Como si fuese un software de inteligencia y práctica del Ministerio de Defensa y el gobierno nacional, Among Us nos ha distraído nuestras mañanas, tardes y noches, desviando nuestra atención del río de sangre que fluye por nuestras narices durante los días más sangrientos de los últimos años, donde poblaciones periféricas y desprotegidas, aquellas en donde escasamente hay presencia del Estado, sufren las consecuencias de un gobierno nefasto, cómplice y omisivo, un verdadero impostor que cataliza todo hacia la impunidad.
No transcurrían ni seis meses después de la posesión del presidente Iván Duque cuando, en diciembre de 2018, irrumpía nuestra tranquilidad hogareña para televisarse y confirmar lo que sería su trofeo y estandarte en materia de seguridad durante el cuatrienio: la dada de baja de alias Guacho, disidente de las Farc, y prometía, una vez más, seguir trabajando con “contundencia y determinación en defensa del pueblo colombiano”. Hoy ese discurso parece ya no estar vigente. Hoy la cartera de defensa no es más que una academia de formación presidencial uribista.
Tras el transcurso amargo de agosto, el mes más sangriento del año, y tras las frívolas alocuciones y medidas de acción, casi omisivas, septiembre avanza en ese mismo camino sin que pareciera que las cosas fueran a mejorar. El turno esta vez fue para Bolívar, en donde a pesar de ya encontrarse indicios de actos de violencia en días anteriores, el gobierno nacional y los organismos de defensa desviaban la atención con un lenguaje eufemista y datos estadísticos que solo pretendían boicotear la realidad, donde en menos de 24 horas ocurrieron dos masacres, en las que murieron siete personas inocentes e indefensas, sin contar las que en la misma semana ocurrieron en Antioquia. Frente a estos actos, el gobierno no hace más que, en un acto de marketing para las portadas de la prensa nacional, desfilar por las trincheras de barro y sangre donde yacen los nuevos cuerpos, mientras que los territorios siguen desprotegidos, custodiados por su propio verdugo, y la política nacional se perfila en contra del pueblo y a favor de las sombras del poder.
Al mejor estilo de Among Us, este gobierno impostor no hace más que mentir y seguir viendo como la nave se desvanece y mueren sus tripulantes tras su actuar omisivo, su silencio cómplice y su lenguaje violento que conduce a la impunidad, la guerra y la desdicha para un pueblo que a voces pide paz. La seguridad no se garantiza capturando al culpable, sino, en mayor medida, protegiendo a las potenciales víctimas y fortaleciendo la paz, evitando así que los muertos se conviertan en estadísticas y los victimarios en estandartes políticos para ganar elecciones, como siempre ha funcionado con la seguridad uribista.
Para desgracia de nosotros, parece que estuviéramos inmersos en un eterno retorno en el cual el poder político y militar fuera siempre el conductor de nuestro destino. Hoy continuamos caminando el mismo túnel oscuro de nuestra historia y, mientras nos aferramos a nuestros ordenadores, dispersos de la realidad y algo indiferentes de ella, transcurre la partida del verdadero impostor, sin que lo acusemos.