El pasado 06 de diciembre del presente año, Donald Trump, presidente de EUA, anunció lo que según él, sus antecesores en la casa blanca no se habían atrevido a manifestar, partiendo así con el anuncio de declarar y aceptar a Jerusalén como capital del Estado de Israel.
Desde hace algunas décadas la postura de los gobiernos norteamericanos frente a la situación de conflicto entre Israel y la población palestina había sido hipócrita, pues si bien no se manifestaba abiertamente a favor de algunas de las dos partes, censuraban cada decisión que se adoptaba frente a la posibilidad de existencia del Estado palestino. Para ejemplo de lo anterior, cabe resaltar que en 2012 la ONU reconoció a Palestina como un estado observador y entre muchos estados que se negaron a dicha posibilidad, los EE.UU. brillaron como nunca para poder evitarlo. Sin embargo, no fue suficiente y de manera implícita la ONU terminó aceptando la existencia de un Estado palestino.
No obstante, lo sucedido en días anteriores con la declaración de Jerusalén como capital israelí da una vuelta completa a la larga y pasiva tendencia de los estadounidenses de permanecer “neutrales” a tal confrontación y hoy más que nunca Trump le muestra al mundo que en definitiva los Estados Unidos de América son los principales aliados de la causa sionista en contra del pueblo palestino.
Es clave entender de dónde proviene y por qué se da este nuevo giro de las relaciones entre EE.UU. y el conflicto palestino-israelí, que de nuevo avivan la llama de la guerra en un lugar donde la disputa por el territorio ha trasgredido las fronteras de la crueldad, ambición e hipocresía, no solo para quienes allí habitan, sino también para el resto del mundo que se lucra con la guerra.
Partamos de la siguiente premisa: el conflicto entre palestinos e israelíes, no es más que una guerra “Santa”
Durante los casi 70 años de duración del conflicto entre palestinos y el Estado de Israel, ha permanecido en el argot popular y mundial la falsa creencia de que esta confrontación tiene un origen religioso, puesto que el lugar en disputa ha sido el espacio geográfico donde se desarrollaron diferentes eventos y confrontaciones religiosas, pues manifestaciones espirituales como el judaísmo y el cristianismo se han confrontado entre ellas y contra otras corrientes que allí se han manifestado. Sin embargo, aunque la religión es uno de los factores importantes para comprender la situación en dicho lugar, no es la causa determinante de la disputa en esta región del medio oriente.
Ahora bien, si no es la religión la causa fundamental de esta disputa, ¿qué lo es?
Existen dos causas fundamentales que nos permiten explicar el origen del conflicto entre palestinos e israelíes. Por un lado, no podemos entender este proceso histórico y bélico que lleva casi 70 años desarrollándose, sin comprender cómo ha funcionado el colonialismo en el mundo. Por otro, es importante comprender cómo algunas ideas occidentales permitieron fundar a finales del siglo XIX ideas ultranacionalistas en torno al judaísmo que el mundo ha conocido como sionismo.
Recordemos que en la edad media se desarrolló la expansión musulmana por Asia, África y parte de Europa y evidentemente esta región del mundo, llamada palestina por el Imperio Romano, no fue la excepción a ser testigo de dicha expansión musulmana. Bajo el poder del islam y del imperio Turco Otomano permaneció hasta finales de la primera guerra mundial (1914 – 1918) cuando el imperio británico logra apoderarse de las tierras palestinas arrebatadas al agonizante imperio turco otomano. Sin embargo, como es costumbre de todo imperio o nación colonizadora, los británicos jamás se interesaron en el bienestar de los palestinos que hasta ese momento eran la población mayoritaria, y en secreto acordaron dividir las tierras en palestina para la creación de un Estado judío, que después de los horrores cometidos por el genocidio perpetrado por Hitler en la segunda guerra mundial, comenzaron a presionar en el mundo la creación de un Estado de Israel.
Es aquí donde es clave entender la segunda causa fundamental de este conflicto, y es la aparición y fortalecimiento del sionismo dentro de las altas esferas y el lobby judío en el mundo, principalmente en Europa y EE.UU.
Si bien es importante aclarar que no todos los judíos son sionistas, así como no todos los musulmanes son extremistas, es también fundamental entender que la creación del Estado judío sí responde explícitamente a la aceptación de las ideas sionistas fundadas por Theodor Herzl a finales del siglo XlX. Una de las principales ideas del sionismo se basa en hacerle creer al mundo que en definitiva Palestina es el lugar del cual Dios le habló y prometió al pueblo judío. Sin embargo, hasta principios del siglo XX el mismo Herzl no tenía idea de cuál lugar debía ser la cuna del Estado israelí, pues en su libro El Estado Judío se debate entre Palestina o Argentina como lugares para la fundación del Estado de Israel; es decir, ni los mismos sionistas que impulsaron la creación de dicho Estado tenían idea alguna de cuál era ese lugar que se menciona como la tierra prometida en los distintos libros sagrados del judaísmo y el cristianismo.
De lo anteriormente escrito, también se desprende otro mito fundacional del Estado israelí, el cual reza que los judíos como pueblo han permanecido allí mucho más tiempo que los palestinos. No obstante, la arqueología y la ciencia no han podido llegar a un consenso sobre dicha premisa, pues los registros y hallazgos en la zona explican que las comunidades o pueblos hebreos, de donde desciende el pueblo judío, permanecieron asentados en dicho lugar casi al mismo tiempo que pueblos como los filisteos de donde proviene el pueblo palestino.
Pese a toda esta discusión y a las innumerables pruebas que derrumban todos aquellos argumentos que sostienen al Estado de Israel, hoy no hablamos de quién vivió allí más tiempo o quién merece dichos territorios, hoy la discusión gira en torno a la crueldad con la que el Estado judío confronta a los palestinos que se han negado a abandonar dichas tierras, pues los bombardeos a los barrios palestinos, donde a diario mueren niños, mujeres y ancianos sumado con el estricto control a que se ven sometidos quienes desean transitar por lo que alguna vez fue territorio palestino, sobrepasan la barrera de lo moralmente aceptado por los seres humanos. Si bien el pueblo judío durante su larga historia ha soportado la opresión de grandes civilizaciones e imperios, el mundo no puede permitir más muertes de civiles a manos de los tanques, aviones y misiles de última tecnología que a diario se usan en tierra palestina.
Por esto el anuncio de Jerusalén, la ciudad sagrada de tres religiones (judaísmo, cristianismo e islam), como capital del Estado israelí por parte del presidente estadounidense Donald Trump no solo es un acto que rebela la verdadera cara norteamericana frente a medio oriente, sino también es una provocación y condena de muerte para el pueblo palestino.