Recuerdo que cuando a mi abuelo le preguntaban quién era él, la primera frase que decía era “soy puto, liberal y macho”. También, cuando le preguntaba a mi abuela por qué siendo todos en la familia hinchas de Millonarios a ella le causaba tanto odio el “ballet azul”, a lo que ella simplemente respondía “no me gusta nada que sea de ese color”. Igualmente, recuerdo que en la primera candidatura de Álvaro Uribe mi abuela andaba encantada con su discurso y su sombrero aguadeño, y para desencantarla mi abuelo simplemente le dijo que a pesar de sus orígenes: “ese paisa es bien godo” y santo remedio.
Hoy en día, de acuerdo con un confidencial de la Revista Semana, donde se exponen los resultados de una encuesta de Guarumo “menos del 2 por ciento de los colombianos están dispuestos a votar por un candidato por el simple hecho de ser el representante del Partido Liberal”.
Atrás quedaron los tiempos reformistas en los que el Partido Liberal lideraba los grandes cambios de nuestra nación, acabando así con casi un siglo de hegemonía conservadora. Grandes líderes realizaron transformaciones y reformas tanto en el área civil, como en la administrativa. La falta de liderazgo e identidad del Partido Liberal se puede evidenciar claramente en los postulados de algunos de sus militantes, como la Senadora Viviane Morales con su referendo sobre la adopción de niños o en los discursos con biblia en mano del representante por el departamento de Bolívar Silvio Carrasquilla Torres (https://www.youtube.com/watch?v=koXpANxYtVQ).
Tanto han caído los ideales del Partido Liberal que hoy en día al defender los que deberían ser sus postulados, como las libertades individuales, la libertad de culto, la reforma agraria o la paz, se es tildado respectivamente de pro gay (o defender la ideología de género), ateo, castrochavista, enmermelado, entre otros términos acuñados para desvirtuar y desacreditar las iniciativas que parten de estos principios.
Poco respaldo sentimos los que nos identificamos con los principios liberales y nos vemos obligados a seguir el “caudillismo” impulsado más por iniciativas individuales que de partido (como la ya acostumbrada recogida de firmas para sacar adelante o bloquear cualquier asomo de reforma o candidatura política).
No quiero que se me identifique como “santista”, “galanista”, “lopizta” o con cualquier otro apellido, quiero tener un partido que respalde y defienda estos ideales en diferentes instancias, que permita y promueva el sano debate, sin prejuicios ni estigmatizaciones, que levante de manera unánime su voz frente a las políticas que van en contra de sus postulados ("Ordoñista", "Uribista", "petrista", etc.), pero que sobre todo nos permita caminar hacia una sociedad más igualitaria y más “Liberal”.
