Doña Azucena, relájese, exorcice el legalismo religioso y de paso le hace fuerza al "tigre"

Doña Azucena, relájese, exorcice el legalismo religioso y de paso le hace fuerza al "tigre"

Respuesta a la señora Azucena Lizcano, en su nota: "Falcao, has decepcionado a tu Dios y a tu iglesia"

Por: Alexis Díaz
octubre 12, 2017
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Doña Azucena, relájese, exorcice el legalismo religioso y de paso le hace fuerza al
Foto: EFE

Doña Azucena, apenas acabo de iniciar este escrito y todavía no sé si voy a incurrir en su mismo error. Ese, el de descubrir con el rigor de su juicio religioso un supuesto pecado de Falcao y a punta de embates legalistas ponerlo en la picota pública. Caminaré por esa frontera abismal so pena de ser destrozado.

Falcao, quien según preceptos de la fe cristiana ha sido lavado por la sangre que Cristo Jesús vertió en la cruz del calvario y cuyo testimonio de vida le ha dado la vuelta al mundo, proclamando a Jesús como su salvador personal, es su hermano, señora Azucena. Al menos los vestigios de mujer cristiana que usted inocula en su severa reflexión así lo hacen prever.

No obstante, Radamel, como tan familiarmente usted lo llama, ya ha sido expuesto a sentencia, amén de sus tremendistas como fatalistas requerimientos. Un caso de verdadera antropofagia familiar. Dicho en otras palabras, usted consideró la causa de su hermano, a distancia de la gracia divina que se supone los hermana, para en cambio colocarle un Inri condenatorio delante de tan espesa y heterogénea nube de testigos. Al menos eso, me da pie para arriesgarme en este viaje.

Se lo voy a decir echando mano de la misma Biblia que usted blandió para estrujarlo contra la pared y endecharle la lapidaria cita del salmo 41. 9:

Vea también: Falcao: has decepcionado a tu Dios y a tu iglesia

“Mi íntimo amigo en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, contra mí ha levantado su calcañar”. (Uuuufffffff). Léalo en el libro que con bemoles mordaces usted le insinúa a Radamel leer más a menudo. Mire usted señora a lo que la exhorta Pablo en algunos versículos de la epístola primera a los Corintios, capítulo seis:

 1. Si alguno de ustedes tiene un pleito con otro, ¿cómo se atreve a presentar demanda ante los inconversos, en vez de acudir a los creyentes

4. Por tanto, si tienen pleitos sobre tales asuntos, ¿cómo es que nombran como jueces a los que no cuentan para nada ante la iglesia?

5. Digo esto para que les dé vergüenza. ¿Acaso no hay entre ustedes nadie lo bastante sabio como para juzgar un pleito entre creyentes?

6. Al contrario, un hermano demanda a otro, ¡y esto ante los incrédulos!

7. En realidad, ya es una grave falla el solo hecho de que haya pleitos entre ustedes. ¿No sería mejor soportar la injusticia? ¿No sería mejor dejar que los defrauden?

8. Lejos de eso, son ustedes los que defraudan y cometen injusticias, ¡y conste que se trata de sus hermanos!

¿Si la coge, doña Azucena? Usted por amor a los de la propia fe y por honra al Dios y la iglesia de los que acusa a Falcao haber decepcionado, debió resguardarse y blindarse en prudencia. Ir a instancias del Dios que oye en lo secreto e interceder por Falcao. Aunque sí me apura, creo que la intercesión sería más por usted misma.

Pero después del ojo afuera no hay Santa Lucía que valga, mi señora. Cayó usted en las arenas movedizas de la ligereza, insuflada en un veredicto inquisitorio.

Con su apocalíptica imprecación acusa a Radamel de deshonestidad —“Ahora qué le digo a mi hijo cuando me pregunte si amañar partidos es un acto de Dios”— se pregunta usted atónita. ¡Vaya tragedia!

Señora, Radamel no amañó ningún partido. Para que lo entienda tendría que discernir también el juego y los intereses que se fraguan a expensas del mismo y mucho me temo que usted sufre esa carencia. Brasil ya había liquidado a Chile, Venezuela hacia lo propio con Paraguay y solo quedaban tres minutos de un partido, de uno solo, tres minutos solamente, en el que los rivales podrían dirimir la suerte del juego, repito, a conveniencia de los intereses que, solo a ellos, les deparaba el final de la eliminatoria. ¡De por Dios, señora, la suerte ya estaba echada, así de simple!

Si usted condena a Radamel por eso tendría también que mandarlo al horno de fuego con azufre incorporado por abrir los codos cuando salta, mete pierna fuerte, hace una que otra zancadilla y se tira al piso para quitarle ritmo a un partido.

Lo otro, señora Lizcano. Usted, como los guías ciegos que cita Mateo 22: 24, coló el mosquito y se tragó el camello. Después de "lapidarlo" inmisericordemente con sus desafueros legalistas, matando a letra muerta lo que la gracia de Jesús reivindicó, espeta con un vigor beático, tan parecido a la vanagloria, la siguiente expresión:

"Vamos a orar por tu pecado porque has decepcionado a tu Dios y sobre todo a tu iglesia. Tu alma está en peligro". ¡Cáspita, qué atropello!

La que está en peligro es usted señora. Sí. Padece usted una confusión perniciosa en relación con los pilares de la fe cristiana. ¿Cómo así que después de condenarlo quiere orar por su pecado? Ahí la vi a lo Vargas Lleras repartiendo coscorrones y luego indulgencias. ¡Nanai cucas, mi respetada señora, esa salida tiene altos decibeles farisaicos, de los mismos que le rompían el tímpano a Jesús!

Y para rematar vuelve y lo acusa de " alta decepción " por haber votado sí al plebiscito propuesto por Santos. ¿Quiere saber que muchos otros hermanos de Falcao en la fe cristiana como su compañero de selección Daniel Torres optaron por decir no en las urnas y nunca salieron a condenarlo, pero otros tantos marcaron sí creyendo con honestidad, más allá de estar equivocados o no, que era la mejor opción para el país? Mi señora, todos lo hicieron pensando como ciudadanos de carne y hueso, defectuosos como usted y yo, sin detrimento de su confesión cristiana, no como seres perfeccionados en una glorificación que aún no les ha sido dada.

En serio, doña Azucena Lizcano, tenga cuidado con las dosis de religiosidad que se está automedicando, porque la religión es como la chicha: si no la sabe tomar se emborracha. Por eso Jesús con los padres de la ley: ¡a metros! Él prefería la autenticidad de las prostitutas o la de los ladrones cogidos en flagrancia.

La verdad no creo que su hijo le llegue a hacer tan temeraria pregunta, a no ser que usted misma se la prescriba.

En cualquier caso, cuéntele mejor que Radamel Falcao García ha sido un jugador de calidades profesionales excepcionales, que ha sido capaz de unir a un país polarizado por el odio; dígale que fue un guerrero que sin soltar su espada agarró la mano de Cristo para vencer la adversidad, la crítica destructiva, el escarnio, las lesiones y la ingratitud. Por favor, infórmele al chico que Radamel ha sido un hombre de fe inquebrantable, de voluntad férrea, constancia indomable y principios innegociables. Que lloró en silencio noches interminables la frustración causada por el dolor de sus ligamentos rotos. Dígale que sus triunfos y goles fueron la mejor disculpa para darle la gloria a Dios; cuéntele que su hermano Radamel nunca se ha dejado embriagar por la fama y que su fe cristiana nunca la puso a riesgo por un plato de lentejas. Con seguridad su hijo sonreirá y querrá imitarlo.

No se complique la vida doña Azucena, busque en san Google una buena receta de ensalada rusa, cómasela a placer y celebre la clasificación con un mesurado vodka y un chorrito de jugo de naranja. Le sugiero con el debido respeto ir mirando la posibilidad de un módico plan de viajes a Rusia. Vaya, relájese, exorcice el legalismo religioso y de paso le hace fuerza al "tigre".

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