Doctor Álvaro Uribe Vélez, mi condición natural me impide poder ofrecerle un hijo (soy hombre) pero si hubiese sido mujer, muy seguramente habría querido hacerlo.
Fue muy alta y muy grande mi admiración y respeto hacia usted. Fui parte de esa enorme masa de colombianos que le profesó profunda admiración casi hasta confundirlo con amor. A eso nos lleva muchas veces la idolatría.
Sin embargo, eso me pasó. Ahora ya no soy Uribista, me pasé de equipo. Ya no le admiro. Al contrario, creo que me desencanté de usted hasta el punto de que lo que dice y hace me causa indignación.
No obstante, estas palabras no se las digo para criticarle las razones por las cuales dejé de admirarle, no.
Lo hago porque siento el derecho y el deber, que me da haber votado dos veces por usted, de decirle que en Colombia solo existe un hombre capaz de dividir al país en dos; y ese hombre es usted.
Pueden dar misa si quieren, pero solo usted tiene el poder de polarizar tanto a toda una sociedad, y desafortunadamente ese enorme poder, quizás sin proponérselo, lo ha llevado a usarlo de mala forma.
Nos odiamos sin límites.
Vivo en un departamento y un municipio donde la gente, en su enorme mayoría, respira por sus ideas, comulga con sus pensamientos y está dispuesto a hacer lo que usted diga, sin medir palabras.
Y eso es grave. Tanto que muchos amigos y familiares, con los que me crié y que quizás nunca le han dado la mano a usted (yo sí), ahora no me hablan y me han dicho todo tipo de apelativos que van desde mamerto a comunista, pasando por todos los que usted también conoce. Es decir, perdí a mis amigos por culpa de un debate que no debería darse en esos términos.
Lo ocurrido con Daniel Samper pudo ser más el producto de la ligereza de sus dedos al oprimir las teclas en su celular y ahorrar caracteres.
Quiero pensar que usted no quiso en verdad llamarlo violador de niños.
El Twitter no perdona las ideas largas.
Eso demuestra que usted no es más que un ser humano, que como todos, cometemos errores.
Pedir disculpas no es de cobardes. Al contrario, es más de valientes. Usted debería hacerlo y con seguridad eso tendrá un efecto positivo inmediato en Daniel. Téngalo por seguro.
Como admiro a su esposa Lina, quien con gallardía, prudencia y diplomacia saluda de beso a la esposa de Juan Manuel Santos. ¿Es mucho pedir que se parezca usted a ella?
Pero sabe que lo que más me preocupa no es el ejemplo que usted le da a cientos de personas adultas que lo siguen religiosamente con admiración. Me preocupa que esa admiración pueda terminar en un fanatismo que nos conduzca a más violencia, al estilo de la Yihad Islamista.
Sin embargo, hay un escenario que me parece aún más cruel y ese puede darse en cualquier colegio de clase alta el día que uno de sus nietos le diga a las hijas de Daniel Samper o de cualquier contradictor suyo que el papá de ellos es un violador de niños, o un terrorista o un guerrillero o un comunista. Y eso lo dirán porque lo escucharon de sus mayores y entonces el odio habrá trasegado la frontera de una nueva generación que se seguirá odiando por culpa de unos viejos que no entendieron que de esos odios no nace sino maldad y más violencia.
Los niños, doctor Uribe, aprenden más de los ejemplos que de las palabras.
Estoy seguro de que unos hombres tan creciditos y con tan buena educación, como usted y Daniel, pueden encontrar la forma de no llegar a un tribunal para decir algo que con seguridad el orgullo hoy impide decir, pero que la historia y los ojos de esos jóvenes, que habrán de cargar sobre sus hombros la responsabilidad de manejar este país, si lo verán como un acto de enorme nobleza.
Si sus hijos ya no se quieren con los hijos de Juan Manuel Santos, evite que sus nietos se llenen de ese mismo sentimiento malvado que no les permitirá ser felices y de paso permita que mis nietos, algún día, lo vean a usted como alguien que pudo cambiar al país y que el equivocado con usted era yo.
Posdata: Usted, al igual que Daniel Samper, me tienen bloqueado en Twitter. Así que no hago esto por ustedes sino por mis nietos.