Aclarado el panorama político, donde para sorpresa de todos, los extremos perdieron y el país mostró más sensatez de lo esperado, a quien se le ha enredado la vida y no se ha dado cuenta es precisamente al presidente Duque. Se quedó sin lo que se suponía era su fuerza porque el expresidente Uribe tuvo que salir a reconocer su pérdida de poder político y de paso la de su partido, el Centro Democrático. Obviamente el gran damnificado es el gobierno actual porque no ha podido manejar las otras fuerzas políticas que sí siguen con el control del Congreso de la República.
Varios errores ya son evidentes. Como su ministra del Interior no ha sido capaz de armar coaliciones al menos sobre temas críticos, en vez de cambiarla a ella y otros ministros como el de Defensa que es un desastre, nombra dos personas de perfil medio supuestamente para reforzar su presencia ante senadores y representantes. Se nota la falta de experiencia del presidente Duque que no sabe que a los congresistas no se les maneja con mandos medios. Si aquellos con rango ministerial no logran aglutinarlos, mucho menos consejeros presidenciales y viceministros y eso lo sabe cualquiera que tenga algún conocimiento sobre lo difíciles que son los miembros del Congreso. Seguramente en especial los senadores deben sentirse menospreciados al saber que le bajaron el nivel de quienes serán sus interlocutores.
Se nota la falta de experiencia del presidente Duque
que no sabe que a los congresistas
no se les maneja con mandos medios
Esta situación es especialmente grave por los temas que el gobierno tiene que resolver de manera urgente, empezando por la reforma tributaria. Ya empezó el conteo regresivo y no se ve ningún avance. Por el contrario, la Corte ya le quitó otra ala de manera que la situación para el gobierno no se ve fácil en este tema y lo peor es que no hay plan B. Pero lo que se viene es tan o más complicado. Sobre la reforma pensional que ya mostró sus dientes y recibió un primer rechazo inclusive del jefe del presidente, se puede pronosticar un debate interminable en el contexto actual. Precisamente el sistema de fondos de pensiones es uno de los temas más álgidos del conflicto chileno de manera que insistir en su fortalecimiento es casi un imposible para Duque.
Algo similar puede decirse de la reforma laboral porque las premisas para seguir planteando que la mano de obra es un costo que debe reducirse al máximo para que los empresarios dinamicen la economía, perdió con la convulsión actual en toda América Latina, la fuerza que traía. Es el modelo el que está en crisis y la calle es el nuevo escenario de la política en todo el mundo y Colombia no está demostrando ser la excepción. Pero el presidente Duque no dice ni hace nada para asegurar algo de control en el Congreso.
Si la reforma tributaria no pasa ¿qué va a hacer? Si la reforma pensional no avanza qué va a hacer. Y si continúa con la idea de que la prioridad es mantener contentos a los empresarios, cómo le va a responder a quienes ya mostraron que pueden paralizar a los gobiernos, es decir la gente. Se viene un paro nacional a finales de este mes y todos, pero especialmente el gobierno, parecen ignorar lo que eso significa. Son circunstancias que sin una estrategia clara paralizarán cualquier decisión que tenga que tomar el gobierno.
El presidente Duque se enfrenta actualmente a la imperiosa necesidad de reconocer que se le complicó la situación a su administración. Que no tiene partidos con los cuales puede concertar y que manejar individualmente más de 300 congresistas es absolutamente imposible si de conseguir consensos se trata. Y si lo logra, las propuestas que el gobierno presentará al Congreso son precisamente las que tienen encendida a la región latinoamericana. Es hora de que Duque se encierre a pensar en esas prioridades que nunca ha definido claramente y en las estrategias que le permitirán manejar el Congreso sin que el país se desespere. A nadie le conviene que a Duque se le creen situaciones imposibles de manejar.
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