Cada elección en Colombia es la repetición de las mismas frases estereotipadas. La falta de originalidad es asombrosa, lo que ocasiona en último término el insulto personal y la ofensa escondida detrás de un tuit. Sin embargo, ¿es esto un problema colombiano, latinoamericano o mundial?
Veamos: en la década de los 60 J.P. Sartre, Lyotard (1) y Raymond Aron ya decían que el recetario las ideas políticas estaba agotado. Lyotard predijo con 30 años de anticipación que el marxismo colapsaría como resultado de sus propias contradicciones internas.
Estas inconformidades aisladas finalmente tomaron forma con la llegada de posmodernismo, que estaba sustentada básicamente por Herbert Marcuse en Alemania, el mismo Jean François Lyotard en Francia y Francis Fukuyama en Estados Unidos. Ellos estaban de acuerdo en que los relatos cristianos, iluministas, marxistas y capitalistas habían fracasado estruendosamente en la búsqueda de la felicidad del ser humano. Entonces el mundo tendría que empezar de cero.
Sin embargo, en América Latina en los años 70 nuestros filósofos, guerrilleros y politólogos criollos seguían soñando con el “hombre nuevo” del Che Guevara y con los supuestos logros de la Revolución cubana. Ya han pasado 4 décadas y aún el posmodernismo no llega a Latinoamérica (por supuesto este ya murió con la caída del muro de Berlín). Con razón el politólogo antioqueño Gilberto Sanín Tobón asegura que en Colombia todavía vivimos en la época pre moderna.
¿Y en Estados Unidos? Bien gracias. Allí estamos peor: Trump al igual que Fidel o Chávez se inventaron un enemigo externo para acusarlo de todas sus desgracias. Y ese enemigo que va a destruir el imperio es nada menos que el pobre mexicano, que ordeña las vacas, recoge los tomates y hace limpieza de noche en las bodegas y oficinas.
Pero regresando a Colombia, observemos que nuestras “ideas” oscilan entre la extrema derecha moralista de Ordóñez y la izquierda del hombre nuevo de Petro. Pero peor aún, en el justo medio aparece Fajardo cacareando el Ni Ni. ¡Qué cuadro más desolador!
¿Será por eso que la política colombiana se reduce a que cada político esté asociado a un ingeniero civil para licitar obras fáusticas, pegadas con cemento y mermelada? Al gobernante de turno apenas se le ocurre hacer una reforma tributaria, en vez de efectuar un cambio en la estructura de financiamiento del Estado. Hasta ahora, este se ha reducido a abrir un hueco para tapar otro y a colocar nuevos papeles en el mercado de capitales para recoger los papeles vencidos.
Qué espectáculo más deprimente el de estas últimas semanas posteriores a las elecciones: presenciamos las aproximaciones entre las diferentes facciones de los partidos tratando de unirse y formar bloques. La única ideología de estas discusiones es sencillamente anticipar qué entes estatales, ministerios, embajadas y tajadas burocráticas van a entrar en la repartición, y cómo en los remates todos terminan gritando ¿quién da más?
Durante los últimos siglos el ideario político mundial se nutrió de los ideas de la revolución francesa: la libertè fue la bandera del capitalismo, la egalitè sustentó las bases para la formación del marxismo; pero ambas, generaron un tipo de desarrollo basado en la explotación incontrolada de recursos naturales, lo que al final también fracasó estruendosamente frente al cataclismo ambiental. Entonces solo nos queda la fraternitè como solución colectiva al calentamiento global, al fanatismo religioso musulmán y a la mala distribución de la riqueza (la mitad de la población es obesa mientras la otra mitad aguanta hambre).
No obstante, regresando a la inquietud inicial de esta nota, ¿quién podría ser el político que va a hacer caer lluvia sobre este desierto ideológico?
Mockus alcanzó a rociar un poco la sabana bogotana. Los concepto de Habermas (2) sobre la comunicación tomaron forma en su programa de educación ciudadana, pero la gran prensa bogotana acabó con él: a su falta de experiencia con los periodistas la llamaron estupidez; al proceso de saneamiento de las finanzas lo convirtieron en desgobierno; y por ser honesto lo clasificaron como pendejo. Menos mal que aún existe una minoría pensante que lo llevó al Congreso.
Invito a los ideólogos, politólogos, economistas, teóricos sociales y por supuesto a los candidatos a abrir un gran debate nacional en Las2Orillas sobre las ideas. ¿Alguien sabe para dónde vamos?
(1) Lyotard, Jean-François. (1984). The Postmodern Condition: A Report on Knowledge. Manchester: Manchester University Press.
[2]Habermas, Jürgen (1973). Erkenntnis und Interesse. Frankfurt am Main: Suhrkamp.