Hay coincidencias que no son fortuitas en este largo y accidentado proceso que condujo a los Acuerdos de La Habana. El pugilato entre los partidarios y los adversarios de un cambio en la tenencia de la tierra, primer punto de la agenda negociada entre gobierno y guerrilla, revivió con pugnas en torno a la restitución, pero el ministro del Posconflicto asegura que se regularizará el problema de la propiedad rural.
Por varios meses respiramos paz viendo desmovilizaciones y concentraciones, oyéndoles otro lenguaje a los insurgentes de las Farc, celebrando respaldos internacionales como el del Vaticano. Parecía que nos despedíamos de los ataques y los tumbos de los controvertidos diálogos con bastante optimismo. Pero la última sentencia de la Corte Constitucional ha dejado la impresión de que habrá un réquiem in pace por la aplicación del fast track. ¿Será verdad tanta maleza?
El nuevo magistrado, Carlos Bernal, votó por una tesis con talante de señorón independiente, pero la forma como fue elegido desvaneció la inconsistente apariencia. Los conservadores, que se habían comprometido con los liberales a votar por Néstor Osuna, se bajaron del vagón y, en alianza con el Centro Democrático y la mayoría de los senadores de Cambio Radical (ya se quitaron la máscara), cambiaron de opinión y de voto para ungir a un académico ideológicamente afín y adversario declarado de los pactos (Noticias Uno publicó un video que despeja dudas), dejando a Santos con los crespos hechos.
Cuando supe que Bernal completó la mayoría decisoria, fue cuando entendí la euforia con la cual el exministro Fernando Londoño, siempre brillante y siempre malévolo, garantizó que harían trizas el Acuerdo de Paz. ¿Después de las elecciones de 2018? No, antes, con el votico de un joven ternado por el propio Santos gracias a la recomendación del rector del Externado. Todavía pagándole el presidente al conjuez Juan Carlos Henao el desconocimiento de los derechos adquiridos de unos pensionados del Congreso y la Justicia.
¿Hacer trizas el Acuerdo de Paz después de las elecciones de 2018?
No, antes, con el votico de un joven ternado por el propio Santos
gracias a la recomendación del rector del Externado.
No ha cesado, pues, el afán de ciertos rectores por colocar a sus favoritos en las altas esferas del Estado.
De las perfidias propias de la mecánica parlamentaria salen grandes ganancias políticas. El gol que le metió Henao a Santos, asistido por el incumplimiento de los conservadores a los liberales, reencauchó a Uribe con el contragolpe a la votación en bloque y al imperio del Ejecutivo en las decisiones legislativas. El litigante Iván Duque Márquez se ganó la seda encarnada del pendón de guerrero que podría lucir en la Casa de Nariño el 7 de agosto de 2018. Dos plumazos (el de la demanda y el del fallo) son los palos en la rueda de la implementación.
Así las cosas, que se olviden Alejandro Ordóñez y Marta Lucía Ramírez de que Uribe sacrificará a uno de los suyos para escoger entre dos advenedizos. A lo sumo, la Vicepresidencia. El partido de Caro y Ospina no se zafa de su complejo de minoría ni admite su crisis de identidad. El tiempo se puso amarillo sobre las fotografías de don José Eusebio y don Mariano, y el abnegado Hernán Andrade soporta estoico la pejiguera de pedir limosnas de futuro.
Los congresistas de la Unidad Nacional no se desaniman. Brincan de júbilo porque ven a corto plazo el mismo cuadro que vemos los colombianos que no somos bobos de babero: al presidente Juan Manuel Santos y al ministro de Hacienda despilfarrando los billones de la Reforma Tributaria y los billones recaudados por impuestos a los bienes y cuentas bancarias de colombianos en el exterior, en mermelada aprobatoria. Aún sudan los esclavos para que sus majestades gocen.
Esa es la Colombia moldeada por los jefes políticos contemporáneos. Ya no necesitamos, como Maquiavelo, escoger a Marco Aurelio en lugar de Nerón. Todos son iguales. Ninguno es mejor. Los convites se reducen, como lo escribía Discépolo, a que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches… el que no llore no mame y el que no afane sea un gil.
Dejemos de extrañarnos por la derrota del pensamiento racional.