Unos pocos vicios son suficientes para oscurecer muchas virtudes.
Plutarco
Mientras se limita el consumo del cigarrillo porque se ha demostrado su efecto cancerígeno en el organismo o se abomina del alcohol como un elemento que altera significativamente las acciones realizadas por los individuos, con sus daños moderados y graves sobre el sistema fisiológico de las personas, no falta el alumbrado (no tanto iluminado) que dice que consumir una droga no “afecta” en ningún modo la cognición o que no genera adicción y, al mismo tiempo, confiesa ser adicto por muchos años al consumo de la misma, la contradicción en dos patas.
El fumador es un adicto, el tomador en cantidades excesivas de bebidas alcohólicas y, cualquiera que no pueda, de manera definitiva y radical dejar de lado un hábito dañino, está esclavizado a un proveedor, a una sustancia y a sus propios deseos instintivos.
Como libertario respeto la decisión de vida del individuo, pero cuando esa decisión de vida afecta a los terceros, a aquellos que, por la acción irresponsable del adicto son afectados directa o indirectamente (en lo moral, en sus bienes o cuando los impuestos se deben destinar al tratamiento de estas adicciones) no es lógico, entonces, promover el vicio como un estilo acertado de vida.
Al final, toda droga termina afectando significativamente la cognición y los reflejos, que, por supuesto puede terminar afectando la integridad física de otros. No olvidemos los casos de conductores ebrios o de personas que bajo los efectos de cualquier estupefaciente han ocasionado tragedias reseñadas, muy frecuentemente, en los medios de comunicación.
La droga es, sencillamente, causante de alteraciones en el desarrollo normal de la vida de cualquier ente; todo estupefaciente es adictivo (en mayor o menor grado) y, en el caso del cigarrillo, por ejemplo, causa terribles efectos que resultan en alteraciones de salud bastante graves que implican sufrimiento para el paciente y su familia y, por supuesto, erogaciones económicas sustanciales en gastos médicos que buscan salvar, en algunos casos, la vida del afectado y, en otros, por lo menos paliar los terribles sufrimientos que preceden a la muerte.
Eso sin contar los efectos colaterales de los fumadores “pasivos”.
El alcohol también genera afectación de manera directa o indirecta, tiene efectos que van desde la desintegración del grupo familiar hasta daños que afectan la salud del bebedor consuetudinario como la infame cirrosis. El alcohol altera los sentidos y desinhibe al individuo llevándolo a cometer acciones como la conducción de vehículos automotores a velocidades inadecuadas terminando, la gran mayoría de las veces, en accidentes que destruyen vidas, que destrozan sueños y obligan a reflexionar a muchos respecto al abuso y consecuencias que se genera desde el consumo de esa droga “legal”.
En este caso siempre existe el fumador esporádico o el tomador social, personas que no son permeadas por la adicción, que no caen en las garras de estas drogas de consumo permitido por las normas sociales y estatales. Pero son casos muy puntuales. En otros, la gran mayoría, se convierten en hábitos o adicciones que son difíciles de controlar y que, con el paso del tiempo, traen consecuencias complejas y terribles para el afectado y su entorno familiar y social.
Desde la marihuana hasta la cocaína, pasando por drogas sintéticas como la (im)popular metanfetamina (popularizada en la excelente serie de televisión “Breaking Bad”) cualquier sustancia que altere temporalmente los sentidos del ser humano no puede ser considerada “buena” o “recreativa”, y, no olvidemos, también existen los sintéticos derivados de plantas o estructurados químicamente que se utilizan para tratar enfermedades o aliviar el dolor y que son necesarios en tratamientos médicos que no dejan de ser drogas, que, en muchos casos terminan negociándose fuera de los centros de salud para adictos que desean probar “algo nuevo”, “algo diferente”.
Tampoco olvidemos que la adicción puede llegar a ser tan despiadada que hasta el pegante de calzado y la misma gasolina terminan siendo paliativos para satisfacer la ansiedad desesperante que atenaza a las víctimas de las drogas que inician con la marihuana y terminan con cualquier cosa que los libere, temporalmente, de la realidad.
Es así como nuestros niños(as) y jóvenes terminan atrapados en la maraña del consumo, en manos de los mercaderes de la muerte, víctimas de una supuesta libertad que los condena a las cadenas perversas de la dependencia del traficante, que destruye sus posibilidades (aunque no falta el senador que alegremente se jacta de triunfos universitarios o de maestrías excepcionales) de crecer intelectualmente o de desarrollar una vida plena.
En un país donde promover el deporte es una odisea, donde motivar a la lectura es un imposible y donde educar respecto al respeto y los valores es una quijotada, el escuchar a un individuo hablar de “drogas recreativas” es un absurdo que demuestra que estamos en el mundo del revés.
Recreativo es un juego de fútbol entre amigos o como deporte competitivo, recreativo sumergirse en la lectura de “Un mundo feliz” de Aldous Huxley (retrato fiel del uso de la droga para el control de la población), entretenido es ir al cine a ver “Réquiem por un sueño” (2000) del director Darren Aronofsky que muestra la pesadilla desesperante de la adicción.
El resto, las consecuencias trágicas, señor senador, no tiene nada de entretenido o de alegre; sino, pregúntele a los afectados y a sus familias; sino, consulte a verdaderos médicos y científicos que han determinado que eso que para usted es “divertido” para muchos es una aterradora tragedia.