Con respecto a lo que está corriendo en las redes acerca del maltrato a un músico callejero en un restaurante de la ciudad tengo el siguiente comentario:
No estoy de acuerdo con la discriminación en ningún sentido, pero me parece patético la forma en la que esta denuncia se ha convertido en un espectáculo bochornoso, y cómo de manera inmisericorde se atacó y se sigue atacando este sitio —que de seguro con mucho esfuerzo, sus dueños han sacado adelante— a través del uso de las redes sociales y los medios de comunicación.
Todo lugar de atención al público lucha contra muchos factores adversos existentes en el mercado para salir adelante y crear un nombre e imagen de prestigio entre el público de la ciudad y sobre todo, entre quienes lo frecuentan. Con el objetivo de posicionar una marca memorable que trascienda en el tiempo, los dueños se esmeran en diseñar experiencias en su espacio donde se vivan momentos gratificantes y por los cuales sus visitantes estén dispuestos a entregar su dinero, que es lo que al final permite que el sitio tenga éxito y sobreviva en el tiempo. De otra manera, fracasarán los esfuerzos de sus dueños.
Montar un sitio de comidas es algo que no se hace de la noche a la mañana. El porcentaje de los que sobreviven en la ciudad de Medellín es muy bajo y es de admirar el trabajo y entrega que los emprendedores ponen para que su restaurante, cafetería o puesto de comida se destaque y logre obtener reconocimiento, pero sobre todo, que su nombre sea mencionado y obtener la difusión a través de los buenos comentarios de los comensales. El voz a voz es la única publicidad efectiva para un sitio de esta naturaleza, ya que tendemos a creer lo que otros nos cuentan acerca de las bondades, atenciones, buenas sazones y ambiente amigable es cierto. Esta es la mejor forma de construir el prestigio de un sitio de comidas.
Para montar un negocio de comidas se requiere planeación estratégica y esta incluye la definición de su público objetivo. Si el público que llega es diferente al buscado, la estrategia no fue efectiva y todo el esfuerzo fracasa. En la mayoría de los lugares que he visitado alrededor del mundo siempre existen avisos donde especifican cuáles serán las personas bienvenidas allí. No es gratuito que coloquen el menú con los precios en la puerta de entrada. Y no es por discriminación, simplemente porque es la manera de informar cuál es el público que se busca que entre a su lugar, no solo porque puede deteriorar la imagen del lugar, sino porque puede molestar a otros asistentes, además de una variedad infinita de razones que son tomadas en cuenta por los emprendedores y que el público casi siempre desconoce. Estas son razones y políticas que permiten que un sitio prevalezca en el tiempo y las mentes de sus asistentes.
En los restaurantes de playa en Europa y Estados Unidos es frecuente ver avisos que dicen: "No shirt, no shoes, no service". Para este público que no cumple con los requisitos de entrada existen los llamados caspetes y los ahora comunes food trucks con barras al aire libre, para que los comensales que no cumplen con las exigencias de restaurantes de manteles disfruten comidas, no solo a precios mucho más módicos, sino que algunas veces logren comida de mejor sabor que los que se consiguen puertas adentro. Sin embargo, en algunos de estos restaurantes callejeros se reservan el derecho de atención. He visto que a muchos borrachos se les prohíbe sentarse en una mesa callejera porque su estado no es acorde el comportamiento esperado para dar el servicio ofrecido.
Considero que la falta de tacto de los dueños y personal del restaurante denigrado hoy por la histeria colectiva creó una desazón entre comensales, que les ha perjudicado, y que seguro si se hubiera dado la oportunidad, a la cual tenían derecho, de oírles la explicación y no exponerlos de manera cruel en las redes, se hubiera subsanado sin tanto escándalo y para beneficio de don José, del restaurante, de sus dueños y para de toda la ciudadanía.
El error nunca estuvo en el restaurante. El error estuvo en las personas que por pensar que por tener dinero para pagarle a un músico callejero tenían el derecho de infringir normas, que si bien no han sido dadas con antelación, están implícitas en todos los sitios de atención de público. Sin embargo, el mayor error de todo este escándalo estuvo en la conmiseración que estas personas aplicaron a don José.
Ellos invitaron a don José por lástima. En su mente nunca estuvo aliviar por siempre la mala situación de don José. Como dice la Biblia, no des el pescado, enséñale a pescar. Lo que hicieron fue tratar de demostrar que eran caritativos y de paso exponer la miseria de don José en las redes. Eso es conmiseración y es algo detestable.
Don José no tenía la culpa de estar allí para ser expuesto como trofeo de personas insensatas e irresponsables que por creerse héroes en las redes sociales y en periódicos actuaron de forma cruel y despiadada. Ya hay hasta hoteles haciendo uso de la imagen de don José para publicitarse en las redes y ni siquiera le ofrecen dinero por su imagen. Don José no ha solucionado su problema económico y será señalado con conmiseración por todo el público de Medellín que lo vio en las redes sociales y lo más crítico, habrá un restaurante quebrado que no estará dando empleo y en poco tiempo algunos de esos empleados estarán en una situación como la de don José.
Triste lo de don José y lo del restaurante, pero más triste aún la histeria de los que sin sensatez han querido dañar un buen lugar que trabaja bien en la ciudad.
