10.512.000 minutos… 175.200 horas… 7.300 días… 1.043 semanas… 240 meses… 20 años… dos décadas … para llegar a esto… una imagen que cada cuatrenio muestra un patrón repetitivo de decisiones electorales que nos mantiene en un péndulo social y económico; dos décadas de política e historia de Colombia condensadas en un periodo corto de nuestra historia reciente…
Así, cada uno de los seis personajes del personalismo político en Colombia de estos cuatro lustros, dos de ellos en periodos seguidos, posee características sui generis y cada uno de ustedes, lectores, se decantará por una u otra, de acuerdo con sus preferencias y afinidades políticas y económicas, pero tendremos que coincidir en cuestionamientos al hacer el balance final:
¿Qué ha sido de todo esto? ¿A qué avance hemos llegado si entre el continuismo y la ruptura que quiere borrar el pasado no se construyen políticas valiosas y perdurables en el tiempo? ¿Hacia qué camino, de progreso o desastre, caminaremos en el 2022? ¿Estamos destinados a padecer otro personalismo político al frente del gobierno?
No comulgo con vaticinios ni predicciones, pero sí con el sentido común de las personas y el sentido intuitivo de justicia social de las naciones; por ello creo que se avecina un cambio gradual; no un cambio radical, ni de grandes conmociones, sino una serie de pequeños cambios sociales, políticos y económicos que llevarán a mirar con mayor esperanza el porvenir.
Ese cambio deberá crear una ruptura en la continuidad y conducirnos a una nueva manera de ser nación y de hacer política.
Ese cambio gradual debe iniciar, sin duda alguna, por llevar al primer cargo de la nación a un candidato que esté libre del personalismo político y del afán de figuración en el poder. En efecto, las miras personales no pueden ser más altas que las miras del país social que necesita ser rescatado y redimido.