Donde existe una necesidad nace un derecho y otras mentiras de la democracia

Donde existe una necesidad nace un derecho y otras mentiras de la democracia

Las personas se mueven más por mitos que por verdades. Una de ellas es que donde existe una necesidad nace un derecho. ¿Por qué no ocurre esto en la práctica?

Por: Felipe Murillo Páez
octubre 04, 2021
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Donde existe una necesidad nace un derecho y otras mentiras de la democracia
Foto: Leonel Cordero

El subconsciente colectivo se encuentra más lleno de mitos que de verdades, algunos inofensivos, como que el himno de Colombia es el segundo más bello del mundo o que la vainilla es de color blanco. Sin embargo, existen otros no tan inofensivos como que donde existe una necesidad nace un derecho.

La argumentación que desemboca en esta última afirmación se puede evidenciar con poca fortaleza debido a dos puntos principalmente: el primero se relaciona con la periodicidad con la que las necesidades abarcan al ser humano. Se recomienda por temas de salud, por ejemplo, comer tres veces al día durante todos los días del año.

En segundo lugar, la relación causal que se plantea entre necesidades y derechos siempre es difusa. Por ejemplo, si el ser humano tiene la necesidad de saciar su hambruna, el Estado debería intervenir para garantizar que el derecho a la alimentación del ser humano hambriento no desemboque en inanición.

De igual manera se afirma que si una persona necesita ser educada, el Estado debe garantizar su acceso al servicio educativo o si esta misma persona se encuentra enferma, se deben dirigir los recursos públicos necesarios para que sea atendida en una instalación de sanidad de manera oportuna.

Hasta este punto es bastante difícil encontrar la falencia argumentativa que deriva de dicha afirmación debido a los ejemplos que siempre plantean quienes creen que el Estado debe satisfacer las necesidades de los ciudadanos. Pero si analizamos más a profundidad, podremos percibir que los recursos utilizados para ayudar a la persona enferma provienen de personas que están sanas, o de igual para alimentar al hambriento es imperativo extraer los recursos de alguien más que de igual manera siente hambre tres veces al día.

En este sentido, cuando se afirma que si un ser humano tiene una necesidad y el Estado debe satisfacerla, lo que en realidad sucede es que otros seres humanos con las mismas necesidades deben satisfacer las mismas de aquel que no puede. En ese orden de ideas, si una persona tiene una de las necesidades más básicas de cualquier ser humano, como lo es la necesidad de reproducción o sencillamente de satisfacer su deseo sexual, el Estado debe proveer un compañero o compañera para que esta persona no vea afectados sus derechos básicos.

Por lo tanto, con una lógica argumentativa básica y sin recurrir a teorías económicas, es evidente que las necesidades humanas no pueden derivar en derechos sin lesionar la voluntad o la propiedad de otras personas que eventualmente sienten las mismas necesidades.

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