauración del interinato de Juan Guaidó (presidente de la Asamblea Nacional de ese momento), simplemente está disparando tiros al aire.
Por ello, la falta de pragmatismo político y las problemáticas propias de un gobierno débil como el de Duque le hacen más ardua la labor de generar alianzas diplomáticas o tener un organismo regional sólido que le haga frente a Maduro. El resto forma parte de un discurso político escaso de base real de acción. Maduro no tuvo las horas contadas, no se concretó una intervención armada en Venezuela para derrocarlo, el interinato resultó solo siendo un hazmerreir de la propaganda chavista y, por el contrario, antes pareció debilitarse el gobierno colombiano en cuanto al no control territorial, los vacíos estatales en las zonas fronterizas, la cada vez menor popularidad y finalmente la precaria situación económica que ha implicado fuertes impactos sociales, tras el contexto del covid-19.
Sumado a lo anterior, otro factor clave de la derrota en el teatro de operaciones latinoamericano es que a pesar del apoyo que desde la era Trump se ha brindado a Colombia para lograr los objetivos internacionales en búsqueda de debilitar a Maduro, parece ser que el chavismo se ha adaptado a todo: sanciones, las amenazas de intervención, y demás. ¿Es quizá el ocaso del gobierno norteamericano en el mundo multipolar?
Ahora que Duque está a punto de culminar su mandato, rodeado de gobiernos progresistas y de izquierda, permite concluir que la estrategia de apoyo a Juan Guaidó es un total fracasó. La perversión de este al intentar aplicar o participar en elecciones bajo el chavismo no es posible. Un interinato como fuerza inocua que no tiene injerencia real alguna en las tomas de decisiones del destino de los venezolanos es irracional.
A la deriva parecen seguir los millones de migrantes venezolanos en todo el continente, que alguna vez concentraron sus esperanzas de retorno con Guaidó. No se trataba del cese de la usurpación, sino de la gestión de sus propios intereses políticos, en los cuales están detrás oscuros intereses (económicos y políticos) lejanos a los intereses nacionales. Así en la dupla Duque-Guaidó se aúnan las mafias del chavismo con la mafia narco-paramilitar que ahora son comunes en ambos Estados.