Dos personajes de alto interés e influencia nacional son los que escojo para esta columna, con el fin de explorar su lenguaje corporal. Ingreso a Google, pongo sus nombres, voy a “imágenes” y comienzo mi viaje a través de sus rostros, pero pronto me doy cuenta que sus manos son expresivas a no más.
Unas se presentan en su mayoría abiertas, saludando, conteniendo, acogiendo o con la palma al frente indicando estar desarmado, incluso con una palabra pintada sobre ella. También el mismo personaje las une una sobre la otra, a la altura del pecho, en gesto de confianza en sí mismo. Con frecuencia hace un círculo entre pulgar e índice dando precisión, firmeza. Lleva su derecha al corazón, abierta, no la empuña. Unas pocas veces el índice está levantado resaltando algo, pero no veo ninguna imagen de este gesto apuntando hacia otros.
Las del otro son en su mayoría con el índice acusativo, con el brazo levantado apunta de descargar del látigo, puño cerrado con dedos bien apretados listo a la lucha. Se rasca la cabeza, le escuecen los pensamientos. O las presenta abiertas de parapeto, mientras su rostro expresa disgusto. Con frecuencia ajusta con ellas sus lentes —para querer ver mejor, no literalmente, sino…— Rostro y años expresan un “…pero que es lo que no entienden…”
Rostro adusto, serio, distante en sus fotos recientes mostrando el gran contraste con las de su juventud llenas de brío optimista. El convencimiento interior no deja duda, la distancia tampoco. Mezcla de tristeza, rabia, reflexión, asombro y duda no cejan en su mirada.
La sonrisa franca, abierta, relajada, del otro personaje es su sello. Cabeza recta, o inclinada ligeramente hacia abajo mientras eleva los ojos señalan respeto. Mirada a veces inescrutable, muchas también sonríe con ella, profunda, penetrante.
Es el lenguaje corporal en su máxima expresión. Me dirán “sesgado”, lo acepto, parte del lenguaje corporal va unido a quien mira, a quien lo interpreta. Mas sin embargo los estudiosos son precisos al señalar el índice levantado con puño cerrado como látigo y la palma de la mano abierta, mostrada de frente o mirando hacia arriba como desarme y acogida.
No puedo estar frente a ellos, en un cara a cara, para ver su alma a través del espejo de los ojos. Dejo a cada lector (difícil que no los hayan identificado) el descubrir el alma de los dos personajes. Seguramente encontraremos más similitudes que las que muestran sus personalidades forjadas en los avatares de cada una de sus vidas. Posiblemente encontremos en el fondo de sus almas el mismo anhelo, en el uno y el otro, por servir, por liderar, por cumplir ideales. Cada cual los ha manifestado en la vida como si fueran los opuestos-complementarios que observamos en una imagen yin-yang. ¿Qué espejo son cada uno de ellos para nuestro interior, para nosotros mismos?
