El organismo humano es un sistema perfecto. Una red en la que cada quien se conecta con todos y con el todo. Ninguna parte del cuerpo funciona de manera independiente respecto a las demás. Ningún ser vivo está aislado, por eso hablamos de ecosistema. Somos parte de ese ecosistema. Lo que afecta a un organismo afecta de alguna manera a todos los organismos.
En el marco de la red energética de nuestra realidad humana el cerebro hace las veces de torre de control. Si la torre de control colapsa, la vida se pone en riesgo. En oposición a ese posible colapso tenemos al alcance dos armas poderosas que deberíamos retomar: autocontrol y serenidad.
El que controla su mente puede lograr cosas en apariencia imposibles. Lo explicaré en pocas frases: todos experimentamos sensaciones y pensamos todo el tiempo. Llenamos la mente de determinados pensamientos y en consecuencia actuamos. Parece redundante, y no lo es: somos el resultado de lo que pensamos. Hay que despertar. Esto que escribo no es nada original. Es un conocimiento antiquísimo. Es así que Buda dijo alguna vez: "cada ser humano es el autor de su propia salud o enfermedad". Jesús también dijo: "vino nuevo en odres nuevos". Es decir, pensamientos nuevos en una mente nueva.
En este orden de ideas, el sistema inmune responde a lo que pensamos y hacemos, a lo que somos. Este maravilloso sistema es una especie de ejército que nos protege de cualquier amenaza interna o externa contra nuestra salud. No olviden este principio: como es adentro es afuera. El mundo es un reflejo de lo que somos; esto es, de lo que pensamos. Por eso si el sistema inmune se encuentra débil por la forma negativa de pensar y de proceder, cualquier virus, bacteria o infección podría constituirse en una seria amenaza.
Los gobiernos, las instituciones responsables de la salud y del bienestar de la población mundial están frente a un gran reto en la actual coyuntura de pandemia. Pero todos somos coresponsables y debemos asumir algunos compromisos. El primero es poner nuestra propia casa en orden. Una mente fuera de control sufre y hace sufrir; se autodestruye y destruye a los demás.
En el actual contexto hay miles de vidas en riesgo, y no me parece correcto ni humano ni ético degradar la discusión a un solo aspecto: el político. Al menos yo no lo haré. Todos podemos seguir instrucciones de prevención, profilaxis y autocuidado. También podemos ayudarnos con pensamientos tranquilos, carentes de toda violencia y hostilidad. Podemos meditar, reflexionar, respirar profunda y serenamente, sin que ello implique renunciar al ejercicio de nuestros derechos. No estoy hablando de doblar la cerviz, hablo de sensatez y prudencia.
A la luz de esta lectura, resulta obvio afirmar que en los países donde hay más división, más miedo y odio e inestabilidad el virus es más letal. Y existe una correspondencia entre el estado emocional y el oportunismo del virus. Las emociones negativas son inmunodepresoras. Al margen de cualquier discusión ideológica, más allá de cualquier malestar social hay una realidad viral que amenaza la vida de muchas personas y todos podemos reforzar el sistema inmune desde una vida espiritual, desde la paz interior y desde el amor y la empatía.
En conclusión: sigamos los protocolos de salud y prevención recomendados por médicos y autoridades; pero cooperemos con el manejo acertado de nuestras emociones. Con toda seguridad ayudará y mucho.
