Hoy más que nunca cobra vigencia la frase lapidaria de José María Vargas Vila, ese escritor colombiano admirado por nuestros bisabuelos recios: "La inteligencia en un hombre sin carácter es como la belleza en una mujer sin virtud; un elemento más de su prostitución".
Ese señor sentado en la dignidad de un puesto que enaltecieron personajes cultos de la historia, estadistas con visión de futuro, ingenieros que construyeron país, poetas de estirpe que cantaron glorias inmarcesibles, ese señor cachetoncito que siempre lo hizo bien en un puesto sin importancia en el exterior por haber tenido la suerte de ser el hijo de un ministro de los ochenta, ese señor emblema de funcionarios con el traje correcto y la vocación segura de servir a los que siempre han mandado, hoy enfrenta una crisis para la que se necesita sobre todo coraje y determinación, carácter.
Nos debe todavía la explicación de sus amistades maliciosas con el vicio y la corrupción en una requisitoria que la irrupción de la pandemia aplazó; nos debe la justificación de su mansedumbre ante el líder perverso que su mismo padre denunció en los años de las pistas clandestinas, nos debe agradecimiento por esa devoción macabra que como pueblo profesamos a los niños bien, sentados en el solio de Bolívar; pero bien pronto, la historia ya le está pidiendo cuentas de su propio esfuerzo y muestras verdaderas de su enjundia.
Cómo vacila ante un micrófono, cómo se esconde en el consejo del epidemiólogo y el mandato certero del alcalde que busca protección y garantías de pura supervivencia para su pueblo. Habituado a hacer caso en todos los casos, se encontró de la noche a la mañana con la solitaria, ahora si solitaria e imperiosa necesidad de gobernar a un pueblo, de dictar el derrotero de su salvación o hundimiento y para eso nadie lo adiestro, porque se trataba siempre de favorecer a unos pocos y pasar de largo con inteligencia.
¿Dónde está la clase política ofreciendo soluciones?, ¿dónde la voluntad humanitaria de los empresarios que ofrecen seguir pagando salarios. pero a los dos días reclaman imperiosos la exención de los impuestos?
Carne de cañón los humildes y los desprotegidos como en una y mil crisis, como en cada rescate de la banca en los tiempos de despilfarro y un presidente que a todos hacía caso, hoy anunciando aislamiento inteligente.
¿Inteligentes quiénes, señor educadito, siempre correcto y obediente? Inteligente usted que ahora va a cambiar de patrón porque el perverso se esconde y no vocifera ante el maligno que lo reclama, no por malo sino por viejo y estulto. Inteligente su aislamiento de la crisis, de un país que ya no aguanta la mentira y el saqueo de los amigos de sus amigos, mientras usted se ufana de no tener rabo de paja.
Eso de hacer caso es bueno mientras que en la sombra posabas de inteligente, pero se requiere coraje y mucha dimensión de ser humano sensible, cuando tu propia vida por primera vez, después de ser tan generosa contigo, te está reclamando carácter.