Todos, en algún momento, hemos comprado una pastilla en Drogas la Rebaja. Desperdigada en todo el territorio colombiano, la cadena de droguerías vivió, a finales de los años ochenta, sus años más complicados. Junto al América de Cali este era la propiedad más querida por los capos del Cartel de Cali, los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela. Después del atentado que ellos le hicieron a Pablo Escobar y su familia en su edificio Mónaco, el capo del Cartel de Medellín decidió vengarse poniendo carros bombas en todas las sucursales de Drogas la Rebaja del país. Fue un verdadero infierno.
La cadena Drogas la Rebaja nació en un local en Mariquita, Tolima, su pueblo, y donde fue mensajero desde los 12 años. Cuando se trasladó a Cali junto a sus hermanos, a mediados de la década del cincuenta, se convirtió en el muchacho de los mandados de una farmacia en el Barrio Belalcázar en donde aprendió a hacer trampas con los precios de las drogas y, ya siendo parte de Los Chemas, en 1972, abrió su propia farmacia en un garaje. Luego, ya a principios de los 8O, hicieron una movida crucial: le compraron a la familia Arango la tradicional cadena de supermercados Jota Gómez, la re-nombraron La Rebaja como parte de la red. Con la detención de los capos del cartel de Cali en 1995, el negocio pasó a manos al primogénito de Gilberto, Jaime Rodríguez Mondragón, formado profesionalmente en Standford.
La puesta en vigencia de la Ley Clinton en ese mismo año, por iniciativa del Presidente de Estados Unidos como mecanismo de la lucha internacional contra las drogas, mandaron al traste las pretensiones empresariales de la familia. El emporio familiar entraba en zona de candela, ahora judicial.
Mientras tanto Drogas la Rebaja sigue siendo una de las cadenas más respetadas y queridas de los colombianos a pesar de su terrible pasado.