Duque, a desmantelar Prosur

Duque, a desmantelar Prosur

"Colombia, siempre tan resistente al cambio, hoy pierde una oportunidad que le enseñará a sus futuras generaciones la importancia de pensar con empatía"

Por: CRISTIAN FELIPE PUERTO PINZON
enero 14, 2021
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Duque, a desmantelar Prosur
Foto: Presidencia de Chile

Una serie de asuntos regionales demandan una preocupación rigurosa para los gobernantes de nuestro continente. El tratamiento multilateral es así la salida para resolver los retos que deparan el futuro comprometido a un nuevo orden internacional y ambiental.

Se cierra el año con la noticia de que Colombia contiguo a Chile ejercerán la presidencia pro tempore de Prosur, Foro para el Progreso e Integración de América del Sur. Varios han sido los intentos sudamericanos al propiciar universalidad en las relaciones internacionales de la región. La Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y el Mercado Común Centroamericano de 1960; la Asociación Caribeña de Libre Cambio de 1965; el Pacto Andino de 1969 y el Mercosur en 1991 son ejemplos todos de progresos intermitentes de no muy generosos avances por la consolidación de economías hermanas en beneficio del desarrollo territorial.

Así pues, asumir la presidencia de Prosur era una oportunidad de revolucionar la historia de los acuerdos sureños y de magnificar las fuerzas en tiempos donde la crisis no da oportunidad a mayores tropiezos, pero es desacertado pretender que un presidente como Iván Duque tenga interés de transformarla y peor aún un gobierno como el de Sebastián Piñera. Se convierten estos dos en coincidentes, ya que ambos mandatarios en el 2018 se vieron envueltos en fuertes críticas ambientalistas al adoptar puntos de vista similares respecto al abstenerse de firmar la Convención de Escazú, finalmente ratificada por Colombia como concesión a la tensión del movimiento social en el país, pero no por parte de Chile al argumentar que ponía en peligro su soberanía nacional. Y es que la convención surge como un tratado internacional que busca dar acceso a la información, la participación pública y a la justicia en asuntos ambientales para Sudamérica, siendo uno de los primeros instrumentos verdaderamente importantes en el territorio, para las generaciones venideras a tener un desarrollo ambiental sostenible y sano en donde reclamarlo.

Declaraciones como la de la vicepresidenta Marta Lucia Ramírez en relación con la dirigencia de Prosur, quien afirmó que “los planes de la economía naranja nos permitirán proyectarnos como la India de América latina”, son un manifiesto de que en verdad nos hemos proyectado como la India, países tan diversos como caóticos, con sociedades cada vez más empobrecidas, y con un sistema análogo de castas sociales donde cada uno debe asumir el rol económico que se le ha impuesto.

Nos obligan a no pretender así que una noticia como la de la presidencia Prosur sea un buen mensaje. Enfrentamos una crisis económica mundial donde los años de atraso siempre serán duplos para Suramérica. Su capacidad de recuperación está limitada por la poca reacción de los gobiernos que actualmente la presiden. Y sumemos a esta turbadora situación que ahora las administraciones se mueven solo si los actores transnacionales influyen económicamente en sus arcas individuales.

Así pues, la quimera de un gran Unión Suramericana que busque la integración social de la mano de los derechos humanos, la regulación de migraciones donde inquieran y coordinen el gran flujo migratorio que huye del régimen de Maduro, tomando decisiones amables no como las visas contra el pueblo venezolano por parte de países receptores, un pacto que se comprometa, castigue, denuncie y combata los crímenes de lesa humanidad, una ilusión de gobiernos conscientes por la lucha del cambio climático que no tema en condenar decisiones unilaterales como la de Estados Unidos que transcurridos cinco años del Acuerdo de París sigue sin firmarlo, será aplazada o más bien aplastada por quienes ahora miran hacia un costado.

Colombia, siempre tan resistente al cambio, hoy pierde una oportunidad que le enseñará a sus futuras generaciones la importancia de pensar con empatía. La crisis ambiental ya no da espera a entrar en razón y nos ha llegado la hora de enfrentar con apuros las dificultades de esta nueva era que solo puede cambiar con una premisa, la conciencia colectiva por el respeto al ambiente y a las futuras generaciones.

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