Yo soy de los que piensan que el viaje de Duque a China fue importante. Si lo sumamos a los que ha hecho a la Unión Europea y a California muestra que su gobierno parece haber entendido que lo mejor que puede hacer Colombia actualmente es diversificar sus relaciones con los centros de poder económico y político del mundo. “El camino de la independencia pasa por diversificar las dependencias”, me aconsejó en su día un alto funcionario de la Fundación Ebert de Alemania. Que en nuestro caso significa dar pasos encaminados a romper o por lo menos relativizar significativamente el monopolio que ejercen de hecho en nuestras relaciones internacionales los Estados Unidos de América. En ese sentido resulta elocuente que el presidente Duque haya realizado este viaje a China en los mismos momentos en los que el presidente Donald Trump está librando una durísima batalla con el gigante asiático, que no es solo comercial sino también política e inclusive militar. El viaje fue un gesto de independencia: la guerra de Trump no es nuestra guerra.
Nadie del gobierno ni de la numerosa delegación de empresarios
que acompañaron a Duque,
mencionó a una de las industrias de mayor futuro: la audiovisual
El problema, sin embargo, es que este viaje —si hemos de creer a la información sobre el mismo divulgada por la prensa— se centró más en el pasado que en el presente. Más en exportar lo que ya exportamos —que son minerales, carnes y productos agrícolas— que en presentar ambiciosos planes de inversión capaces de renovar y cualificar a la escuálida economía colombiana. En las reseñas de prensa se destacaron unas solicitudes de inversión que de pequeñas resultan mezquinas. Por ejemplo: se pidió financiación adicional para la autopista Mar 2, que ciertamente beneficia al departamento de Antioquia, pero que no tiene el alcance estratégico y la repercusión económica a escala nacional que tiene el proyecto de construir un tren que una a los puertos de Cartagena y Buenaventura con sus correspondientes enlaces con Medellín y Cali. O el de la autopista Cali–Florencia que, junto con dicho tren, permitiría la transformación de Buenaventura en el megapuerto orientado a Asia al que también hacen referencia las informaciones periodísticas. Esta pequeñez de miras es más flagrante, si cabe, cuando se menciona que China ofreció 2.000 paneles solares para proyectos de vivienda, cuando lo que habría que pedirle a los chinos son asesoría técnica y financiación para construir en la Guajira parques solares de gran escala, capaces de generar en el desierto tanta energía como nuestras centrales hidroeléctricas.
Para abreviar: nadie del gobierno ni de la numerosa delegación de empresarios que acompañaron a Duque, mencionó si quiera a una de nuestras ramas industriales de mayor futuro: la industria audiovisual. Colombia ya ha acumulado un importante activo en materia de telenovelas y de series televisivas, que experimentaría un extraordinario salto adelante si logra beneficiarse del enorme mercado chino. Como podría y tendría que hacerlo nuestro cine.
Queda esperar que por fin tomemos conciencia de la importancia de las relaciones con China y obremos en consecuencia pensando en grande.