Inicio este artículo de opinión asumiendo responsabilidades. Dejo constancia de que las opiniones expresadas aquí son mi responsabilidad como autor y no necesariamente reflejan la posición oficial de las instituciones y/o organismos en los que trabajo o represento. Y es interesante iniciar con esta salvedad por nuestro contexto nacional: a los colombianos nos cuesta asumir responsabilidades.
A los investigadores nos cuesta escribir y mas cuando es algo fuera de nuestro tema de experticia, pero ya que me he decidido a hacerles parte de esta “pseudocatarsis” de aquellas verdades incómodas que se comentan rápidamente y a baja voz, iniciaré.
Típicamente la ciencia en nuestro país es un apéndice sin importancia. Para la institucionalidad nacional (sin entrar a clasificar ningún gobierno en específico porque a todos les ha importado lo mismo, es decir nada) las cifras de inversión en los últimos decenios se han movido entorno al 0,2 % y el 0,5 % del PIB. La meta del gobierno colombiano es llegar al 1 % en 2025, lo que, según expertos, representaría un paso importante para el desarrollo del país [1]. Y es acá donde llegamos a una palabra que es como un bálsamo para todos “expertos”. Ese síndrome del salvador se confunde fácilmente con el principio de mínima acción llevado a su máxima expresión (que lo haga otro, eso no es conmigo).
Y es que expertos internacionales llegaron al país para diagnosticar la emergencia en Hidroituango. Genial, ¿y? Fueron expertos nacionales e internacionales los que planificaron y llevaron a cabo la obra. Al día de hoy la emergencia medioambiental, social y económica sigue ahí. Y no se trata solo de poner el foco a proyectos de ingeniería como Hidroituango, las torres del Space, o el puente Chirajara en la vía al Llano no es solo eso, es algo mas estructural lo que se tambalea. Está mas relacionado con el rol que los científicos y la academia estamos asumiendo frente a la realidad del país.
Actualmente nuestra sociedad está inmersa en polémicos temas como el fracking, el glifosato, la gran minería, incluyendo la de metales preciosos, la deforestación para la ganadería, los medicamentos genéricos, las patentes con las farmacéuticas, y la lista sigue y sigue…
El problema está en que la academia y los investigadores no estamos participando o lo hacemos pasivamente de estos grandes debates (aún recordamos lo sucedido con el informe sobre los beneficios del glifosato). Quizás por temor a que suceda como en países hermanos como Brasil, donde el Prof. Dr. Ricardo Galvão (respetado y querido colega) fue destituido como director del INPE (Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais) por visibilizar la grave deforestación de la Amazonia brasileña [2].
En algún momento entre colegas hablamos precisamente de esto, de lo apasionante que es hacer investigación en Colombia, aunque tenemos todos los problemas. Lamentablemente muchos de estos espinosos temas los científicos no los queremos afrontar por cuestiones de financiamiento, seguridad, capacidades tecnológicas, o simplemente por la invisibilidad de estos desde las grandes ciudades.
Rápidamente estas cuestiones pueden ser objetadas con respuestas de cajón. Que el problema es de financiamiento e inversión. Que en Colombia hay 16 doctores graduados por cada millón de habitantes por lo que hay que invertir es en la región. Que lo que necesitamos es una nueva misión de expertos o “misión de sabios” como fue llamada. O simplemente que lo que necesitamos es más dinero para innovación y desarrollo, impulsado por la economía naranja, algo así como una ciencia naranja.
Me encantaría profundizar en cada uno de esos aspectos, pero siento que línea tras línea pierdo lectores (con la pretensión de que esto será leído, pero bueno, hay días en que me levanto optimista).
En ultimas estas líneas son solo una oportunidad para entonar el mea culpa, porque siento que muchos académicos y científicos no hemos estado a la altura de los actuales retos que impone este país. Y antes de que se desaten las valkirias hago la salvedad de que como en todo hay excepciones. Porque gigantes como el recientemente fallecido ecólogo Javier Alejandro Maldonado, profesor de la Pontificia Universidad Javeriana, son precisamente el ejemplo de ese científico que espera el país. Aquel que busca cómo su línea de investigación se puede llegar a ajustar a las necesidades reales del contexto nacional, que impacta a la región empoderándola con una transferencia activa del hacer a través de la educación y del ejemplo.
Es en esa Colombia profunda donde está todo por hacer. Romper los viejos paradigma de la investigación aplicada y las ciencias básicas es lo que necesita el país. Mientras tanto, el acceso limitado o inexistente a agua potable, electricidad, educación, salud o información es la realidad y cotidianidad para las mayorías.
Por supuesto que esto tiene serias implicaciones a nivel global. Un artículo del 2 de agosto de este año publicado en la revista Nature Sustainability evidencia los retos de visibilizar estos problemas. En 2017, al menos 185 defensores del medio ambiente fueron asesinados. De estos, los pueblos indígenas fueron el grupo más golpeado (aproximadamente el 40% de esas muertes en 2015 y 2016 y el 30% de las muertes en 2017). A nivel regional, la mayoría de estas muertes ocurrieron en América Central (36%), seguidas de América del Sur (32%) y Asia (31%); Filipinas y Colombia tuvieron el mayor número de muertes de pueblos indígenas en general (36 y 22 personas, respectivamente) durante 2015-2017 [3].
Debo confesar que estas líneas fueron impulsadas por la indignación de leer como Colciencias estaba impulsando el llamado “Premio Nacional de Talento Joven – María Juliana Ruiz” en honor a la primera dama de la nación; pero creo que al final comprendí que la indignación era en realidad una autocrítica a asumir responsabilidades por acción u omisión que desde la academia y como investigadores tenemos con el país.
Según la Registraduría hay 117.822 candidatos inscritos para las elecciones regionales este 27 de octubre. ¿Cuántas propuestas en ciencia y tecnología hay en estos candidatos? ¿Qué le espera al Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación con el manejo de las regalías con estos nuevos dirigentes locales?
Rápidamente Colciencias (en camino a convertirse en Ministerio de CTeI) ha borrado el tuit. Creo que será más difícil borrar la realidad del país.
[2]‘'Tropical Trump’ sparks unprecedented crisis for Brazilian science
[3] The supply chain of violence. Nature Sustainability, 2019, vol. 2, no 8, p. 742-747.