Mirando el infinito desde su celda, estaba Alvarito recordando aquella niñez en la eterna primavera su ciudad, Medellín. Recordaba aquel día en el que vio a su mejor amigo Juan Ma saboreando una deliciosa golosina que él no podía comprar. Juan Ma como de costumbre egoísta, no le ofreció ni el pedazo más pauperrimo al pobre Alvarito, que de rabia tumbó su golosina y disfrutó hasta la última lagrima de Juan Ma.
Marcado por este momento Juan Ma creció con un pequeño rencor hacia Alvarito, que no hacía más que pensar en el momento en que le tumbó esa golosina y en el cual prometió estar siempre por encima de Juan Ma. Como era de esperarse, estos dos pequeños personajes crecieron y no con un destino tan jocoso como el momento de la golosina sino más bien un poco amargo.
Alvarito, guiado por el rencor y su corazón lleno de odio se rodeó siempre de personas iguales a él. Su grupo de amigos era muy selecto, sus dos mejores amigos se llamaban Ordóñez y Zuluaga, y los únicos requisitos para pertenecer a tan selecto grupo eran dos valores de Alvarito, valores que él trastornó a su manera :el valor de la corrupción y el del cinismo. Por otro lado, Juan Ma había crecido sin tanta malicia, pero esto no era del todo bueno, pues se acostumbró a ser siempre el títere de su superior y como buen títere no tenía voz, solo se abstenía a poner una linda cara que por cierto en el intento también fallaba.
Años después, ya en la cúspide de su carrera, Alvarito alcanzó la presidencia; un hecho un poco absurdo para algunos, ya que Alvarito tenía valores, pero no como los de cualquier persona, sino unos propios. Esta presidencia duró 8 años y al terminarla para sorpresa de Alvarito un títere asomaba su cabeza para ser el sucesor. De repente, sin imaginarlo, Juan Ma, el pobre Juan Ma, que no fue más que un pusilánime durante toda su vida ya estaba sentado en el trono que dejó Alvarito, que por cierto estaba un poco manchado.
Juan Ma acaparando tanto poder y riquezas no sabía qué más hacer, así que decidió hacerse el loco. Entre tantas locuras, fiestas y disparates, a los cuales, por supuesto, estaba invitado Alvarito nunca hizo falta un buen banquete. Entre banquetes y agasajos el títere cobró vida y maquinó un plan digno de una persona que razona. Le echó un polvito casi mágico al caviar de Alvarito, que lo hizo decir todas las atrocidades de su mandato, entre todas ellas aceptó ser el creador de los paramilitares. Se perdonó por los falsos positivos y no dudó en decir que odiaba a la clase trabajadora y que solo deberían vivir bien los empresarios como él. Todos los invitados estaban sorprendidos, excepto los que conocían a Alvarito desde infancia, porque para estos no era ninguna sorpresa sus actitudes. Juan Ma ahora sí disfrutó de su momento más jocoso y mandó a Alvarito al principio de esta historia.
