Un cuento sobre la vida real del duquesito mentiroso.
Érase una vez, una patria alejada de toda realidad, un país del tercer mundo, un lugar en el que hace muchos años no ocurría nada extraordinario hasta que un 10 de diciembre apareció el hijo del redentor: un hombre enviado para ser el salvador y el mayor dirigente de esta olvidada tierra. Un duquesito bien centrado, un hombrecillo con mano dura y corazón grande, valores que su padre le había inculcado y que lo llevarían a ser elegido el siguiente 7 de agosto.
Duquesito se ha pasado toda su vida preparándose para el momento de tomar el lugar de su progenitor, seguir su legado y mostrar todos sus poderes mágicos, esos que aprendió en las mejores escuelas del mundo, aunque su mayor talento sea seguir las doctrinas de su padre y modificar todo valiéndose de promesas de humo que fácilmente se las lleva el viento.
Con un humo de color rojo, parecido al color de la sangre derramada por los líderes indígenas asesinados, él es capaz de convertir, arreglar o modificar cualquier cosa, incluso las leyes, el agua, los bosques, el oro y hasta el petróleo, tanto así que más de diez millones de personas de este país se dejaron hipnotizar por las cortinas de humo mostradas por este engatusador profesional.
Hoy, un año después de que se convirtiera en el presidente de esta hermosa nación, el viento ha hecho lo suyo y de sus propuestas ya no queda nada. Además, las cifras hablan por sí solas y al parecer todo está colapsando.
El duquesito mentiroso ha perdido su popularidad y cada vez se suman más detractores a su mandato y seguro ha de ser por razones de peso. Los siguientes son solo algunos hechos relevantes de su primer año, sin contar sus viajes vacacionales o sus metidas de pata.
- En el inicio de su presidencia explotó un coche que asesinó a los verdaderos héroes de la patria, mucho se habló pero ahora solo las familias sienten el dolor y el vacío que ese atentado dejó.
- Los acuerdos de paz de su exhermano no se cumplen a cabalidad y siguen apareciendo muertos los excombatientes de una guerra interna con más de 50 años de historia.
- Perdió la cordura con un excombatiente con “poca visión” humana y política que ahora es prófugo de la justicia.
- Se ha visto envuelto en chismes y discordias con su “más importante” amigo, el honorable rey de Gringolandia.
- Con la visita inesperada de los hijos de su vecino que, como en la adolescencia no quieren saber nada de su padre y se van de la casa, se le complicó la seguridad y el espacio público, son tantos que el Duquesito no sabe si alojarlos o devolverlos a comer arepa y maduro.
- Entre tanto, el desempleo aumenta, la gasolina, el transporte, las deudas y las faltas de oportunidades también.
Este vendedor de humo se mostró muy apto al principio de su campaña y como la única esperanza para no caer en el comunismo de Petroski (otro aspirante al poder) ni quedar igual que Venezuela, pero, así como en el cuento, él vendió a las personas lo que querían ver y escuchar. Ahora la tormenta les abre los ojos.
Lo irónico de todo esto es que no es un cuento y todavía nos quedan 3 largos años para esperar que este primero, que fue solo de aprendizaje, sirva de experiencia para él y los colombianos, especialmente para que estos últimos en época de abrazos y besos falsos no se dejen comprar por un tamal, una lechona o queden ciegos por los efectos de algún vendedor de humo.