La constitución y las leyes no son neutras. Nunca lo han sido, en ningún país, en ningún momento de la historia. Existe un tipo de organización legal para cada tipo de sociedad: las monarquías tienen constituciones monárquicas, las dictaduras constituciones dictatoriales, las democracias presidencialistas constituciones presidencialistas, las parlamentarias constituciones parlamentaristas. Es decir para cada organización social, se hace una Constitución y de ahí se derivan sus leyes, que no son otra cosa que el desarrollo de esos estatutos nacionales establecidos bajo la figura de una Constitución.
De ahí que no podemos decir que las leyes de Colombia son neutras. No, fueron hechas bajo un sistema político ideológico capitalista, una democracia participativa, presidencialista, con dos cámaras, división de poderes, garantía de derechos, una sociedad multiétnica, pluricultural y laica. Todo eso responde a los acuerdos ideológicos que se dieron en el 91 cuando mediante Asamblea Constituyente, elegida por voto popular, se rediseñaron los parámetros que regirían a nuestro país.
Pero una vez establecida la Constitución una nación se rige por ella y se debe aplicar a todo el mundo por igual. Esa es la justicia, la aplicación de lo que fue acordado como Constitución sin distingos de a quién se le aplica. De ese momento en adelante no hay lugar a miradas parciales o consideraciones ideológicas, porque ya la ideología viene incorporada en las normas constitucionales.
Cuando un país respeta su Constitución no se puede permitir dos grandes males: la privatización o la politización de la justicia y aquí hemos tenido de ambos por doquier. La privatización en manos de grupos armados, paras, guerrillas, bacrines o mafias que intimidan o compran sentencias o jueces; y la politización como se está presenciando con el caso del alcalde de Bogotá.
Que hay una persecución política en la destitución de Petro casi nadie lo pone en duda, así el señor procurador esta semana haya intentado en varios medios de comunicación defender la “juridicidad” de su actuación. Da la impresión que más que un gran jurista es un excelente retórico para sustentar mediante argumentos acomodaticios las causales de falta gravísima que le asignó a la actuación del alcalde.
Mirados sin el apasionamiento político o ideológico del procurador esos hechos habrían dado máximo para falta leve. ¿Recoger basuras en volquetas unos pocos días? Entonces que destituya a más de la mitad de los alcaldes que así recogen las basuras en barrios y veredas a lo largo y ancho de Colombia. ¿Tres días de despelote por el cambio de modelo? En Bogotá y en otras ciudades los despelotes por múltiples razones duran semanas. ¿Qué tal el despelote de los pases? ¿O el de los hospitales? ¿O el de la justicia? ¿Entregarle la operación a dos empresas sin experiencia? Esta podría ser una de las faltas más notorias, pero en todo caso fue a empresas estatales. No hubo corrupción, ni favoritismo como si lo ha habido en otros casos de licitaciones enormes que se le entregan a compañías ineptas que no cumplen lo pactado. Claro, la falta es la improvisación, pero la valoración del daño causado está teñida de ideología y persecución política.
Hasta ahora lo que venía haciendo Petro para defenderse de esas arbitrariedades en la aplicación politizada de la ley, estaba ceñido a lo que nuestro ordenamiento legal, tan garantista, permite. Movilizaciones, tutelas, apelación a cortes internacionales es el menú establecido en la Constitución. Pero cuando aparece el magistrado Armenta a conceder una tutela con un impedimento ético tan evidente como la vinculación laboral de su esposa a la empresa de Acueducto de Bogotá, se iguala en politización con el procurador.
Mala seña la que se da con esa tutela. No era necesario atravesar semejante palo en la rueda de los derechos del alcalde. Eso es dar papaya para que quienes están celebrando la destitución y no podían criticar la defensa de Petro, ahora reclamen que hay conflicto de intereses y que se está acomodando la ley de acuerdo con simpatías políticas. No alcalde, habiendo tantos jueces no es bueno que quien lo defienda tenga semejante rabo de paja, porque lo que se le critica al procurador no se le debería criticar a usted.
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