Dos aviones cruzando el cielo

Dos aviones cruzando el cielo

Por: Radio NEBLINA
febrero 27, 2015
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Dos aviones cruzando el cielo

Luego de 7 novelas digitales, el escritor colombiano William Zapata Montoya se decide a lanzar un producto en formato papel. La obra estará disponible a partir de del 28 de febrero, solicitando los ejemplares a través de la página de Radio NEBLINA, radioneblina.blogspot.com.

Transcribimos el prólogo de la novela en mención:

TODO EN EL POP ES CUESTIÓN DE UNAS GOTICAS DE MAGIA

Capítulos como canciones. Así son las letras de este libro, novela corta de William Zapata Montoya. Willie, como se le conoce popularmente en el cotarro pop academicista de Medellín, plasma todas su frustraciones de cantautor independiente en una escena con la onda descrestada cual emisora mal sintonizada. ´Era un viernes de esos autoadhesivos. Era un viernes de esos que se te pegaba en el cuero como un tatuaje. Era un viernes de aquellos, de tomar cerveza en la mañana y de ir al cine por la tarde y de pasear en los callejones por la noche´… Así comienza el pegadizo tema de Zapata, (porque en realidad estamos más frente a un one hit wonder, que ante una pieza literaria) so pretexto de que tantos iPod nanos quieras quemar, estimado lector.

Después del pistoletazo de salida, llega ese “pedacito de gloria” que es, sin duda, la mejor forma de definir la literatura pop y la manera en que el autor describe la necesaria dosis diaria de maná para sus entrañables yonquis en DOS AVIONES CRUZANDO EL CIELO, título de relanzamiento de una obra que ya debería empezar a leerse más.

Sí: 2 AVIONES´ es para leerse un página cada día o todo el libro en una tarde.

Intro-estrofa-estribillo-puente o la perfecta estructura para soñar. No podían imaginar los tres de Baires la que iban a armar cuando La ciudad de la furia llegó a todos los hogares de Latinoamérica.

Willie, ilustre narrador ninguneado, interpreta ese arte, lo vive y nos regala una historia por cada canción seleccionada, desarrollando el esquema aludido: ¡pin, pan, pun, pop! No se permite el viejo truco de divagar y utiliza el relato corto adaptado a la fuente de inspiración.

La canción pop es la manera más perfecta de novelar tres minutos de experiencia dentro de una biografía de tres acordes y poética rockera. Están compuestas las piezas de la otrora LLAMADAS EN EL SUBTERRÁNEO para usarse y se pueden adaptar a circunstancias y necesidades. Son las pastillas revitalizantes con las que podemos sobrevivir en multicolor dentro de un mundo gris.

Pueden sumergirte en todo tipo de estados: lanzarte a las calles o encerrarte en una dulce reclusión. Sirven de cuaderno de bitácora o generan la más absoluta repulsión. Están compuestas para no dejarte indiferente.

Tienen carácter multiuso. Para el fan (ver lista de comentarios al final) son el guión de su película de una mujer amnésica en New York, le ayudan a superar dudas y prejuicios; al romántico le sugieren la hermosa vía hacia el desamor que tan bien viste a una extended mixed.

También están las estrofas que conforman esta novela, las cuales te dan ganas de “invadir Polonia”, como dice Woody Allen y, otras, en las que descubres que todos los problemas en los que interviene la política no se resuelven para el que los sufre de verdad. Pero la más pura es aquella que relacionas con tus años salvajes, cuando sigues en bus a tus ídolos y rompes mesas bailando en garitos en cuanto sale por los bafles tu hit amado.

Y todo en el pop es cuestión de unas gotitas de magia y de no pasarse, es un frágil equilibrio que se convierte en sólido, no vaya a ser que nos pase como a Darcy y Rudovic, esos amantes de downtown inducidos por la pócima de cuadros pintaditos a 100 dólares la obra.

Es un arte. De ahí que en nuestro corazón se queden las frases asesinas de Willie, las elegidas, las que nos calzan, las de enmarcar, aquellas que dan con la fórmula maestra.

La incomunicación, el I can´t get no satisfaction, es una constante sin la que no se entiende el primer trabajo de cualquier grupo, y esa actitud punketa está en varios de los personajes de Zapata Montoya, quien ahora ha decidido recluirse en su vieja antigua vida de niño suburbano frente a un documental eterno de NatGeo.

Son un catálogo de sentimientos básicos estas letras: de la traición a la decepción (¡ay mis trenes a Astoria, Queens! ¡qué gloria!), de la euforia a la venganza (un tratado de política de recursos humanos en Darcy buscando un spa mientras toda una Gran Manzana corre despavorida y expulsión al paraíso de un olvido auto infrigido, ¡Sí señor!) y de la relación paterno-filial (en el recurrente recuerdo de Rudovic González).

¡Qué nostalgia y qué risa nerviosa al leer el epígrafe de Birdman! Se me hizo un nudo en la garganta al recordarla y, en un soplo, comprobé que ya estaba mi congoja de niño almacenada en esa fono-videoteca de Alejandría que es el Pirate Bay revisitado, el Old, no el cerrado por el FBI. Esa inocencia perdida que tan bien se recupera en estas páginas.

Las novelas pop tienen un poder transformador y no tienen talla, son elásticas, ni S, ni L, ni XL, te sirven durante todo tu crecimiento. Identifican periodos e incluso se los saltan y su efecto placebo es conmovedor, aunque corres el riesgo de convertirte en adicto. Eso sí, son elixir de juventud que diría el maestro The Edge.

Pero todas tienen un final en cada octava frase el capítulo, como mandan los cánones. Una posible continuación que se deja a nuestra imaginación. Muchos no tenemos el valor de escribir el último capítulo de esa corta trama y lo dejamos en nuestro subconsciente, pero Willie es valiente y se pone manos a la obra. Esa abstracción sonora de corta duración pero larga emoción tiene aquí su desarrollo, se amplía el mensaje o se torna, si cabe, más atrayente y enigmático.

A todo ello contribuyen las potentes y precisas ilustraciones homenaje a Coupland, hijas de la misma cultura que ha marcado a nuestra generación. Así, tras un golpe de varita, se convierten de cuentos en una especie de outtakes de las propias novelas… ya no las vas a leer igual, les añade valor.

Las novelas pop son accidentes en nuestra vida, son lo que yo llamo pequeñas epifanías y sus secuelas están perfectamente reflejadas en estos magníficos cuentos camuflados, escritos por un “diabético” de la insulina pop.

Recordando aquella canción mítica de Los Rodríguez: El pop es nuestra enfermedad y la mejor terapia es dar rienda suelta a lo que padecerla implica.

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