El antropólogo Martin von Hildebrand, nacido por accidente en Norteamérica pero arraigado en Colombia y con su alma puesta en el Amazonas y su protección, le entró a esta inmensa selva por primera vez en 1972. Estaba intacta. Su trabajo fue clave para que 15 años después, en el Gobierno de Virgilio Barco, se le devolvieran 26 millones de hectáreas a los indígenas nativos de la región. Y desde entonces ha luchado desde donde ha podido, desde su fundación Gaia, abogando nacional e internacionalmente porque el mundo abra los ojos, de la mano de Wade Davis, y ha ayudando en películas como El Abrazo de la serpiente. No se cansa.
En esta conversación con Juan Manuel Ospina da claves para entender dónde está el núcleo del problema que no ha permitido detener la deforestación en la selva amazónica colombiana, que arrasa con 140 mil hectáreas anuales. La tiene clara; mucho es lo que puede hacerse. Al final dice que es un asunto de voluntad política y espera que Gustavo Petro haga algo en serio distinto a hablar, como ocurrió con el gobierno de Iván Duque.
Juan Manuel Ospina: Martín, conocedor como ninguno. ¿Cómo está el Amazonas hoy, está saquedo, está golpeado?
Martin von Hildebrand: Están y siguen desforestando. Acaparando tierras. Ponen unas vacas y a los cinco años entran a pedir derecho sobre la propiedad. Esto es mío.
JMO: Lo que buscan finalmente es una valorización de esas tierras.
MVH: Fundamentalmente, van detrás de eso. Porque si tú solo tumbas, la selva es fuerte y se recupera, pero si además quemas y secas para volverlos potreros, la selva no se recupera. Y eso ya es muy complicado. La fertilidad se la da la capa vegetal, pero se rompe ello y queda tierra lavada. Es que la selva es un sistema. Un sistema interdependiente; es como el cuerpo humano que se le quita el riñón o el hígado difícilmente se recupera.
JMO: ¿Hay quién compre esas tierras?
MVH: Claro, porque las legalizan con el alcalde de turno y consiguen los papeles y llega el gobernador y también los apoya. Y empiezan a talar, a abrir la carretera y poco a poco van penetrando la selva.
JMO: ¿El narcotráfico, la siembra de coca, juega un papel importante?
MVH: No tengo las pruebas, pero yo diría que muchos de esto se da porque están lavando plata. El cultivo en sí mismo no tiene un impacto para decir que con este solo se están deforestando 140 mil hectáreas, pero la plata que produce el cultivo de coca hay que lavarla, y luego se vende la hoja y se arma el ciclo y se amplía la siembra. Mientras que tengamos narcotráfico, es imposible que tengamos paz y que haya una estabilidad y que se pueda preservar una selva.
JMO: ¿Esto que se vive en Colombia se repite en otros países amazónicos?
MVH. Pues es sí y no. Se da, pero no por las mismas causas. En el Brasil, que tiene el 60% de la Amazonía, Bolsonaro lo que hizo fue reducir el control, quitarle la financiación a las instituciones que podían controlar, la capacidad de vigilar, pero cuando estaba Lula, en el 2006, 2008 el tema era otro y lograron realmente frenar la deforestación con muchos medios que están inventados.
JMO: Que podrían implementarse en Colombia, imagino.
MVH: Sí, claro, lo que se necesita es voluntad política. Vamos a ver en este gobierno, porque con Duque no se hizo nada. Vamos a ver Petro hasta dónde llega.
JMO: Y tampoco se avanzó con los cultivos alternativos, que también podrían aprenderse de otros experiencias
MVH: Hay que ver dos cosas. Los colonos llegan allá buscando el desvare; buscando plata para poder vivir; la juventud se quiere quedar y han montado unos programas alternativos muy interesantes, en cultivo, en turismo, ha sido la misma gente la que cuida, no el gobierno. Muchos de estos han podido despegar porque recibieron plata de otras partes e invirtieron allí. Obvio que se mueve ahí la plata del narco, como en todo el país. Hay que hacer un desarrollo integral. No es solo darle una salida económica. Hay que dar asesorías técnicas.
JMO: Se tiene que construir desde abajo, con la gente.
MVH: Hay que tener un catastro multipropósito. Es ver qué se puede hacer con esa tierra. En selva adentro hay 25 millones de hectáreas pertenecientes a los indígenas. Acá están sus lugares sagrados, está su mundo. No es sólo tierra. Es un universo.
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