Como la mayoría de mis compatriotas, la forma de ver nuestra cruda y violenta realidad es a través de imágenes en un medio televisivo o en desgarradores relatos de medios escritos. La verdad es que ambos escenarios cuentan con ciertos toques de exageración o con la más impávida escasez de veracidad,además muchas veces van ligados a la necesidad mediática de poderes personales, políticos o militares.
Sin embargo, esa inmensa minoría que día a día tiene que convivir con la más cruenta guerra y abandono estatal es la más vulnerables y por eso, en su afán de exigir justicia, llegan a caer por el actuar violento de un bando u otro.
Yo, un citadino que tiene lo necesario para vivir, no puedo ser ajeno a ese dolor. Me remuerde la conciencia ser un desentendido espectador, quien teniendo la opción de hacer algo más, solo me quejo del precio de la gasolina, los huecos, el IVA, los corruptos o la noticia viral de turno. Ojalá pudiera imaginar las vicisitudes con la cuales deben vivir a diario muchos compatriotas que son la muestra más fehaciente de valor, humildad y verraquera para seguir adelante o el más profundo dolor por alejarse de su tierra para conservar su vida.
Lo más triste de esto, es que cada período electoral somos nosotros los que vivimos la violencia de manera muy distante, quienes tenemos la opción de cambiar sus vidas y seguimos dejándole miseria y abandono. Como ocurre actualmente con #BelenDeBajira quienes son noticia porque unos pelafustanillos con poder mediático y político lo requieren para apropiarse de sus riquezas naturales, dejando en evidencia su putrefacta avaricia sin inmutarse por las crecientes necesidades sociales de tan desconocido municipio.
Una gran cantidad de ejemplos salen a flote cada día, pero para verlos debemos ver más allá de una novela o un reality. Debemos auscultar los programas regionales, aquellos que fueron diezmados por canales privados que nos muestran lo que sus dueños y grandes terratenientes de la miseria nos dejan ver… en esencia lo que les conviene.
Nuestra más grande virtud es aplaudir la desgracia ajena, menospreciar nuestras raíces culturales, hablar con propiedad y arrogancia de violencia cuando esta nunca ha tocado nuestra puerta, reflejar la aberrante necesidad de lujos y excesos humillando a quienes no lo tienen y criticar los demás países como si nuestra sociedad fuera perfecta.