¡Que los bolardos invadan los andenes!

¡Que los bolardos invadan los andenes!

No son lo peor que le ha pasado a Bogotá. Su destrucción nos ha hecho retroceder 30 años

Por: Abdul Jiménez Pulido
septiembre 22, 2015
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¡Que los bolardos invadan los andenes!
Foto: tomada de eltiempo.com

En 1986 se aprobó la elección popular de alcaldes. La primera campaña fue liderada por un presentador de televisión, un delfín en quien no creíamos, y después comprobamos que no fue capaz. Andrés Pastrana Arango ganó la alcaldía en 1988, este "gran" alcalde, además del hueco fiscal, dejó el puente de la 92 que ha sido reconstruido tres veces. Muchos le hemos asignado su nombre a ese puente, para recordar que nunca más debemos elegir a ningún Pastrana en el poder.

Después de la hecatombe de Pastrana vino Juan Martín Caicedo Ferrer, un riquillo socio del club Los Lagartos que terminó en la cárcel por cuenta de unos auxilios mal distribuidos. Y ahí sí llegó el primer gran alcalde de la ciudad, el muy mal querido Jaime Castro Castro, un boyaco que saneó el fisco de la ciudad; estas acciones de saneamiento allanaron el camino para Antanas Mockus y Enrique Peñalosa, quienes modernizaron esta capital.
Es casi seguro que Antanas Mockus no recuerde que bebimos un par de tragos en la fiesta del Ingeniero Agrónomo en 1993, cuando era rector de la Universidad Nacional, pero él y todos recordamos que ganó la alcaldía después de mostrarle el culo a los estudiantes que no lo dejaban hablar en el auditorio León de Greiff. Esa irreverencia ante la sociedad condujo a que en Bogotá se iniciara una época de metáforas que llevaron a la cultura ciudadana, acompañado con reordenamiento del espacio público, un manejo fiscal impoluto y, sobre todo, la proyección social, política y económica de la ciudad. Pero la ciudad no tuvo tanta fortuna ya que la avaricia política de Mockus lo llevó a renunciar para poder aspirar a la presidencia, elección que nunca ganó.

Después llegó al poder un tipejo que renunció a su ciudadanía gringa para poder aspirar en la política bogotana, admito que pensé que no era más que otro ladrón de cuello blanco cuando repartía volantes a la entrada de la Universidad. Enrique Peñalosa tuvo una virtud importante, construyó sobre las cosas buenas que dejó Antanas Mockus, generó algo que para entonces nadie valoraba, el espacio público y, aunque no le guste a muchos, acabó el eterno trancón de la Av. Caracas; quienes lo critican debería revisar la historia sobre cómo era la Caracas antes del año 2000.

Vinieron 4 años más de Antanas Mockus, esta vez nos respetó y culminó su periodo. Utilizó su inteligencia matemático-filosófica, y, al igual que su antecesor, construyó sobre lo construido. Para ese entonces, Bogotá se había convertido en un centro turístico del país, se respiraba orden a pesar de que seguían los problemas de pobreza, pero incluso las personas de menos recursos se sentían incluidas con el solo hecho de gastar menos tiempo en el transporte público para llegar a sus trabajos o a sus casas.

Figura 1. Gif  animado de dos niños intentando llegar a su casa. No tienen andén. 2015

A Peñalosa lo critican por lo bolardos, por las losas, porque no le dio gusto a Uldarico y sus 50.000 taxis, porque no negoció el espacio público, por el plan maestro de movilidad y hasta porque inició la expropiación del campo de polo del Contry Club. No obstante, prefiero ver el vaso medio lleno, para que los bolardos invadan los andenes con el fin de tener de nuevo espacio público sin el temor de que un carro atropelle a los peatones.

Imagen 2. Bolardos derribados por los dueños de ese taller, con el fin de poder parquear carros en el andén que es para los peatones. 2015

Al oír los diferentes medios de comunicación y leer las redes sociales haciendo referencia a los bolardos como lo peor que le ha pasado a Bogotá, pienso que son los dueños de los carros enojados por no poder parquear sobre los andenes, a ellos sí que los afecta. Y ni qué hablar de los vendedores ambulantes; aunque no guste, en Bogotá no hay andenes para la gente, hemos retrocedido al menos 30 años en espacio público y ninguno de los sociales fue capaz, en 12 años, de crear políticas de empleo que redujeran la pobreza en vez de promover la anarquía y la informalidad de los subsidios.
La política es un tema del cual no podemos escapar en estos días, y cada festejo es un motivo para traerlo a colación. En medio de la celebración, cuando se llegó al tema álgido, uno de los participantes dijo "no hay que ser ingenuo, la opción menos mala es el Dr. Bolardo". Mi posición es que no es la menos mala, es la única que tenemos después de ver cómo la ciudad se modernizó en 8 años y a los 12 siguientes se volvió a destruir, acabando lo más valioso que teníamos: la cultura ciudadana".

Dirán la masas ingenuas: "pero reconozca que en estos 12 años ha habido alguna cosa buena". Sí, lo reconozco. Pero no es posible que la única forma de reducir la pobreza sea entregando subsidios a diestra y siniestra. El 31 de mayo en la vereda Las Mercedes, un joven de no más de 30 años, quien tal vez recibe un mercado cada mes, tal vez participa de Familias en Acción, hizo la siguiente afirmación "Nosotros somos gente que sabe trabajar. Nosotros no somos mendigos. Nosotros no necesitamos que nos regalen Nada. Nosotros necesitamos que el gobierno nos respete, arregle las vías, que haga planes de mercadeo para cuando sacamos nuestros productos". Nunca pensé que una persona joven con algún grado de pobreza se atreviera a decirle a las instituciones presentes ese día que lo regalado produce más pobreza, incluso pobreza mental.

Imagen 3. manifestación en contra de Transmilenio 2012.

 Me duele ver que la gente en Medellín quiere a su ciudad y, a pesar de tanto problema social, hay respeto por lo poco que su gobierno pone a disposición de la comunidad. En cambio en Bogotá somos enemigos de cada migaja que las alcaldes han dejado. Acá la inconformidad se manifiesta en la destrucción; en Medellín se construye para reducir la inconformidad, pero esta anarquía bogotana tiene raíces profundas y es un problema de autoestima que tiene que cambiar con usted, doctor bolardo.
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