Definitivamente la vida es muy curiosa. Cuando la imagen del presidente sigue en franco descenso, los últimos acontecimientos que causaron conmoción en el país pero que se empiezan a poner en su verdadera dimensión, se convierten en el mayor reto de su vida. Se trata nada menos que de consolidar de una vez por todas el proceso de posconflicto en Colombia de manera que se asegure la sostenibilidad del proceso de paz. Nada fácil sin duda especialmente por lo que han sido las verdaderas prioridades de su gobierno, no precisamente cumplir con lo acordado en el proceso de negociaciones con la guerrilla de las Farc. La fase dubitativa se acabó. Su discurso no puede seguir siendo como hasta ahora, opuesto a las acciones de su equipo gubernamental.
Lo primero es aceptar que este sí es un momento definitivo, no solo por el riesgo de que renazca el conflicto sino especialmente, porque este gobierno puede no volver a tener una oportunidad igual para dejar una verdadera huella en la historia colombiana. La reacción internacional de apoyo a la paz que se ha afianzado ahora más que nunca, debe traducirse en acciones gubernamentales en dos frentes. Primero, acelerar el desarrollo del Acuerdo de Paz que no ha sido la prioridad de este gobierno. Si bien es cierto que no lo ha destrozado es innegable que le ha puesto barreras al complejo camino de construir reconciliación. De hecho, el punto uno de La Habana, la reforma Rural Integral, no se ha dado precisamente por la actitud negativa frente a todo lo que viene de ese Acuerdo con las Farc, y otros puntos, como la Reforma Política, duermen el sueño de los justos. Se acabó el tiempo presidente o toma en serio esos compromisos del Estado colombiano o se vuelve a la guerra y el costo para usted y para todos los colombianos, será infinito.
Segundo, perseguir a estos disidentes como lo que son, forajidos que se han burlado de sus mismos compromisos. Esta parte no le cuesta trabajo porque responde a lo que sí parecen ser las prioridades del partido político que lo respalda, el Centro Democrático. Obviamente, pero en eso no se equivoque, no se trata de seguir las recomendaciones de su gestor el expresidente Uribe, que entre otras también pierde esa imagen tan favorable que tuvo durante mucho tiempo. Se debe reconocer su postura frente a esa disidencia; un discurso duro seguido por acciones que ya están dando frutos.
Las voces de sirena para que el gobierno se limite a liquidar a los disidentes
y no hacer nada para mejorar la vida de los miles de desmovilizados,
lo incitan a cometer un gran error histórico
Conociendo la vocación de algunos de los miembros de su equipo ministerial, como el ministro de Defensa, que no sea la acción bélica la que predomine. El error de concentrarse en el punto dos y descuidar el punto uno, implicaría desconocer que hay un gran número de hombres y mujeres desmovilizados, comprometidos con la paz. Numerosos testimonios señalan que gracias al compromiso con el Acuerdo, hoy viven cambios positivos en su vida y para el país, dentro de su proceso de reintegración a la sociedad civil. Las cifras señalan que por lo menos hay 13.000 desmovilizados de las Farc mientras que la disidencia solo suma mil. Esas voces de sirena para que el gobierno solo se limite a tratar de liquidar a los disidentes y no hacer nada para mejorar la vida de los miles de desmovilizados, lo incitan a cometer un gran error histórico que el mundo y el país sensato, no le perdonará. Recuerde: el nombre que aparecerá en todos los libros de historia de Colombia será el suyo. A esas voces se las llevará el viento.
Para no perderse en este momento crucial, presidente Duque, escuche a ese país que entiende que si usted fracasa el costo es para todos. No se limite a los áulicos de siempre que poco le han ayudado hasta ahora mostrándole una realidad que no existe. Sinceramente, señor presidente, usted está frente al reto de su vida, consolidar los Acuerdos de Paz.
E-mail [email protected]