Duro el aterrizaje del nuevo gobierno en la actual situación política nacional. Sin una luna de miel que pueda resistir la realidad de los hechos en estos primeros meses de gobierno. Son tiempos muy distintos a los 8 años de gobierno de Uribe y a los 8 de Juan Manuel Santos. En ese entonces la guerra estaba al orden del día y en la agenda no cabían los temas de la corrupción, la salud, la educación, la justicia, la participación política, la reforma rural integral, etc. El país y la clase dominante estaban desentendidos de esos asuntos porque la guerra copaba toda la información mediática y servía para ocultar toda la corrupción y justificar la violencia del poder contra las reclamaciones de los sectores populares.
Pero las cosas han cambiado. No es lo mismo hablar desde la oposición que practicar desde el gobierno. Ahora resulta que los que proclamaron durante 8 años contra la mermelada del gobierno Santos se están untando las manos de porcelana de la misma crema humectante de la corrupción. O si no, ¿qué significa la adhesión de 26 parlamentarios del partido de la U a la coalición de gobierno?, ¿acaso el comisionado Jaime Amín los convenció de las bondades de la reforma tributaria, de la reforma de las pensiones, de la utilización del fracking para extraer petróleo, de las reformas a los acuerdos de paz, del decomiso policivo de la dosis personal de marihuana o de la fumigación con glifosato de los cultivos ilícitos?
Que no me vengan con cuentos infantiles de que su adhesión obedeció a las líneas programáticas del uribismo recalcitrante, para que dentro de cuatro años no pueda ganar Gustavo Petro. La U, uno de los partidos que se la jugó por la paz durante ocho años, ahora en la soledad del poder acude menesteroso por un “plato de lentejas”, “un cupo indicativo”, o lo que ahora llaman “la mermelada de la corrupción”, así porque sí, haciendo honor al refrán antioqueño: “ consigue la plata mijo, consíguela honradamente, si honradamente no puedes, consigue la plata mijo”.
Por otro lado, el caso del Partido Liberal que se declaró independiente no es muy distinto que digamos. Sin embargo, este, por lo menos, sentó posición en medio de sus vacilaciones como un convidado de piedra. “No vamos donde no nos han invitado” dijo César Gaviria, dejando entrever que no había burocracia ni contratos para tanta gente. Este es otro caso lamentable hasta el límite de la desgracia política: un partido que cargó con todo el peso de la negociación y de los acuerdos de La Habana para la terminación del conflicto armado y la construcción de la paz estable y duradera, verlo ahora carcomido por sus vacilaciones vergonzantes es toda una tragicomedia como para dar y convidar.
Del Partido Conservador no hay nada que decir, está en su salsa con el gobierno, es gobierno con su vicepresidenta y con sus gajes burocráticos, de tal manera que se ubicó donde siempre ha estado y de donde nunca ha salido: en la plutocracia del poder.
Cambio Radical, sin embargo, cambió radicalmente. Se declaró independiente del gobierno con un argumento “transparente”: uno está con un proyecto de gobierno para gobernar con ministerios, lo demás no tiene sentido y el cuento de los ministros técnicos es para los ingenuos.
Lo anterior de tal manera que con el ejercicio del Nuevo Estatuto de la Oposición la opinión pública sabe a qué atenerse. Desde la Constitución del 91 se había venido luchando para concretar este anhelo popular y democrático, pero solo 28 años después, y gracias a los acuerdos de paz, se logró conquistar esta bandera popular, que hoy está estrenando el gobierno de Iván Duque y que de cualquier manera abre espacios a la oposición democrática para su accionar político.
Así las cosas tenemos a los partidos que se han declarado en oposición al gobierno: Polo Democrático, Alianza Verde, Unión Patriótica, Mais, y Farc. Ellos tendrán las garantías consagradas en el Estatuto de la Oposición. Esperamos que en la reforma política-electoral que se avecina, a raíz de los 12 millones de votos de la consulta anticorrupción, se recoja la personería jurídica de los 8 millones de votos de la Colombia Humana en la segunda vuelta presidencial, que sirva como una gran coalición democrática para una real alternativa de poder en el 202
La gobernabilidad del presidente Duque no está nada fácil: 53 senadores del gobierno frente a 30 independientes y 25 de la oposición lo ponen en la cuerda floja. Entonces vale la pregunta: ¿una gobernabilidad sin mermelada?
