Los fondos privados de pensiones vienen señalando que la tendencia creciente de la población a su envejecimiento, producto de los bajos índices de natalidad, hace difícil que a mediano plazo haya recursos suficientes para pagar a los pensionados.
Como esta es una forma maquillada de decir que lo que les preocupa es que cada vez ingresen menos cotizantes al sistema mientras se incrementa el número de mesadas a pagar, tales fondos debieran pensar en tomar las de Villadiego en busca de otros nichos empresariales que les ofrezcan perspectivas más halagüeñas a sus ambiciones de lucro. La pregunta es: ¿Por qué no lo hacen?
Pues no lo hacen porque, antes que preocuparse por el futuro, lo que les interesa es aprovecharse de un presente en el que lo que pagan por pensiones es mínimo comparado con lo que reciben por aportes. Cuando estas cifras se aproximen, pondrán, entonces, pies en polvorosa, pretextando inequidades y quiebras -que serán quiebras hacia adentro-, aunque lo más seguro es que busquen, más bien y ahí sí, una reforma que les permita continuar en este, el mejor negocio que actualmente pueden tener.
Sin embargo, no podemos cerrar los ojos ante la realidad de este problema. Petro sabe que existe, pero sabe también que las causas no están en natalidades ni envejecimientos, sino en una serie de reformas neoliberales al código laboral, mediante las cuales se conculcaron importantes derechos a los trabajadores, como los de la estabilidad laboral y la justa remuneración, de los cuales se derivó una disminución notable del número de aportantes, la reducción de la base de liquidación de los aportes y el incremento constante de una masa social que llega a la edad de pensionarse sin poder cumplir con los requisitos legales para hacerlo.
Esa masa especialmente desfavorecida llega hoy al 75 por ciento de la población en edad de pensión. De allí que la reforma establezca para ella un pilar solidario, en el cual encontraría alivio al estado de indigencia en que está sumida la mayoría de sus integrantes.
Sin embargo, con la sola aprobación de la reforma pensional no es suficiente. Si esta no va acompañada de la reforma laboral que también está en curso, el catastrófico desbalance de aportes y mesadas se agravará. Lograr la aprobación de ambas es un deber inexcusable que el movimiento popular debe asumir plenamente, y solo puede hacerlo haciendo valer en las calles su condición de constituyente primario.
Ya lo ha hecho en ocasiones anteriores, como ocurrió este pasado 9 de abril, pero no es suficiente. Cada día necesita hacerlo más masivamente y con mayor combatividad. Así lo demanda el momento presente.