No se trata de aguarle la fiesta a nadie, y mucho menos al dúo dinámico en que se nos ha convertido la pareja López-Lozano, ni tampoco el esfuerzo cimero del emblemático Mockus, ni el retorno a la arena del senador Robledo y las enigmáticas morisquetas mediáticas que últimamente distinguen las esporádicas apariciones del excandidato presidencial Sergio Fajardo.
Se trata de poner el resultado de la consulta anticorrupción del domingo 26 de agosto en el contexto político que le corresponde: se perdió… No fuimos capaces de derrotar en las urnas a los corruptos, y esto último es bueno aclararlo ya para evitar malos entendidos.
No es que los 100.000 colombianos que votaron no, y ni siquiera los 25 millones que no salieron a votar, sean corruptos. No, los corruptos son los que se roban el presupuesto nacional; los que trampean las elecciones para llegar a los cargos públicos; los que legislan en contra del pueblo favoreciendo intereses económicos de los grupos dominantes nacionales y extranjeros; los magistrados que le tuercen el pescuezo a la constitución para expedir sentencias contrarias a derechos fundamentales de los pensionados y de los niños, niñas y adolescentes violados y vejados por las Farc-Ep; los empresarios privados que se “cartelizan” para robar a los consumidores, entre otros.
No obstante, en esta lista seguramente no están todos los que son, pero en este orden de ideas ¿cuántos serán los corruptos? Vaya uno a saber, pero tienen dominado al país…
El resto, todos los demás, somos o estamos reflejados en este maravilloso tuit que cazamos por estos días en las redes sociales:
¿Qué responsabilidad le cabe al Gobierno en esta derrota? Mucha. Si realmente el Gobierno se hubiera casado con la consulta, se hubiera logrado ese “centavo para el peso” que faltó. Eso no lo puede ocultar el presidente Duque con el floripondio discurso de anoche, lleno de lugares comunes, tan común como la misma corrupción que nos invade. Salvo dos o tres veces en que el presidente dijo que iba a votar la consulta —no el cómo, valga la aclaración—, el resto de los altos funcionarios públicos pasaron de agache, sobre todo los comprometidos directamente con el tema, como la misma vicepresidenta y las ministras de Interior y Justicia… Tampoco se vio a ningún gobernador o alcalde de capital promocionando intensamente la consulta. No me vengan a decir que no podían intervenir en política, en un arranque de ética pública que no muestran por lo regular, porque la consulta anticorrupción, más que política era un propósito nacional.
Igual responsabilidad les cabe a los partidos políticos, especialmente aquellos proclives al nuevo gobierno. Si se van a disculpar, entonces, que alguien explique ¿por qué en la elección de Congreso se alcanzan 18 millones de votos y en la consulta solo 12 millones? Y lo mismo en la elección presidencial. Los partidos políticos no movilizaron a sus prosélitos con el mismo entusiasmo de jornadas más cercanas a sus particulares intereses, simplemente, porque los partidos —todos— son corruptos y, en consecuencia, esta consulta anticorrupción no era el escenario natural de los partidos políticos… Así de simple.
¿Y los dirigentes de esos partidos qué? No se vio al expresidente Gaviria llamando a su Partido Liberal ni al expresidente Pastrana a su Partido Conservador, a cruzar espadas en pro de la consulta, como sí se vieron disputándose la Contraloría General…
Y el expresidente Uribe es caso aparte. Aunque nos pese a muchos, volvió a ganar: se opuso al plebiscito por la paz y ganó; señaló a Duque y ganó; se opuso a la consulta y ganó. Uribe es el fiel de la “democracia” en Colombia: a donde se inclina hace mayoría.
Perdida la oportunidad de ganar en las calles una consulta anticorrupción que hubiera obligado al Congreso a legislar y al Gobierno a caminar en ese sentido. Quedamos en lo mismo que antes: mucho tilín tilín. Para muestra el discurso del presidente Duque el domingo.
Ojalá estos 12 millones de comprometidos con la lucha anticorrupción se movilicen en consecuencia en las elecciones territoriales que se avecinan, y cuya campaña ya permea el ambiente político. Ojalá, sean la cuota inicial de esa masa crítica de oposición “que sepa hacer de esta tragedia un escalón para el cambio”, como dice la activista social, Gloria Gaitán e insinuó en su declaración de anoche el excandidato presidencial, Gustavo Petro.
Sin embargo, frente a estas posibilidades, por más próximas que estén, lo cierto es que “los buenos”, como en la “Perrilla” de Marroquín, tampoco fuimos capaces de cazar ayer al maldito jabalí.