Rémy Durand es un poeta, traductor, narrador y editor francés nacido en Caracas (Venezuela), que estuvo por largo tiempo vinculado al sistema de las Alianzas francesas por el mundo. En ese oficio estuvo varios años vinculado a Ecuador, país con el que mantiene estrechos lazos y es un destacado conocedor de su literatura, especialmente de la poesía ecuatoriana.
No en vano es el director de la Asociación Gangotena, una entidad que promueve la poesía y organiza recitales, publica libros y organiza un festival de poesía. Esta asociación lleva, claro, el nombre de Alfredo Gangotena (1904-1944), un poeta ecuatoriano considerado por algunos como portador de una particularísima importancia en la poesía francesa de la primera mitad del siglo XX. Una rara figura, místico y vanguardista, especialmente cercano a nombres como los de Max Jacob y Jean Cocteau.
Rémy Durand consagra su asociación al nombre de este ecuatoriano y a través de ella profesa un gran interés por la poesía latinoamericana.
Hace un par de años estuvo invitado al Festival Internacional de Poesía en el Caribe, PoeMaRío, en Barranquilla y de ese encuentro quedó una interesante amistad que se reactualiza ahora con la publicación de una serie de poesía latinoamericana contemporánea a través del sello Villa Cisneros que él dirige y edita.
En esta serie aparecen, entre otros, poetas como Julio Olaciregui y Sergio Laignelet, de Colombia; y Augusto Rodríguez y Ramiro Oviedo, de Ecuador.
Y fue en 2013, cuando en la pequeña sala del Bar-Restaurante La Cueva de Barranquilla, estábamos convocados por el Sexto Carnaval de las Artes para conocer y escuchar ese año precisamente a Ramiro Oviedo, un poeta ecuatoriano que había escrito un libro titulado Los poemas del Coronel Aureliano Buendía, razón sin duda por la cual estábamos allí en la sacrosanta Cueva y razón también para que este poeta ecuatoriano, que no conocíamos en la ciudad, estuviera con nosotros en ese evento.
Allí le escuchamos en una conversación provechosa con su presentador, el también escritor y embajador de Ecuador en Colombia, en ese momento, Raúl Vallejo, en la que nos contó acerca de su infancia y su pobreza familiar en su país y sobre sus encuentros y desencuentros con la vida y la literatura, y tal vez algo sobre su vida en Europa, en Boulogna-sur-Mer, dejándonos convencidos, ante todo, de una gran vena de contador de historias. Por eso los poemas del Coronel Aureliano Buendía, y por eso también la vocación narrativa sustancial de este hermoso libro que nos ocupa: La ruta del pescado.
Recuerdo que en ese momento, para saludar la presencia de Oviedo en la ciudad, publicamos en el blog de PoeMaRío, en la sección del Poema de la Semana, este bello poema tomado precisamente del libro que presentaba en la ciudad.
Tu voz
El mundo es una pintura.
Cuando cantas
tu voz atraviesa cada gota de lluvia,
cada begonia.
Los pájaros se callan,
las bananeras parecen hipnotizadas,
las mariposas amarillas se sientan en la hierba
y el viento,
vestido de luz,
juega columpiándose en cámara lenta
alrededor del castaño.
En el taller
el metal vive un orgasmo de peces dorados
antes de ponerse a nadar,
bajo el oro del aguacero.
Pronto -como una diva-
me traerás un café
y desaparecerás,
estrella fugaz.
Pero es de La route de poisson del libro del que aquí hablamos. Una obra que en su sumatoria constituye una especie de biografía de la ciudad, que es también la biografía del poeta, quién lo duda, y que comienza con un texto en prosa en el que cuenta cómo llegó a vivir a esa ciudad francesa; pero, además, hablando de sus calles, su puerto, sus bares, sus gaviotas, el viejo mercado, el mar, sus mitos, los barcos fantasmas, los oficios de la pesca, sus estatuas, sus personajes, o los amigos del poeta cruzados en la vida y en la literatura…
Son, en todo caso, poemas que hablan de una incuestionable sabiduría del decir poético pero desde una perspectiva personal en la que se destacan muy claramente el humor, la ironía, el juego con las palabras, y ante todo, pienso yo, el deseo de historiar, un irrefrenable deseo por hacer un relato que quede colgado en la historia como el testimonio excepcional de la voz de un poeta que habla sobre ese espacio en el que ha vivido por años y en el que cada poema es una pieza extraordinaria de ese testimonio.
El libro trae una interesante presentación de Rémy Durand, y cierra con una reveladora entrevista a Oviedo por parte del también poeta ecuatoriano Augusto Rodríguez. Textos que abriendo y cerrando contribuyen a la formación de una idea muy completa de la vida y obra de este poeta.
Dice Oviedo en la contraportada de su libro: "... Lo que quiero, cuando el lector se asome a este recuadro de palabras, es que pueda sentir el mar, que pueda soñar con las mismas estrellas que yo vi desde la ventana de mi cuarto, siempre desbordantes de buena salud y sin ninguna intención de apagarse..."