La educación pública básica primaria y secundaria nunca ha sido buena en nuestro país; y en los últimos años ha tendido a empeorar.
No por falta de talento humano ni mucho menos de recursos (pues sabemos que en Colombia hay muchos, sino ¿Cómo se van enriquecer nuestros políticos?), sino por las decisiones de los gobiernos de turno que parecen empecinados en plantear los ambientes de aula más sórdidos, sofocantes, y estresantes posibles para que los niños pobres de Colombia desarrollen un disgusto por el ejercicio académico y con ello nunca superen las condiciones adversas en las que están y nunca cuestionen los poderes que las sostienen.
Además de tener que padecer aulas y colegios con estructuras derruidas a las que nunca ni por accidente les hacen mantenimiento, aulas hacinadas, ambientes malsanos y estridentes, ausencia de dotación y condiciones sanitarias antihigiénicas, actualmente se han venido a sumar otras dos condiciones en el intento de mantener las peores condiciones en las instituciones educativas de Colombia.
Se trata del DUA y el PIAR.
El Diseño Universal del Aprendizaje (DUA) es un enfoque educativo que tiene como objetivo hacer que el aprendizaje sea accesible y efectivo para todos los estudiantes, independientemente de sus habilidades, habilidades o estilos de aprendizaje.
El PIAR (Plan Individual de Ajustes Razonables) es un instrumento de planeación utilizado para contrastar el currículo de un grado escolar con las características específicas de un niño o niña con discapacidad.
Si leemos y leemos sobre estos dos nos parecen elementos increíblemente buenos sobre todo por qué lo que pretenden es incluir en la educación a las personas con menos posibilidades.
El problema viene es como se hace en Colombia. Mediante la imposición de leyes del estado (2216 de 2022, 1421 de 2017 y otras) se ha dispuesto que los niños y jóvenes que anteriormente acudían a instituciones especializadas para su educación por razones obvias, hoy deben acudir a las aulas regulares con los otros niños y jóvenes y a esto es a lo que el gobierno y el Ministerio de Educación llaman “Inclusión”
Los docentes ahora tendrán que hacer los ajustes pertinentes en sus clases para poder recibir a esta población y así producir la “inclusión de calidad”. Todo muy fácil y hermoso: estamos en el país de las mil maravillas.
La cruda realidad es otra. Aulas con niños y jóvenes que no controlan esfínteres, otros que son incapaces de hablar ni de escribir, que estallan en llanto en plena aula, que sólo balbucean y o babean, que no son incapaces de seguir la más mínima instrucción, y otros que en cualquier momento estallan en ira agreden a cualquiera, docente o compañero, destruyendo lo que sea. Todo esto sumado a los niños “normales” de hoy en día que ya de por sí son difíciles y por lo general de padres ausentes.
Estamos asistiendo a la destrucción absoluta de los ambientes de aula, a la negación de la posibilidad de superación para quienes asisten a las instituciones educativas públicas y sólo a las públicas por qué en las privadas no hay eso, pues quién tiene para pagar una privada paga una que esté especializada en tratar a este tipo de población.
Pero ¿Por qué no hay instituciones educativas públicas para atender a este tipo de población?
Las había, pero el ingenioso gobierno de la república de Colombia las eliminó y fraguó este invento de que las instituciones públicas tuvieran que atender a la población con necesidades educativas especiales dentro de las aulas regulares y que eso es un ejercicio de inclusión.
Nada más lejos de la realidad, no hay inclusión para estos niños y jóvenes en el aula regular. Los docentes se dedican a llenar y llenar formatos de PIAR y DUAR mientras lidian a gatas en las aulas para poder llevar una supuesta clase tratando de introducir algún contenido. La supuesta inclusión está excluyendo el proceso educativo de todas las aulas y con ello excluye a todos los estudiantes, diagnosticados y no diagnosticados. Ya no se asiste a clase, solo se sobrevive a una aula donde no hay ningún ambiente propicio para aprendizaje, solo hay gritos, agresiones, amenazas, insultos y algarabía generalizada, el obvio resultado de la anulación que se ha hecho a la figura del docente.
El principal culpable de este desastre en la educación es por supuesto el gobierno nacional que pareciera sufrir cada vez que tiene que gastar para tener que atender a la población de necesidades educativas especiales en instituciones especializadas. Y ni un cambio de derecha a izquierda ha reversado esta abominación dentro de las instituciones Educativas. El esperpento sigue como si nada.
Para lograr esto el estado se ha valido de múltiples engaños y sofismas como diagnósticar a personas normales como que tienen necesidades especiales. Se sabe por múltiples fuentes e investigaciones que el déficit de atención TDH solo es un episodio que se acaba quitándole el exceso de azúcar y pantallas a los niños y no medicarlos.
Los psicólogos y psiquiatras que son los nuevos inquisidores de la postmodernidad se han inventado un montón de mentiras pegadas con mocos que poco o nada ayudan a nadie: por ejemplo el “sindrome de opositor desafiante” que no es nada más que la clasica altanería y grosería de toda la vida. Que ya hay que medicarlos y que ya son población con necesidades educativas especiales.
Pobre alma la que caiga hoy en día en las garras de un psicólogo o un psiquiatra. Hoy el sistema educativo es un macro manicomio, hace mucho dejó de ser el espacio donde se expandia tu mente, lograbas aprender cosas y te edificabas como persona.
Esto lo metieron de forma suave, lenta; aplicaron la estrategia hervir a un sapo, en principio dijeron que un estudiante por aula, máximo dos y que por ello a cada estudiante con necesidades educativas especiales se pagaba por tres y que valía por tres en un grupo. Los rectores se entusiasmaron por el dinero que iban a recibir y empezaron a llenar las aulas con estos estudiantes. Hoy los grupos son de más de 40 y entre ellos por lo general 5 o 10 con estas condiciones, suficientes para desestabilizar una clase y convertirla en un infierno.
Lo más indignante de todo esto es que el sindicato de docentes no se haya pronunciado sobre eso, sobre la nueva carga laboral que están asumiendo los docentes que ya están pasando factura en la salud física y mental de los docentes. Pareciera que el sindicato sólo está interesado en hacer política o mejor dicho politiquería.
Antes de los dos últimos concursos docentes (de ingreso y de ascenso) el sindicato se ha dedicado a ofrecer mediante videoconferencia una supuesta asesoría que lo único que ha hecho es reforzar las ideas del gobierno, diciéndoles a los docentes que se callen y no piensen por sí mismos, que solo acaten lo que emana del estado.
Un sindicato que se opone al gobierno ya parece algo de un lejano pasado, el sindicato se ha hecho servil y salamero con el MEN desde hace tiempo, no importa de qué color político sea el gobierno. Servilidad, obediencia y reverencia. ¿Cómo vamos a tener una educación para formar ciudadanos libres con un sindicato así?
Con todo este panorama pareciera que quienes dirigen la educación en Colombia, ministros, viceministros, secretarios, sindicalistas y demás necesitan con urgencia un DUAR y un PIAR. ¿En manos de quien estamos?