En estos días le tocó presentarse al mundo como el aprendiz de halcón militar y amenazó, primero, y atacó, después, al martirizado país de Siria.
Donald Trump es un experto en manipular la opinión pública y tiene una larga experiencia en este campo. Hoy acude al chovinismo norteamericano y a su músculo militar, apoyado por sus socios en Europa Theresa May (Gran Bretaña) y Emmanuel Macrón (Francia) para atacar a Siria por un supuesto ataque con armas químicas del régimen de al-Assad a su pueblo. Y ¿cuál es la razón detrás de todo este escándalo mediático del presidente de EE.UU.?
El presidente estadounidense está inmerso en varias crisis internas de incalculables consecuencias para su futuro político y hasta judicial. Cada día aparecen más escándalos sexuales y los intentos de acallarlos a punta de dinero. ¡Hasta le ha aparecido una hija de 30 años! En lo político no se las lleva bien con los dirigentes de su partido, el republicano; ya suma varias renuncias de líderes republicanos por sus contradicciones con la oficina oval. La última y más destacada, fue la renuncia del presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan a pocos meses de elecciones legislativas. Se ven nubarrones sobre el futuro de la mayoría republicana en el Capitolio, situación, que de llevarse a cabo, tendría a los demócratas con mayorías y con altas posibilidades que se apruebe un “impeachment” (revocatoria) contra Donald Trump.
Me imagino que los asesores le lanzaron esta frase: ¡presidente, hay que hacer algo! Como es tradición en política de dictadores, acuden al campo internacional en busca del resultado esperado. Hay que armar un problema internacional y el mejor escenario es Siria. Aparece el supuesto ataque químico y el presidente Trump “consternado” por tan bárbaro acto en contra de un pueblo masacrado, anuncia que no puede quedarse quieto y va a reprender al dictador sirio. Los rusos y sirios solicitan a la ONU que verifique si hubo o no ataque químico, propuesta rechazada por Washington. Empieza la manipulación y el show mediático para sensibilizar a los norteamericanos y al mundo en contra del régimen sirio. Cae la cortina de humo deseada para esconder, aunque sea por un momento, los problemas serios de Trump en temas de política interna. Logra que todos medios de comunicación de EE.UU. y el mundo se ocupen del “ataque químico” y la posible “tercera guerra mundial” y las atrocidades de al-Assad. En lo externo, no puede aceptar EE.UU. que perdieron el mano a mano con Rusia en Siria. Tienen que retirarse, pero no lo quieren hacer al estilo Vietnam, con el rabo entre las piernas. Muestran sus músculos y luego se retiran diciendo “nos vamos porque queremos. No porque nos echaron”
El show fue fríamente calculado. Sabían los asesores de la Casa Blanca que la jugada era peligrosa por el apoyo de Putin a al-Assad y por la presencia militar rusa en el área. Se inició el plan con un gran escándalo de Trump diciendo que iba a atacar masivamente. Después dijo que lo iba hacer pero que no había dicho cuándo. Y por último, que el ataque se llevaría a cabo de forma quirúrgica, a objetivos específicos y sin víctimas colaterales. Los que saben de fútbol le llamarían a esta jugada un pase telegrafiado del número 10 al delantero y que fácilmente el defensor puede neutralizar: Trump gritó y bien alto: ¡allá voy, listo ya atacó, esperen! Para que los rusos supieran e inteligentemente se retiraran del lugar para no entrar en conflicto con EE.UU. Según información rusa, el 70% de los misiles lanzados por EE.UU., Gran Bretaña y Francia fueron repelidos por las fuerzas antiaéreas sirias, cifra nada despreciable en términos militares. Resultados, destrucción de varias edificaciones que según parece eran centros de investigación y por opinión de expertos estadounidenses eran lugares de desarrollo de armas químicas. Esto me recuerda al general Colin Powell “demostrando” en el Consejo de Seguridad la existencia de armas de destrucción masiva en Iraq, que llevó a la invasión norteamericana a ese país.
Como lo decía el embajador de Bolivia en el Consejo de Seguridad, EE.UU. quiere jugar, y juega de hecho, de instructor, juez y parte y quiere imponer sus políticas al resto del mundo. No está nada alejado de la realidad el boliviano, si esto es en interés de la política actual de Donald Trump para desviar la atención de los verdaderos problemas que tiene el país en lo económico, político y social.