Dos historias, dos orillas
Opinión

Dos historias, dos orillas

Por:
abril 13, 2014
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UNO (Lecciones aprendidas desde una ventana)

Un chico aprende a montar en bicicleta en este momento. La bicicleta tiene dos ruedas y la calle es tan interminable y misteriosa para él como puede serlo un mapa del tesoro para un viajero virgen en su aventura inicial. El chico pedalea con temor e incertidumbre pero con la misma devoción de una monja el día de su santo. Con esa fe devora los metros que lo llevan desde la puerta de su casa hasta la esquina más próxima; donde termina la cuadra y empieza el mundo. Luego sus piernas le demuestran la confianza que nunca pensó que alcanzaría frente al tablero en clase de matemáticas el día en que tenía la respuesta exacta a la pregunta que nadie intentó siquiera adivinar. Y con esa porción de orgullo propio se siente el piloto de su propia vida y la bicicleta es suficiente reino para ser príncipe por lo menos por este momento y dos ruedas lo elevan del suelo al cielo con un sillín de por medio. Se siente capaz de desafiar la furia de Dios cuando el impulso es suficiente.

Un chico aprende a montar en bicicleta en este momento. Avanza como lo hacen las malas noticias, veloz y azarosamente, pero su motor es esperanza en estado puro. El chico, que monta solo la bicicleta por primera vez, cae solo de bruces al asfalto por primera vez con la torpeza que suele esconderse en nuestros más finos movimientos. Le tiemblan las piernas, los brazos, lo único que acelera es su corazón mientras la bicicleta está detenida y sus ojos buscan que nadie lo haya visto tropezar. En la vida cuando das un mal paso y caes siempre sobra un zapato. Recoge todo del piso mientras se levanta con señas de la caída pero no le arde tanto como para no volver a intentarlo y empieza de nuevo a usar el pequeño muro del frente de su casa como si fuera escalera al cielo. El chico se promete que esta vez si será. Y con cada pedalazo su herida empieza a sanar.

Un chico aprende a montar en bicicleta en este momento.  Primero un pie, el cuerpo entero después y ahí va otra vez. Seguro volverá a caer pero no le importa: siempre se levanta con la sonrisa intacta.
Yo lo miro desde mi ventana.
Y aprendo.
Y aprendo.

DOS (La niña mirada y la mirada de la niña)

En los ojos de una niña he visto a Thelma & Louise; ella andaba buscando el precipicio perfecto. Pequeña princesa que jamás será la reina del baile. Huía de casa donde humeaban los restos de una guerra a la luz de las velas. Era domingo y Dios, como es costumbre, había salido a descansar sin dejar a nadie a cargo. Por eso no hubo respuesta a sus oraciones. Los vecinos la vieron caminar con su ropa de siempre y la tristeza acostumbrada que juntaba en sus lágrimas todas las lluvias del peor invierno. Yo vi llorar a un fantasma.

Quisiera encontrar el lugar donde el amor no se equivoca con su manera de poner palabras erradas en nuestra boca. Quisiera haber dicho justo lo que ella necesitaba escuchar pero estaba yo tan lejos como puede estarlo un desconocido antes de que al dos le siga el tres. Tantas cosas suceden a un corazón de distancia. Y nada te hace sentir tan impotente como prometer un futuro mejor a alguien que jamás volverás a ver.

A veces, después de la tormenta, solo te espera la lluvia.

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