Un estadista no es quien le pone ‘cebo al candil’. Por el contrario, es un experto en temas del Estado y experiencia para solucionar temas coyunturales, que respeta la democracia y que no le teme a que su voz produzca cambios. Para un estadista, la reputación es fundamental y este debe contar con muchos contactos nacionales e internacionales.
Como Ortega y Gasset señalaba: “El estadista debe tener virtudes magnánimas y carecer de ser pusilánime”. Un estadista imprime personalidad, puede tomar decisiones impopulares a corto plazo y los políticos tradicionales se preocupan por los resultados inmediatos y por la desfachatez.
Las democracias latinoamericanas, en buena parte, son gobernadas más por ideas de muertos que de vivos. Es lógico, estudiamos sus hazañas, sus historias, las huellas que dejaron y en las que marcaron un derrotero en nuestras naciones constitucionales antes en otros esquemas: la economía, los aspectos sociales, culturales y la situación Internacional son temas racionales.
Sin embargo, un estadista moderno es frío pero estudioso y siempre actúa más para la conciencia colectiva que para la propia.
Colombia tuvo 100 años de muchos presidentes en el siglo pasado, pero dejo a su estudio a quiénes les dirían estadistas: Rafael Reyes, Pedronel Ospina, José Vicente Concha, Marco Fidel Suárez, Miguel Abadía Méndez, Laureano Gómez, Eduardo Santos, Mariano Ospina Pérez, Alfonso López Pumarejo, Carlos y Alberto Lleras, Misael Pastrana, Alfonso López Michelsen, Belisario Betancur, Julio César Turbay, Virgilio Barco, Ernesto Samper, César Gaviria, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y hoy Juan Manuel Santos. Ellos han dejado caminos para que las nuevas generaciones estudien sus realizaciones.
Quiero detenerme en quienes merecen esta definición que, repito, fueron estadistas y no presidentes: Rafael Uribe Uribe, Gilberto Álzate Avendaño, Jorge Leyva Urdaneta, Gabriel Turbay, Jorge Eliecer Gaitán, Gerardo Molina, Joaquín Vallejo, Álvaro Gómez Hurtado, Luis Carlos Galán, Hernando Agudelo Villa, Otto Morales Benítez, Álvaro Uribe Rueda, sólo por recordar algunos nombres. Pero hay muchos más.
Estadistas en la Colombia actual
El desorden Institucional en el país ha sido inmenso. Antes teníamos más de setenta partidos y movimientos y muchas empresas electorales con mafias regionales que se apoderaban de estos sectores. Hoy, tenemos trece partidos y muchos candidatos que se inscriben sin fondo, compra y venta de votos, trashumancia electoral y falsos liderazgos.
Al analizar, son muchas las personas que cambian de partidos por la falta de oxígeno y renovación real; el nepotismo no lo reglamentó en la Constituyente y el ‘delfinazgo’ siempre impuesto le hace daño a los verdaderos méritos. La lista cerrada que nos recuerdan las épocas de la ANAPO (Alianza Nacional Popular) el MRL (Movimiento de Revolucionario Liberal), el Nuevo Liberalismo, el Poder Popular, y ahora el Centro Democrático han sido movimientos caudillistas se acaban cuando desaparece su líder principal. Por estas y muchas razones --y especialmente por imposiciones de falsos líderes-- no hay permanencia de estadistas. Son dirigentes pero faltan estadistas.
Hoy, con la situación económica, los problemas internacionales con Nicaragua y Venezuela, el proceso de Paz, los partidos políticos inexistentes, los gremios sin liderazgo, y una nación desesperanzada, nos muestra una Colombia que requiere un gran reconciliador nacional que sea un Estadista. Ojalá que nazca del proceso de Paz que nos lleve a una etapa de verdaderos cambios.
Si Colombia identifica ese estadista, podría ser el próximo Presidente de una República en Paz, que me haga recordar la frase de mi madre: “Mijito que los hay los hay. Ese estadista debe vencer a personas que son ‘globos Inflados’, que por manejar lobby o buenas relaciones, o presiden un partido por su capacidad clientelista, se creen presidenciables. ¡Pues no, están muy equivocados! Sus contratos solo crean procesos para su grupo político, por eso el próximo presidente de Colombia debe inscribirse por firmas, significar la Paz, ser un estadista, recoger a los partidos, a gremios y sobre todo a la ciudadanía. Un estadista debe reconciliar al país.