Los hombres inteligentes quieren aprender; los demás, enseñar: Anton Chéjov
Desde el inicio Druk (2020) o Drunk u Otra ronda, pone al espectador frente al padre del existencialismo, Sören Kierkegaard con un epígrafe de su autoría: “¿Qué es la juventud? Un sueño. ¿Qué es el amor? El contenido de un sueño”; para luego entrar en lo que piensa el filósofo y psiquiatra noruego Finn Skårderud sobre el déficit de alcohol en la sangre en el ser humano.
Pero ya el propio inspirador del filme desmintió ser el autor de dicha teoría, aunque a la vez haya sido ‘consultor’ para Thomas Vinterberg, en cuyo proceso murió su hija Ida y por eso a ella está dedicado, lo que de por sí lo hace más entrañable. (1) En un portal noruego, Skårderud dijo: “Nunca he formulado dicha teoría, pero sí he sido entusiastamente tergiversado”.
La ‘teoría’ fue sacada de contexto a partir del prólogo escrito para el libro Los efectos psicológicos del vino (1880), de Edmondo de Amicis: “[…] lo que ha acabado convirtiéndose en un guion creativo y [en] una película que creo que es maravillosa”. (2) Con Otra ronda, obra que nos permite aprender más que enseñar, desde esta columna La Fábrica de Sueños, el Cine-Club Al Filo del Tiempo llega al último filme del Ciclo Cine y Alcohol.
Un drama teatral que Thomas Vinterberg escribió mientras trabajaba en el Burgtheater o Teatro Imperial de la Corte, de Viena, fue la base para el filme. También, la intervención de su hija Ida, quien conocía historias sobre hábito/cultura del beber en los jóvenes daneses.
Ella presionó a su padre para que adaptara la obra al cine y de paso actuar como la hija de Martin: encarnado en el filme por Mads Mikkelsen, el mismo de obras como Jagten (2012) o La caza (Mejor Actor en Cannes), del mismo Vinterberg, Un asunto real (2012), de Nikolaj Arcel, en el rol del médico Johann F. Struensee, que cambió la historia danesa, Michael Kohlhaas (2013), de Arnaud des Pallières y Jinetes de la justicia (2020), de Anders Th. Jensen.
Martin (Historia), Tommy (Educación física), Peter (Música) y Nikolaj (Psicología), son profesores de una escuela en Copenhague que, siguiendo a Finn Skårderud, creen que sus dificultades allí, relacionadas con desmotivación, choques e inadaptación, tienen que ver con el bajo nivel de alcohol. Ellos piensan que con la ayuda de Dionisio es posible dejar atrás la timidez, ser más sociables/atrevidos y conseguir logros mayores en su labor escolar. De ahí se desprende la creatividad que viene del licor, del alcohol, ese gran desinhibidor, en sus miles de variantes.
La cita/epígrafe kierkegaardiana es tomada del libro Diapsálmata–El erotismo musical, que en su cita 89 dice: “El sol brilla con toda su belleza y vigor dentro de mi cuarto. La ventana está abierta en la habitación contigua. En la calle todo es silencio, es una tarde de domingo. Oigo claramente una alondra que lanza sus cantos frente a una de las ventanas de los patios limítrofes, precisamente la ventana de la casa en la que habita la muchacha hermosa.
Desde una calle lejana me llegan los gritos de un hombre que va pregonando camarones. El aire abrasa y, sin embargo, toda la ciudad está como muerta. En este momento me vienen a la memoria evocaciones de la juventud y de mi primer amor. ¡Ah, cómo me deshacía entonces de nostalgia! Ahora, en cambio, no hago más que añorar mis primeras nostalgias. ¿Qué es la juventud? Un sueño. ¿Qué es el amor? El contenido de ese sueño”. (3) A partir de dicha cita, Vinterberg teje una filigrana audiovisual, de imágenes y música, que mezcla oposiciones pares como placer/dolor, libertad/esclavitud, amor/odio, pasión/sufrimiento, vida/muerte.
Martin diserta sobre la Revolución Industrial, como el periodo en que Occidente, basado en la tecnología, inició el proceso que fijó las bases del mundo moderno… pero, ante todo, así no lo diga, las del capitalismo. No obstante, olvida que hablaba de Hemingway/Churchill, beodos consuetudinarios. El primero, creador de una gesta literaria que lo llevó al Nobel en 1954, aunque tuvo la decencia/humildad (que ni Cela ni otros) de declarar a los medios que B. Berenson, I. Dinesen o C. Sandburg lo merecían, pero que el dinero no le venía mal.
El segundo, ensayista refundido en la noche de la literatura/Historia, Nobel inmerecido en 1953 e instigador de cuanta guerra le fue posible: se la declaró a Japón (1941); recomendó la invasión de Sicilia e Italia (1942); aupó los bombardeos y destrucción de Dresde (1945); apoyado por Eisenhower, aprobó un golpe de Estado en Irán, para derrocar a M. Mosaddeq, quien en 1951 nacionalizó el petróleo, y poner a F. Zahedí (1953); (no) por último, también en 1951 generó un choque con la Unión Africana de Kenia vinculada a la tenencia de la tierra, pero cuando las demandas de la UAK fueron rechazadas, en 1952 vino la rebelión de los Mau Mau, acusados como ‘grupo terrorista’ y no estimados como lo que eran, rebeldes de la etnia Kikuyu, nacionalista/independentista; en otras palabras: ‘El ejército de la tierra y la libertad’.
De la clase de Martin se pasa al cumpleaños 40 de Nikolaj: “No llegaré tarde. Iré en el auto”, les dice el primero a sus hijos Jonas y Kasper. Lo que los hechos desmienten. Aquí se cumple la idea de la ‘contrafinalidad’ de la que habla Zuleta en su libro La idealización en la vida personal y colectiva (4): una cosa es la que intentamos hacer y otra la que resulta, bien sea por cambio de ánimo, de voluntad o por imponderables de la vida. La refiere al hablar de Las afinidades electivas, de Goethe:
“No es posible proclamar una conducta como moralmente válida, desentendiéndose de sus resultados objetivos; no es posible establecer una moral, poniendo entre paréntesis el deseo, el amor y la pasión, ya que sería la regla de conducta práctica de un ser puramente racional, desgraciada o afortunadamente inexistente.
Goethe lleva a cabo eso de varias maneras: ante todo, haciéndonos ver el fenómeno de la contrafinalidad, es decir, que el resultado de nuestras acciones puede muy bien ser lo contrario de lo que nos proponíamos”. Y eso le pasa a Martin, en relación con Anika: sale en busca de sus amigos y del placer etílico para a la postre caer en la soledad y la desesperación. Lo mismo a Nikolaj, con Amalie, cuando vaya en busca de bacalao fresco al supermercado.
Martin encuentra a Tommy, el entrenador. Luego, los cuatro comienzan a ponderar la champaña: “Lo que caracteriza a la champaña son las notas minerales”, dice uno, “si cierran los ojos visualizarán campos franceses maduros”. Nikolaj cita a Skårderud: ‘Creo que beber es sensato. No solo mientras conduces, sino todo el tiempo. Asegura que los humanos nacen con un bajo contenido de alcohol en la sangre […]. Hay que tomar una o dos copas de vino y mantenerse [ahí].
Cuando tienes ese porcentaje […] estás más relajado y sereno y musical y abierto’. Entonces, los cuatro de Copenhague deciden ‘abrirse’ a dicho porcentaje. Martin suspira mientras bebe y a la pregunta ‘¿qué pasa?’, de Nikolaj, responde: ‘No mucho. No hago mucho. No veo a mucha gente’. Tommy: ‘¿Cómo están tú y Anika?’ ‘Trabaja mucho de noche, entonces, tampoco…’ Martin concluye: ‘Ella es la madre de mis hijos. Y cuidó a mi padre cuando él murió. El plan era acompañarnos mutuamente cuando envejeciéramos’.
Al conocer a Martin, Tommy vio en él un ‘duro’ con sus jeans: entonces, hacía ballet/jazz. Aparece el Smirnoff, cuando Martin va al baño. Nikolaj: ‘Luego, básicamente, estamos probando la tesis Skårderud’. ‘Recolectando evidencia’, agrega Peter. Y luego: ‘No somos las primeras personas en beber un poco de alcohol durante el día’, lo cual suena más a aclarar que a justificar o a hacer eventuales apologías. Y a ello quizás ayude la apócrifa tesis de aquel psiquiatra noruego que primero rectifica y luego ‘colabora’.
Aquí se cita a Hemingway, de quien se dice que bebía ‘todos los días’ hasta las 8:00 p. m. lo cual, de paso, parece señalar que jamás perdía la cordura, hecho bastante improbable dadas las ‘lagunas’ temporales y/o las amnesias parciales propias de los excesos con el alcohol. Un mito más. Después de hacer la prueba con otros tres retratos: el de Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill, a los que los alumnos han descartado, Martin señala que por fortuna han elegido a… ¡Hitler! Y todos ríen, aunque no se sepa de qué.
En todo esto hay un punto clave para el profesor: ‘El mundo nunca es lo que esperas’. O como diría Fito Páez: ‘Nadie nos prometió un jardín de rosas’. O lo que es igual, a ninguno se le prefijó el camino a casa, porque este se hace mientras se avanza y está cargado a dosis similares de situaciones concretas, azares y/o imprevisibles.
Morgens descubre a Tommy con su alcohol en el depósito de gimnasia: éste espera no le haya dicho a la directora, que pregunta si algún profesor vio a alumnos beber en la escuela. Nikolaj le pide a Peter, quien adora al pianista Klaus Heerfordt, ponerlo: ‘Él solo podía tocar en el momento exacto en que no estaba ni borracho ni sobrio. Era […] brillante. Y tú quieres llevar esto al nivel de Tchaicovsky’. Peter piensa si son o no alcohólicos. No. Tommy coincide: ‘Decidimos cuándo queremos beber. Un alcohólico no decide’.
Y en pantalla la cúpula política del alcohol, de la que ya se hablará. Martin sirve un trago. Y mientras los estudiantes ven a Grant/Hemingway/Churchill una chica lee un texto filo/kirkegaardiano: ‘Atreverse es perderse momentáneamente en el camino. No atreverse es perderse a uno mismo’. Aquí, un símil del atrevimiento vinculado al cristianismo, desde Kierkegaard mismo en Diapsálmata: “Parece demasiado atrevido afirmar que el cristianismo ha introducido la sensualidad en el mundo.
Pero, como se suele decir, atreverse es ya media victoria. Este refrán también puede aplicarse aquí. Además, no es difícil entender aquella afirmación si se tiene en cuenta que al poner una cosa se está poniendo indirectamente la que se excluye. Ahora bien, [por] supuesto que es sobre todo la sensualidad la que ha de ser negada, ella no aparecerá con su verdadero perfil y suficientemente puesta si no es mediante el acto que la excluye, esto es, en virtud de la antítesis positiva.
En una palabra, que la sensualidad como principio, fuerza y sistema aparece por primera vez dentro del cristianismo. En este sentido decimos que el cristianismo ha introducido la sensualidad en el mundo. Claro está que para comprender bien esta tesis es necesario […] entenderla en el sentido de su contraria, […], que es el cristianismo el que ha excluido y arrojado del mundo la sensualidad. (1843: 113-114) Sensualidad es atreverse para Martin, cuando sale a recuperar lo perdido frente a Anika.
Ahora bien, ‘musical y abierto’ fue quizás lo que Vinterberg leyó en Kierkegaard, Los estadios eróticos inmediatos o el erotismo musical, la II Parte de Diapsálmata. Allí a partir de Mozart elabora toda una teoría sobre la pasión que deriva del arte de quien a cierta edad lo hechizó/paralizó a él: al ‘Sócrates Nórdico’, claro. Y que en el filme se traslada/transfiere a la historia de Martin, en muchos sentidos que el lector/espectador sabrá extrapolar:
“Porque, sin poderlo evitar, uno siempre experimenta los más [variados] sentimientos, mezclados [con] un cierto temor, cuando se dispone a comprender nada menos que aquello que ha amado con una exaltación juvenil y lo ha admirado con un entusiasmo peculiar de la juventud, aquello que nunca dejó de mantener en lo más hondo de nuestra alma una estrecha relación, muy misteriosa y enigmática con lo que se ocultaba en el propio corazón. […] ¡Ah!, que tenga que presentarse ante el pensamiento todo lo que los oídos enamorados captaron en la soledad, lejos del mundanal ruido y completamente desapercibidos en su escondrijo secretísimo; todo lo que los oídos ávidos, jamás satisfechos, devoraron; todo lo que los oídos avaros, nunca confiados, acapararon para sí; todo aquello cuyo eco, aun el más débil, nunca consiguió burlar la atención insomne de nuestros oídos vigilantes.
¡Ah!, y que tenga que presentarse al pensamiento aquello que se ha vivido durante el día y revivido por las noches, aquello que no nos permitió conciliar el sueño y nos lo llenó de inquietud, aquello que se soñó durmiendo y una vez levantados lo seguimos soñando despiertos y que, algunas veces, a mitad de la noche, nos hizo saltar de la cama por miedo a olvidarlo si continuábamos tumbados…, aquello que nos fue revelado en los instantes más emocionantes de nuestra vida y que siempre lo tuvimos, como se hace en las labores femeninas, al alcance de nuestra mano…, aquello que le acompañaba a uno en las claras noches de plenilunio, en los bosques solitarios a la orilla del lago, en las calles sigilosas de la ciudad, a media noche y al rayar el alba…, aquello que viajaba con nosotros sobre la misma silla de nuestro caballo, que nos hacía compañía cuando íbamos en coche, que ocupaba todas las habitaciones de nuestra casa y tuvo nuestro mismo cuarto como testigo…, aquello, en fin, que llenó de resonancias nuestros oídos y los penetrales del alma, y ésta lo envolvió en sus más finos encajes. Sí, todo ese entresijo de recuerdos se eleva por última vez sobre el mar de la memoria, del mismo modo que en los cuentos antiguos las misteriosas ninfas, vestidas de algas, emergían desde el fondo de los mares.
Mi alma está triste y mi corazón enternecido. Pues esto es algo así como decir adiós a todas esas cosas y separarse de ellas para no encontrarlas ya nunca más, ni en el tiempo ni en la eternidad. Es como si uno hubiese sido infiel y faltado a la palabra dada. Le parece a uno que se ha dejado de ser el mismo de antes, que ya no se es ni tan joven ni tan niño. Se siente miedo por la propia suerte, como si se fuera a perder irremediablemente lo que nos trajo tanta felicidad y alegría y riqueza.
Y uno también tiene miedo por todo lo que es objeto de su amor, teme que éste sufrirá lo suyo después de tal transformación y que ya no será quizás tan perfecto, ni podrá responder a satisfacción a las muchas preguntas que se le hagan. ¡Ay, en este caso, todo se habrá perdido y el encanto desaparecido! ¡Todo habrá muerto para siempre! Mi alma, en cambio, no conoce ningún temor en lo que atañe a la misma música de Mozart, pues tengo en ella una confianza ilimitada.
Puedo decir, por una parte, que lo que de ella he comprendido […] es poquísimo y que todavía queda, envuelto en sombras de presentimiento, mucho por saber. Y, por otra parte, tengo el convencimiento de que, si alguna vez llegase a comprender del todo a Mozart, sería precisamente entonces cuando me iba a resultar absolutamente incomprensible”. (1843: 111 a 113)
Texto que luego pudo hechizar a Vinterberg. Por eso insiste a través del metraje con distintas piezas musicales del repertorio ‘clásico’ o perpetuamente contemporáneo: Schubert, Tchaicovsky, Mozart, claro, y del ‘popular’: What a Life, de S. Pleasure; On My Way Home, de M. Brown, Turn Me On, de Ørva & Nielsen: un reguetón a la danesa, si se atiende a la versión de Kevin Lyttle traducida al español. (5)
Una música quizás pensada para los jóvenes. Como los que participan en las carreras de cerveza junto al lago, los mismos que van a clases, retan a las autoridades en los buses, desprecian a Martin por sus disertaciones históricas y lo llevan a cuestionarse, luego a disiparse entre alcohol y, finalmente, a recapacitar sobre lo que significa dejarse llevar por él y de paso arruinar la relación con Anika, y con Jonas y Kasper. El problema de Martin lo resume Anika: dice que nunca está presente, se ha vuelto invisible y cuando se divierte lo hace con sus amigos y no con ella. Y esto lo dice sin asomo de celos.
Otro punto nodal: el nexo Peter y Sebastian, kierkegaardiano atribulado por el amor, al que el primero le pregunta si alguna vez tomó trago para mitigar la ansiedad. Ello se infiere de su examen final, en el que toma ‘agua’ del profesor: ‘Kierkegaard es una síntesis del espíritu y del cuerpo. El concepto de ansiedad, ¿cierto? Bien, […] ilustra cómo el ser humano lidia con la noción de fallar. Debes aceptar que puedes fallar para poder amar a otros y a la vida. [Peter: ‘Un ejemplo’] Sí. Yo he fallado’. Como Martin.
Por eso, Anika le dice en el bosque, con raro giro verbal: ‘Nos extrañé. Por mucho tiempo’. Aquél piensa igual. Pero, recuérdese a Kafka: ‘A partir de cierto punto, no hay retorno posible… ese es el punto al que no hay que llegar’, como lo recuerda Paul Bowles en su novela y luego B. Bertolucci en El cielo protector (1990), curioso, el caso de una pareja de NY, Port y Kit Moresby, que va al África en pos de experiencias que faciliten recuperar su relación. Por fortuna, Martin tuvo una oportunidad más de amar sobre la tierra y eso solo fue posible gracias a Anika y a la ayuda de sus hijos.
Cómo no recordar que tras el brindis general y sonar el funky Cissy Strut, la cuarteta etílica va al supermercado. Peter pregunta por ‘bacalao fresco’, como le ha encargado Amalie a Nikolaj. Parten para el lago ‘enlagunados’. Tommy habla de haber atrapado alguna vez un ‘bacalao’. Suben al yate y dicen ser conscientes de usar un salvavidas. Tommy no logra ponérselo.
Parece estar ya listo a dejar de saber qué es la vida. Pero, antes vuelven al pueblo, bailan, se divierten, siguen tomando. Mientras ello ocurre, suena Turn Me On y salen a la calle, bailan, juegan. Nikolaj llega a casa. Sube la escalera, jadea, hasta que llega al cuarto y cae en la cama cual difunto por la rasca. Amalie despierta, sobresaltada. Ahora es Nikolaj, no sus hijos, el que ‘moja la cama’. Después, Martin aparece en el piso, fuera de su casa, con cabeza golpeada, cara rota y sangre en la frente. Un perro lo lame, antes de que los vecinos lo socorran y sus hijos, Jonas y Kasper, les ayuden a aquellos a salir de la vergüenza ajena.
Anika y Martin discuten y se culpan entre sí. La violencia, a causa del alcohol, es la respuesta de él. Enseguida, sale para donde sus amigos: otro plano malamente memorable: uno a uno cae en ralentí, como en un violento plano de Takeshi Kitano, para remarcar su impacto sobre el espectador. Reunión extraordinaria en la escuela por ‘motivos muy desagradables’. Hace ya tiempo uno o más profesores consume alcohol en las instalaciones del claustro. Tommy abandona de repente la reunión.
Se oye un fuerte golpe en la puerta y un ‘estoy atrasado’. Vuelve al salón, trastabillando, e intenta sentarse donde pueda. Laban, el perro, le hace compañía a Tommy en casa, adonde lo ha llevado Martin. ‘Lo que pasó […], qué lío. No volveré a hacerlo’. Su determinación es lapidaria: ‘No tienen que visitarme todos, todo el tiempo. Preferiría que no lo hicieran’, en un guiño tácito a Bartleby, de Melville: ‘I Would Prefer Not To’ en realidad, o sea, ‘Preferiría que no’, repudio poderoso a la alienación. (6)
Tommy cree tener las cosas bajo control y promete llamar a la escuela. ‘Esto ya no vale la pena’, señala, como quien advierte a todos sobre el destino prefijado, por él mismo, no por el fatum o dios alguno. Declara su apoyo a Martin y a Anika: ‘Siempre han sido ustedes dos. Y sé que la amas, ¿no?’ ‘Pero, estemos en contacto, ¿de acuerdo?, dice Martin, quien parece creer que no lo verá más… Cuando Tommy, callado, baja los ojos, el plano lo dice todo. No hay vuelta atrás. Kafka: ‘A partir de cierto punto no…’ Además, la contrafinalidad persiste en llevarles la contraria a los humanos. Hesse: ‘Entre más rápido surge una tesis, más rápido se plantea la antítesis’.
Martin y Anika ansían separarse de forma amistosa. Pero, la cosa inicia mal. Le busca la boca, ella le da un simple abrazo. Anika pide un vino blanco, nada más, pues no tiene hambre. El abuso del alcohol trae debajo del brazo su saldo: unas veces definitivo, otras parcial, unas más recuperable. Martin quiere hablar del terreno ya perdido: Anika, por contraste, de las cosas por ganar. Ahora, Kasper tendrá dos fiestas de cumpleaños. Nada satisface a Anika: ni que la ama, ni que malgastó mucho tiempo, ni que no tienen cien años. ‘No puedo’, sella Anika. Martin hace un examen. Los estudiantes murmullan y ríen.
Sebastian escoge el # 3 para el examen con Peter y un colega. Peter le advierte que el tema es Kierkegaard y aquí el filme vuelve al epígrafe. Aceptar fallar, en positivo, permite amar a otros y a la vida, lo que de contera ayuda a resolver la contrafinalidad goethiana, extraída por Zuleta de Las afinidades electivas, novela suprema sobre el amor, junto a Ana Karenina, Madame Bovary, Las penas del joven Werther, Romeo y Julieta (drama), El gran Meaulnes. Tommy llega con Laban.
Lo alimenta. Intenta usar el salvavidas, lo tira al piso, trastabilla. Último cigarro, como quien va al patíbulo. Acaricia al perro. Tema coral: ‘Adoro este mundo diverso / a pesar de su necesidad y su lucha. / Para mí, la tierra es hermosa, / […]. / He llorado de dolor como otros / porque mi burbuja estalló. / Pero la burbuja no es el mundo. / No es el mundo el que está maldito… / Si no tuviéramos nada por qué luchar, / […] ¿qué seríamos tú y yo? / Y es por eso que adoro este mundo, / […]. / Para mí, la tierra es hermosa / como lo fue en la época de la creación’. Martin sonríe por la felicidad juvenil y la suya: aun así, cabe traer a Chéjov: ‘La felicidad no existe. Lo único que existe es el deseo de ser feliz’.
Lo que sí resulta viable es lo que decía Dostoievski sobre Raskólnikov y su sueño respecto al mundo condenado a una peste terrible/desconocida: ‘Siempre puedes ser mejor de lo que eres’. (7)
Nikolaj le susurra al oído a Martin: Tommy ha asumido el que para Cioran es ‘el único acto verdaderamente libre en nuestras vidas’, el suicidio. Su rostro, el de Martin, proyecta el desconcierto. Luego va, con paso cansino, de espaldas a la cámara, hacia la iglesia donde velarán a su entrañable amigo.
Los tres camaradas y otras personas más, entre ellas Amalie, esposa de Nikolaj, cargan el féretro. Plano general cerrado para la tristeza de ‘Anteojitos’, por la partida de su beodo entrenador, a través de una subjetiva: Martin es, de momento, la cámara que registra el hecho. El niño pone una rosa sobre el cajón. Y empieza a cantar: ‘Una hermosa tierra es la nuestra / con hayas verdes que hablan de ella. / Encerrada por el mar. / Muchas son sus colinas y valles. / Su viejo nombre es Dinamarca / y es el hogar de Freya’.
Martin conduce y llora. Suena la Fantasía en Fa Menor, Op. 103, de Schubert. La congoja no puede ser más ostensible: ‘Cuando un amigo se va…’, diría Alberto Cortez. Brindan con cerveza por Tommy. Van a un restaurante. Martin recibe un mensaje de texto: el deseo de Tommy, con respecto a él y Anika, parece cumplirse. Llega la respuesta de ella: ‘Yo también te extraño’. Y luego: ‘Mucho’. Aun con todo lo que entraña la muerte de Tommy, falta el plano/secuencia del baile de Martin, con lo cual se prueban tres cosas: una nueva celebración, de la vida, del amor y la amistad, si no del filme homónimo del propio Vinterberg; el tributo, así sea inconsciente, a Billy Elliot, de Stephen Daldry; y la forma como la alegría íntima/personal de Martin se une al festejo de los otros profesores y del grupo de estudiantes.
Los que pudieran pensar que Otra ronda es una apología del licor se equivocan. El filme advierte a un tiempo sobre su disfrute y su condena. En muchos casos, el alcohol puede propiciar vida y alegría, pero en muchos otros contiene inminencia de peligro cuando no de muerte o tragedia. Imagínense lo que hubiera podido ser la historia de Fosa Común, de no mediar aguardiente, cocaína y vallenato (malo).
Mientras los tres almuerzan, pasan camiones con jóvenes. Aquéllos se paran de la mesa. Martin, en su cel.: ‘Creo que Tommy está apostando por ti y por mí’. Anika: ‘Yo también’. La danza, primer lenguaje, se traduce en festejo vital/erótico. Los umbríos por la pena pueden levantar su rostro hacia el horizonte. ‘Hay alguien tan inteligente que aprende de la experiencia de los demás’, bien decía Voltaire.
Nunca nadie estará preparado para la madurez
‘Celebración’ (1998), terminó en juicio; Otra ronda, en absolución para Martin, Anika y dicha para el público: con ese baile sublime del final en el que Martin por fin puede mostrar su destreza con el ballet jazz. Por otro lado, Vinterberg rinde tributo, así no sea explícito, al niño que deviene hombre y se lanza en vuelo: Martin, para terminar su faena se tira al mar y es aclamado.
Por la frescura del plano/secuencia, virtud del bailarín, acierto de la coreografía. En fin, por esa otra ‘celebración’ de la vida y del amor, trascendente, no anecdótica ni de ocasión, que no es una apología del alcohol ni una hipotética romantización del mismo, tal cual se deriva del nuevo rumbo que toma la cuarteta inmortal (aunque Tommy ya no esté) y las parejas implicadas, como gracias a su valor intrínseco lo explicitan algunos planos. Otra ronda también podría ser ‘una fiesta inolvidable’, en la que confluyen temas de todo tipo: filosofía, especulación científica, música, psicología, literatura, deporte, humor e incluso dolor, sobre el que Oscar Wilde decía que para poder soportarlo habría que darle forma y esa forma es estética, tiene la forma del arte, lo único que al decir de Nietzsche resiste a la muerte.
Planos como el de la cúpula ebria: Brézhnev y Nixon, tramando ‘acuerdos de cooperación’ etílicos; Boris Johnson, acusado de hacer fiestas en épocas de virus/negocio; A. Merkel, la quiebra/países que para la historia oficial es demócrata, con otro litro de Beer en la ‘derecha’; Yeltsin, con vodka en diestra cuando debería ser en siniestra; Sarkozy (8), condenado a tres años de cárcel por corrupción y tráfico de influencias durante su gobierno (2007/12); Yeltsin, de nuevo, y Clinton, el del affaire con la Lewinsky, a la que le manchó el vestido con algo más que trago, como se infiere no solo de la novela La mancha humana (2000), del (anti)judío Philip Roth (9); en fin, de nuevo Brézhnev, deseando ebrio ‘feliz año nuevo’: ¿a quién, en esta época? O el de Martin que muestra sus trilladas fotos de ‘ejemplo’: “Éstos son el Gral. [Ulysses] Grant, Ernest Hemingway y el ‘viejo’ Winston Churchill: ¿qué tienen en común?
Que beben como cerdos: Todos los meses, todo el año”. O el del fin de la juerga: los cuatro amigos guardan silencio sepulcral en medio de la penumbra; o el de Martin tirado en el piso de otra casa y su hijo Kasper, afligido, lo rescata de las manos de sus apenados vecinos; o el de los cuatro amigos cuando brindan: ¡salud! Y suena Cissy Strut, de The Metters, y bailan; o el más bochornoso: Tommy entra a la reunión en un zigzag de ebriedad y busca sentarse. Pocas veces con tan pocos medios, solo el personaje, se logra una tensión dramática similar; o, en fin, el de la despedida (temporal) de Martin y Anika: ella solo quiere discutir lo del cumpleaños del hijo y él empeñado en la utopía ‘quisiera que todavía estuviéramos juntos’.
Más allá del ‘guion creativo’ está su ejecución: por más exquisito, ahora solo es un ‘cadáver exquisito’: una puesta en escena sin fisuras. Junto a sincronización de secuencias y música, creación de personajes, equilibrio entre tragedia y lúdica, otra de sus mayores riquezas es la del valor del plano. Cada uno muestra lo útil al relato, sin abusos en el tiempo. Estética que juega con estrategias de iluminación, emplazamiento de cámara, ángulos de toma, aspectos poco vistos por la crítica.
A veces predomina el claroscuro; en otras, la luz/día sorprende. Hay una exigencia de eficacia/claridad al componer los planos para que se pueda descifrar el relato, ahorrar fatigas hermenéuticas con la imagen, poder centrarse en lo esencial. Recurrir al PP es parte de una conciencia que facilita interpretar a cada actor, con mínimo margen de error. Lo que también pasa en otros tres filmes únicos: Tiempo (2006), de Kim Ki-Duk, potente reflexión sobre la enajenación por vía de las cirugías plásticas, en la que no sobra un solo plano ni hay excesos con el tiempo; Las flores del cerezo (2008), de Doris Dörrie, summa sobre pareja/amistad/desafecto, con diálogos e imágenes medidas; y Una chica desconocida (2013), de los Dardenne, tratado de ética, compasión, postura política, de Jenny Davin, con respecto a una africana desaparecida a causa de racismo/xenofobia y ultraje sexual: el metraje parece transcurrir como si la médica portara la cámara de comienzo a fin. Paradigma de carisma espontáneo, no fingido como el de tanto N. Cage típico del cine gringo.
El abuso del alcohol trae debajo del brazo sus efectos: definitivos, parciales o recuperables. La plegaria de Tommy, sobre la re-unión de Martin y Anika, fue atendida y la amistad de los tres resultó inquebrantable. Tal vez, entretanto, Martin haya reflexionado sobre la madurez y concluido que jamás nadie llegará preparado a ella. Que la madurez quizás no sea otra cosa que recaer en los mismos errores de siempre, solo que… con artritis, Alzheimer, el hijo-de-Parkin ese. La historia de Druk, que en su origen fue:
“Una celebración del alcohol basada en la tesis de que la historia mundial habría sido diferente sin el alcohol”, tuvo al filo del tiempo un desolador desenlace: a cuatro días de filmarse Ida Vinterberg murió en un choque vehicular. Debido a la tragedia familiar, Lindholm y Vinterberg reelaboraron el guion para hacerlo ‘más vivo’: ‘No debería tratarse solo de beber. Se trataba de despertar a la vida’. Razón de peso, cargada de amor filial, existencialista, como si los dos guionistas se fundieran con Kierkegaard, para desvirtuar la idea de que el filme pudiera abrigar una apología del alcohol o una romantización del mismo: no, ha sido una ofrenda/despertar vital inolvidable. En todo el periplo Martin no ha cometido el error de querer enseñar: solo ha querido aprender.
A Santiago y Valentina, de quienes tanto he aprendido sin prurito alguno de pretender enseñarles.
Notas, enlaces y Bibliografía:
(3) KIERKEGAARD, Sören. Diapsálmata – El erotismo musical, 1843, PDF, 228 pp.: 88.
(4) ZULETA, Estanislao. Sobre la idealización en la vida personal y colectiva y otros ensayos. Procultura, Bogotá, 1985, 203 pp.: 131.
(5) DOSTOIEVSKI, F. M. Crimen y castigo. Círculo de Lectores, Bogotá, 1965, 522 pp.: 518-519.
https://www.youtube.com/watch?v=xIQ1kNLXIjk
(7) https://www.facebook.com/watch/?v=367171185249160
(8) https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-56242458
(9) ROTH, Philip. La mancha humana. Debolsillo, Random House, Barcelona, 2008, 430 pp.: 12.
FICHA TÉCNICA: Título original: Druk. En inglés: Drunk. En español: Otra ronda. País: Dinamarca. Año: 2020. Formato: 35 mm; color / b/n; 115 min. Género: Drama / Thriller psicológico. Dir.: Thomas Vinterberg. Guion: Th. V. / Tobias Lindholm. Mús.: Janus Billeskov Jansen. Fot.: Sturla Brandth Grøvlen. Mon.: Anne Østerud / Janus Billeskov Jansen. Vest.: Ellen Lens / Manon Rasmussen. Int.: Martin (Mads Mikkelsen); Tommy (Thomas Bo Larsen); Peter (Lars Ranthe); Nikolaj (Magnus Millang); Trine (Maria Bonnevie); Rektor (Susse Wold). Estreno: Festival Int. de Cine de Toronto: 12.sept.2020; Dinamarca: 24.sept.2020. Prod. / Estudio: Zentropa / Film I Väst / Topkapi Films. Dist.: Nordik Films. Premios: Festival de Cine de Londres (BFI): Mejor Película. Oscar al Mejor Filme Extranjero (2021). Festival de San Sebastián: Mejor Actor, para el cuarteto protagonista, entre otros.
* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución fue lanzado por UFES, 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión, EE y Las2Orillas. E-mail: [email protected]