Unos pocos pasos me separaron de convertirme en un nuevo defensor del presidente Iván Duque. Preparaba algunas líneas para manifestar que la crisis que vive actualmente el país no es solo responsabilidad de él, también es de sus antecesores que no han gobernado del todo para el pueblo. Sin embargo, ahora vemos al cínico de Pastrana desde la tribuna opinando qué es y cómo se debe hacer, a Santos jugando con su nieta en Estados Unidos y otros lugares del mundo como si nada, y hasta al mismo Uribe a ratos haciéndose el pendejo para no seguir hundiéndose con su pupilo (no obstante, su imagen que alguna vez estuvo en 86%, ya está en 26, según la última encuesta Gallup).
En fin, me alistaba para ser duquista cuando el man sale con el cuentecito de que el paro se debe al pirómano que no ganó en las urnas y quiere desestabilizar al país con el caos. Enseguida espanté para atrás. Qué pobreza de argumento para un presidente. En ese momento lo vi como el pobre estudiante que para defender su flojera le cuenta al padre que reprobó el año fue por culpa del profesor. Señor, estas marchas no son de nadie ni de ningún partido. Cantantes, actores, estudiantes, docentes, reinas, gentes del común están saliendo a marchar porque estalló una inconformidad que venía acumulándose. Estoy seguro de que algunos de estos marchantes no quieren ver a Petro ni siquiera en pintura.
Amigos, desde mi humilde visión de ciudadano sin partido, concluyo dos cosas. Una, que esta es una crisis que viene de administraciones anteriores y explotó en las manos de Duque, tal vez porque él mismo dio papaya con las políticas de algunos de sus colaboradores con los cuales ni los mismos del Centro democrático están de acuerdo. “Está gobernando con sus amigos, no con sus aliados”, dicen. Y dos, que el presidente tiene que ponerse serio, dejar esos discursitos tontos, escuchar más, mirar con objetividad lo que está pasando, rodearse de colaboradores con buena imagen y que manejen bien la comunicación y, por supuesto, coger el toro por los cuernos.
No sabemos en qué va a parar todo esto, pero desde ya usted, señor, tiene mi admiración porque con sus equivocaciones ha destrozado el teflón que mantenía intacta la imagen de Uribe, algo que ni con mentiras ni con verdades pudo lograr esa “parranda de comunistas” durante más de 18 años. Esto lo convierte en un verdadero campeón. Ánimo, presidente, que falta poco para declararlo mi ídolo.
