Últimamente cuando estoy reunida con algún grupo de amigos - o desconocidos- les hago una pregunta que hace un tiempo me ronda la cabeza: ¿donarían sus órganos al morir? Creo que pocos se detienen a pensar o se les pasa por la mente imaginarse cuentas personas hay en el mundo, o para no irnos tan lejos, en Colombia, a la espera de un órgano vital. Es de esos temas que uno sabe que existen pero son invisibles y triviales hasta que por infortunio lo padece alguien cercano o uno mismo, Dios no lo quiera.
El hecho de gozar de buena salud es un privilegio, pero hace que de repente se nos olvide que mientras unos se fuman cinco y hasta diez cajas de cigarrillos diarias, otros, esperan cinco y diez años un pulmón y mueren en el intento. ¡Ironías de la vida! De por medio hay temas de religión, creencias, negligencias médicas, intereses económicos y desconocimiento de cómo hacerlo. Solo en 2019, 2.778 personas estaban a la espera de un órgano o tejido vital para mejorar su calidad de vida, de los cuales fueron trasplantados 1.184: riñón, corazón, hígado, pulmón. Teniendo en cuenta que no en todos los casos el trasplante resulta exitoso porque cabe que el órgano al estar ya adentro, sea incompatible.
La respuesta a la pregunta que he planteado es sencilla: todos debemos y estamos en obligación de darle vida a quienes aún tienen la oportunidad y esperanza de alargar sus días. El hecho de saber que de mi cuerpo se pueden salvar hasta 55 vidas es razón de peso suficiente para querer hacerlo. Saber que el día que ya no estemos nuestro corazón seguirá latiendo dentro de otra persona es de alguna forma, estar presentes. Quizá sea solo una quimera ilustrada en mi mente, pero estoy convencida que es esta, una acción de generosidad en la podemos trascender y ser recordados. Otros, condicionarán su decisión a si la persona lo merece o no, pero eso es entrar en una discusión absurda.
En vida, siempre debe ser una motivación amar nuestro cuerpo: somos el reflejo físico y espiritual del bienestar y el trato que le damos. Los excesos son el abismo insondable y evitar ser presos de ellos debe ser prioridad en nuestra vida; no es garantía de una vida sin complicaciones, pero nos evitará padecerlas.
Nos hace falta pensar más en estos problemas, y en muchos otros que ignoramos, tal vez, sin querer. Replicar el mensaje de la empatía por estos tiempos está de moda y en ella está la motivación que hace falta para de apoco instaurar el cambio.