Al presidente Duque se le acabo la guachafita. Lo repito, como lo vengo repitiendo sin cesar desde hace varios meses: hay que hacer ajustes urgentes en el gobierno que no dan espera. No se trata de dictarle ninguna agenda. Lo que pasa es que no todo intelectual tiene las capacidades para tomar decisiones y enfrentar las responsabilidades del poder. No todo individuo con méritos tiene el carácter de plantarle cara al Congreso y hacer valer una agenda. No todos los miembros del gabinete entienden el país al que se dirigen, ni lo conocen, ni entienden como cambió en estos años, ni tienen la iniciativa para concertar acuerdos.
Esa estrategia de exhibir cadáveres para levantar rating no responde ningún interrogante ni sobre la paz, ni sobre la transición, ni sobre el rumbo que está tomando el país. Colombia ha desarrollado una resistencia enorme a prácticamente todas las aproximaciones que se han puesto en marcha en materia de seguridad desde hace ya casi una década. El modelo de seguridad se agotó y sus remiendos no han conseguido destrabar la situación. Pero Duque sigue insistiendo en lo que Santos arrastró como fracaso, y lo que es peor, montó a un ministro sin ningún conocimiento del sector que cree que volver a los planteamientos que hacía Uribe cuando llego a la presidencia en el 2002 y radicalizarlos, es la respuesta.
En la cartera de Hacienda, el presidente preocupado
por recortarle impuestos y obligaciones a sus patrocinadores de campaña
y trasladarle la carga a la clase media
Como en el frente de la seguridad, se apilan por cientos los desafíos. El sistema integral de verdad, justicia y reparación está arrancando motores y han empezado a producirse los primeros choques de trenes, pero la cartera de Justicia no tiene un plan para mediar efectivamente y adelantarse a los ajustes que habrá que llevar al Congreso para evitar que el sistema colapse y se empantane. En la cartera de Hacienda, con el presidente preocupado por recortarle impuestos y obligaciones a sus patrocinadores de campaña y transladándole la carga a la clase media, tampoco se percibe una orientación firme y acertada.
Estamos finalizando un año turbulento de transición, con el malestar de no saber para donde nos llevan y con nuestro principal aliado entrando en una crisis económica y política sin precedentes. Estados Unidos entrará en recesión hacia mediados/finales del año próximo. Wall Street se desplomó la semana pasada con resultados que recuerdan la recesión del 2008, y que seguramente se juntaran con una crisis política que se profundizará en cuanto los demócratas tomen control de la Cámara, se conozcan los resultados de la investigación que adelanta Robert Müller, y avancen las acciones criminales que emprendió la AG Underwood desde New York contra prácticamente toda la actividad de negocios en la que los Trump han tenido algo que ver.
En especial, la salida del secretario de defensa, Jim Mattis, y del chief of staff, John Kelly, han marcado un punto de quiebre en la administración que ha llevado a muchos expertos a augurar que el presidente Trump se ha situado en una posición muy solitaria en la que ya no escucha consejo, y desde la que probablemente va a usar la silla presidencial y su cuenta de Twitter para movilizar a sus bases y emprender una defensa de sus intereses personales, sus negocios, y la continuidad de su estancia en la Casa Blanca.
Colombia no está preparada, y el presidente sigue sin dar señal de un plan común para sacarnos adelante. #SeLeAcaboLaGuachafita