Algún genio de eso que llaman el Dane se quemó las pestañas esta semana con una profunda investigación imagino que de al menos diecisiete páginas y pico con poco texto de letra chiquitica y llena de dibujitos y gráficas de esas en donde la flecha sube y baja y vuelve a subir como una flecha enrojecida para sentenciarlo todo con un dato que a más de uno ha dejado lelo:
“Ya, ganando doscientos once mil ochocientos siete pesos mensuales,se supera la pobreza”.
Qué descanso.
Que Bucaramanga va bien, dice el estudio, y supera y desbanca a Bogotá que era dibujada como la mejor en lo que al flagelo de la pobreza se refiere. A su vez, Cúcuta tiene la peor nota. Y como que Antioquia resulta siendo la región más desigual. Todo parece física cuántica.
El dato transcrito de los doscientos once mil ochocientos siete pesos mensuales puede resultar más o menos fácil de traer, ya que aparece tras sumar un arriendo, treinta comidas, tal vez un transporte y especular con cuentas de agua y luz. No se tiene en cuenta ni teléfono ni celular y menos aun tarjetas de crédito. Y así, se hacen sumas y algo de restas y sale a relucir la cifra de doscientos once mil ochocientos siete pesos mensuales y todos contentos, aunque ya en intimidades, pareciera por encima tremendamente baja.
El asunto delicado tal vez consista en saber cuántos colombianos no logran reunir esa suma y, en eso, es precisamente el punto que debe ahondarse.
En efecto, si uno se mete en la página del mismo Dane que tiene un llamativo mensaje que anuncia “prosperidad para todos”, solo se ven una serie de verdades estadísticas que me dejan ligeramente inquieto, como aquella que indica que la tasa de desempleo es en Colombia del 10,8 %.
Sentí un desahogo momentáneo que habrá durado cinco minutos y pocos segundos. Si la tasa de desempleo anda en los países europeos en crisis rondando el 20%, pues realmente es de aplaudir el caso colombiano, ya que una tasa del diez por ciento es na, apenitas cuatro desempleados que encontrarán ocupación una vez al maravilloso presidente se le ocurra una de sus lucideces que anuncia por televisión con sus dedos erectos. Es más, es que ya lo dijo ese señor, que en el 2025 la pobreza extrema quedaba acabada y terminada por obra y gracia de sus audaces políticas.
Son cifras y cifras y cifras que nos sueltan en sesudos editoriales y en donde no se sabe con certeza científica qué se ha estudiado, qué barrios han sido visitados y a cuántos pobres se les ha tocado la piel.
En países “desarrollados” hay oficinas de empleo, en donde se conoce de manera fidedigna si Pedro Pérez, de 42 años y hoy desempleado, tendrá pasado mañana un empleo. Y lo saben porque llevan en eso un buen número de años y entre la seguridad social y los pagadores y la misma oficina de empleo y otras variables se conoce, a ciencia cierta, quién está activo laboralmente y quién no.
Y por ello, cuando se informa que el desempleo en un país determinado está en un veinte por ciento, el ciudadano sabe que ese dato obedece a asuntos completamente tangibles. Y es creíble.
Pero, cuando acá se dice que el desempleo es del diez por ciento, ¿cuántos Pedro Pérez han sido contados?
¿Cuánta gente que anda en la calle ha sido tenida en cuenta para hacer esa afirmación?
No hay oficina de empleo y así arrancamos mal.
En un país tan especial como el nuestro, resulta válido dudar de las verdades oficiales, así provengan de alguien que afirma que se devanó los sesos obteniendo como resultado un tres punto siete por ciento.
… y hablando de…
Y hablando de tiempos pasados, uno recuerda magistrados como Carlos Gaviria y muchos más y se pregunta en qué mágico momento fueron remplazados por personajes tan siniestros como Pretelt and co.