Casi simultáneamente recibí dos mensajes por WhatsApp que no pueden ser más distintos el uno del otro. Uno refleja el odio y la soberbia de quienes alimentan el “sistema patriarcal” que nos domina y aplasta. El otro plantea los valores verdaderos de lo que es la “cultura maternal”, señalándola como camino para sustituir la “cultura paternal machista”.
El primer mensaje, con rabia a flor de piel, la da el general Poveda como reacción a un tuit público del magistrado Luis Guillermo Pérez en el que, en defensa de la paz, decía que “los que promueven la guerra no exponen la vida de sus hijos”, agregando que “deberían recordar que mañana las víctimas pueden ser sus hijos”.
El mensaje del general, producto de su rabia, le hace decir: “Uds los zurdos llaman guerreristas a quienes defendieron al estado de la opresión criminal de las farc y el eln”, lanzándose en los consabidos desmanes que se utilizan para hacer del conflicto armado un infierno, donde los buenos son los militares y la razón de la guerra es, según esta visión, el resultado de las ideas y los actos de unos seres perversos.
Para el general Poveda no existen causas para el origen del conflicto. Pasa por alto el hecho de que el pueblo, como gesto de autodefensa, se levantó en armas cuando, asesinado mi padre, Jorge Eliécer Gaitán, se incrementó el genocidio generado desde 1945 a las huestes gaitanistas, baño de sangre que llamaron La Violencia (con mayúsculas) para hacer desaparecer la existencia de víctimas y, por ende, encubrir a los victimarios.
Con bella frase lo explica Manuel Marulanda en la biografía que le escribió Arturo Alape: “La familia de nosotros era gaitanista. Uno les oía comentar… que con el triunfo de Gaitán —al tío se le aguaba la saliva en la boca—, se desarrollaría en el país una política de colonización para los sin tierra y los sin trabajo, que les darían muchos créditos para el derrumbe de montañas”. Marulanda concluye diciendo bellamente: “el árbol de la ilusión quedó cortado de raíz con el asesinato de Gaitán, las palabras cogieron rumbo tras la montaña”.
Por otra parte está la entrevista que le hizo Carolina Sanín a Pedro Adrián Zuluaga, demostrando creatividad, innovación y sabiduría, donde se refiere a los “falsos positivos” señalando la inexactitud del nombre. Comenta, además, el no reconocimiento del valor de la vida en la cultura colombiana y las secuelas que deja el sistema patriarcal en que vivimos, donde una figura paterna manda, ordena y somete a su voluntad absoluta a “sus hijos”, legando su mando a uno de ellos, como es el caso de Iván Duque. Las reflexiones de Carolina Sanín representan una búsqueda real para el encuentro con la paz.
Son dos antípodas que dejan opciones antagónicas para el futuro de Colombia. Son dos caminos que conducen a situaciones nacionales totalmente diferentes. Continuamos con la lógica y las prácticas patriarcales que mantienen la guerra, o tomamos el camino del respeto maternal a la vida. Bien sabido es que la maternidad da vida, cuida y protege. Es esta la reflexión que podemos hacernos con ocasión de este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.