¿Dónde quedó la democratización de la riqueza?

¿Dónde quedó la democratización de la riqueza?

Con los llamados a la solidaridad y la caridad cristiana, poco a poco nos hemos acostumbrado a la redistribución de la pobreza, olvidando cómo deberían ser las cosas

Por: César Arturo Castillo
abril 28, 2020
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¿Dónde quedó la democratización de la riqueza?
Foto: Flickr Josep Ma. Rosell - CC BY 2.0

Este será uno de los primero de mayo más raros de nuestra historia porque después de tantos años de salir a protestar contra la injusticia y la inequidad, esta vez tocará quedarse en casa viendo cómo la mayoría de las personas en lugar de pensar en luchar por la democratización de la riqueza se van acostumbrado a la redistribución de la pobreza con los llamados a la “solidaridad” y la caridad cristiana. Así es, porque mientras las elites durante décadas nos siguen echando el cuento de las bondades del libre mercado privatizador y el de la importancia de aceptar sus reformas tributarias, continúan utilizando el Estado para atesorar billones de pesos y cuando llegan los periodos de crisis, entonces sacan pecho porque un día le tiran a los desamparados un mísero mercado. Algunos son tan cínicos que ponen tres pesos, organizan colectas con el dinero de la gente, y luego salen a lavar su imagen, a pescar réditos morales o a hacer política. Para no ofender a nadie, no es necesario mencionar aquí como ejemplos a ciertas cadenas de supermercados, iglesias, dirigentes, ni empresas o medios de descomunicación.

El otro mecanismo que ha utilizado la casta poderosa de este país para redistribuir la pobreza y alejar a la chusma de la gente de bien o de sangre azul es el de la “estratificación socioeconómica”. El mecanismo ha sido tan exitosamente perverso que las personas lo aceptan como algo natural e incluso sagrado, porque ya no les parece raro que existan unos barrios, parques, supermercados e iglesias elegantes a donde pueden ir los ricos y otros muy distintos para la masa. De manera que ahora, los descarados nos hablan de “solidaridad”, cuando todo el tiempo practican el racismo hacia los pobres, la aporofobia, el apartheid.

La estratificación, atropella los derechos de las personas a escoger donde vivir y no construye comunidad. No se hace sobre los ingresos reales de las personas sino sobre el lugar que ocupan y es tan torpe que castiga a todo aquél que aspire a mejorar sus condiciones de vida con impuestos, disque para ayudar a los de abajo y a las empresas en dificultades. La mentira la tienen bien montada porque con ese cuento la gente tuvo que rescatar a los bancos, a Emcali y ahora tiene que volver a sacar su dinero para pagar el robo que en la costa le hicieron a Electricaribe. Lo más sorprendente de ese perverso mecanismo es que el gobierno en esta crisis sigue diciendo que no tiene que ayudar a la clase media porque ellos tienen ahorros, cuando en realidad, a pesar de que viven de las apariencias, la están pasando muy mal porque su único patrimonio es su lugar de residencia. ¿Sabe el lector, por ejemplo, cuántos de los de estrato 4 viven con un salario mínimo o de negocitos informales? De manera que como van las cosas seguirán exprimiendo a la clase media para hacer caridad e inversión social. Dicho de otra forma redistribuyendo la pobreza.

Bajo el cuento de la estratificación suceden cosas tan absurdas como la siguiente: los ciudadanos que heredaron una casa o que la compraron tras una vida de sacrificios tienen que subsidiar los servicios a los que viven en una casa de estrato 2. El problema es que en la primera casa puede vivir un desempleado y en la segunda casa habitan 3 personas que pueden sumar mayores ingresos. Eso para no mencionar que en los estratos 1 y 2 no son raros los casos en que las personas evitan engancharse en un trabajo formal porque pierden el beneficio de Familias en Acción y los ingresos de la informalidad.

Es por eso que con la supuesta “solidaridad”, el sistema de estratificación y el asistencialismo están provocando una serie de desequilibrios perversos que no construyen comunidad, pues, todo lo contrario, fomentan la trampa, la informalidad y el apartheid.

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