Hassan Jalali Bidgoli y Amir Mohit Kermani, un par de aventureros iraníes llegaron a Colombia con una ruta clara: el Chocó. Durante cinco años y bajo empresas fachadas sacaron grandes cantidades de oro de esta región de manera ilegal, lo hicieron con la complicidad de las autoridades. Dañaron los ríos Quito, Atrato y el San Juan. Se enriquecieron y luego huyeron. Los gobiernos de 197 países los buscan.
En el año 2013 el par de iraníes se establecieron en Quibdó, capital de Chocó. Tenían un plan bien construido. Junto a un venezolano de quien solo se sabe que se hace llamar ‘Moises’ montaron legalmente un par de empresas relacionadas con la industria de extracción y comercialización de oro, Vencol y Comercializadora Internacional C. I, con las que se apropiaron de grandes cantidades del preciado metal. Las investigaciones apuntan a que alcanzaron ganancias por una cifra cercana a los $200 mil millones.
Apenas llegaron al departamento, los extranjeros llamaron la atención de los mineros artesanales –quienes sacan el oro de los ríos en bateas de madera—. Con la compañía Comercializadora Internacional, empresa que dirigía –según documentos de Cámara de Comercio— Jalali Bigdoli, de 44 años, les ofrecieron a los bateadores más dinero de lo que sus compradores habituales les pagaban por los gramos que sacaban del río, que a la semana no eran más de cinco, por lo que les pagaban unos $ 800 mil. Se hicieron conocer y empezaron a controlar la producción de oro desde el primer eslabón. Pero su intención iba más allá.
En el municipio Andagoya, también llamado Medio San Juan, a 82 kilómetros de Quibdó, sitio estratégico para la extracción del oro por el cruce de dos importantes ríos para tal fin: el San Juan y el Iro, los iraníes establecieron otra empresa de fachada legal, Dragados San Miguel S.A.S, con la que, con la que supuestamente hacían minería de forma legal y a la que unieron como socios a la comunidad de San Miguel, un pequeño corregimiento pobre de 130 mil habitantes.
Engañando a los mineros artesanales en los ríos Quito, Atrato y San Juan metieron varias dragas de origen brasileñas, las cuales para trabajar en los lechos de los ríos en busca de oro usan gran cantidad de químicos peligrosos como mercurio y cianuro, con los cuales envenenaron las aguas que los algunos pueblos usan para consumo.
Durante varios años los iraníes, que también cuentan con ciudadanía norteamericana, controlaron la producción del oro en algunos puntos del departamento. Pudieron actuar con total libertad porque contaron, por un lado, con el apoyo de un policía local que ayudaba con sus movimientos al interior del pueblo -que fue capturado en 2018- y de otro lado con la protección del ‘Negro Domínguez’, un desmovilizado de las Farc que se convirtió en lugarteniente de una cuadrilla del Clan del Golfo que opera en esta zona desde hace años y que se pelea el control territorial con estructuras del ELN y otros grupos paramilitares. El ‘Negro Domínguez’ recibía una gran cantidad de dinero por parte de los extranjeros para poder explotar la zona y para que les diera protección. El año pasado –en 2019— el Negro fue capturado en Turbo, Antioquia, en medio de una operación que adelantaron la Tarea Conjunta Aquiles del Ejército.
Después de sacar el oro ilegal y hacerlo pasar como legal con sus empresas de papel, el metal era comercializado en Estados Unidos y Canadá, a través de C.I. Tala International Trading, otra compañía con la que el oro ganaba grandes precios al perecer legal. El dinero que dejaban estas empresas, fue a parar a cuentas de Estados Unidos y Panamá. Al parecer los iraníes no trabajaban solos y entregaban cuentas a invisibles cabezas que según rastreos operaban desde Libia y Miami.
A finales de 2018 autoridades colombianas empezaron a seguirle la pista a las empresas fachada de los iraníes y dieron con la red internacional de tráfico de oro. El 28 de enero, en medio de una operación que se llamó ‘Dragon 2’, un grupo élite de la policía llegó hasta varios puntos del Chocó y logró la captura de nueve personas vinculadas con la organización de los iraníes. Entre los detenidos se encontraba el policía que les ayudó desde que llegaron al departamento. Los dos extranjeros, cabezas de la operación lograron huir del país. Hoy son buscados a través de circular azul de la interpol en 197 países.
Por más cinco años Jalali Bidgoli y Mohit Kermani, de 50 años, con empresas ficticias embolataron a mineros humildes, compraron autoridades y se aliaron con reductos paramilitares para hacerse con incalculables cantidades de oro chocoano que les entregó buena fortuna.