Don Mariano y sus 25 años de historia detrás de las papas fritas

Don Mariano y sus 25 años de historia detrás de las papas fritas

'El papero', como es conocido en Medellín, mantiene en pie el negocio que surte con papa criolla, papa capira y platanitos

Por: Alfredo Cabrera
agosto 24, 2015
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Don Mariano y sus 25 años de historia detrás de las papas fritas
Foto: subida por autor

Solitario, alegre y constante es Don Marino Ramírez. Por sus venas corre la sangre chocoana de la tierra que lo vio nacer hace 74 años en el municipio Carmen de Atrato (Antioquia). A sus años el tiempo ya tiene manchado sus cabellos negros de un color cenizo, cada día van cambiando a un tono más blanco, es esa la marca imperdonable de la vejez, aunque el brillo de sus ojos y su jovial sonrisa parecieran resistirse al paso de los años, confabulado con su cuerpo que también intenta ocultarlos.

La mayor parte de su vida la ha pasado entre las montañas antioqueñas, en estas conoció el amor de su vida y contrajo matrimonio en el iglesia de la inmaculada concepción del municipio de Betulia, lugar donde nacieron y se criaron sus siete hijos. Allí permaneció con su esposa hasta el año de 1988, cuando sintieron que no podían soportar más la soledad de las habitaciones despobladas que dejaron sus hijos al partir de casa para formar su propio hogar. Un día empacó maletas y dejó lo único que tenía en el pueblo, su empleo.

Llegar a Medellín no fue fácil, estaba finalizando la década de los 80 y con ella el nacimiento de nuevos grupos armados que estaban distribuidos en los diferentes barrios de la ciudad. Él se ubicó en Campo Valdez, un barrio vecino a Manrique, donde la guerra entre pandillas aterrorizaba la zona en aquellos días. Don Mariano, que no sabía leer ni escribir, tuvo que buscar la forma de adaptarse a la urbe. Arrendó una casa pequeña para él y su esposa y se dedicó a buscar empleo. Durante el tiempo que estuvo en Betulia había trabajado haciendo oficios varios contratado por la Alcaldía municipal< era lo único que sabía hacer y, a su falta de experiencia, consiguió un trabajo como ayudante de obra voleando pico y pala cerca a la Feria de Ganado.

Cuatro meses duró Don Marino en su nuevo empleo, tal vez fueron sus 49 años los que lo motivaron a buscar un nuevo sustento, donde los ingresos económicos no requirieran un esfuerzo físico para su edad. Conoció el negocio de los fritos y, aprovechando la cercanía de los colegios, empezó a vender papas fritas a cincuenta pesos. Todos los días empujando su carrito llegaba a esperar la salida de los estudiantes. Luego vio en el parque El Calvario (Campo Valdes, Medellín), una posibilidad de aumentar sus ingresos y empezó a visitarlo en especial los fines de semana.

El negocio de las papas fritas era rentable, todo marchaba bien, hasta que un año después de haber llegado a la ciudad empezó a sentir los vacíos y la soledad que la fría muerte dejó en su hogar al arrebatarle a la mujer con la que compartía sus sueños y la ilusión de triunfar en un espacio desconocido, su esposa. La pérdida fue tan grande que decidió mantener su viudez y, después de 24 años, piensa seguir igual. “No me volví a casar porque para pagarle a otra mujer arriendo, servicios y comida no me daba” manifiesta con resignación. Ya se siente muy viejo para hacer un oficio diferente al de la venta de las papas y no es un negocio rentable para empezar un nuevo hogar.

Don Mariano vive en una pieza en la cual paga 150 mil pesos de arriendo, incluido servicios. La comida sí la paga por aparte y, como vive solo, él mismo la cocina. Con sus hijos solo ve cada año, lo mismo que con sus nietos que ya suman 14. Todos están regados por ahí con sus familias. El año pasado también enterró a una de sus hijas, no pudo luchar más contra el cáncer y murió a los 40 años en Cartagena. Hasta allá fue a traerla Don Mariano y para tenerla más cerca la enterró en el Cementerio San Pedro. El 30 de mayo realizará la misa de su primer aniversario en la iglesia El Calvario, la misma que ha sido testigo de los 25 años que lleva en el parque vendiendo sus papas.

A pesar de los acontecimientos que pasan por su vida, 'el papero', como es conocido en el parque, continúa vendiendo papas con la misma ilusión de hace 25 años; Con esto paga arriendo, servicios y comida. El negocio que se surte con papa criolla, platanitos y papa capira, aún sigue produciendo, a pesar que ya no volvió a los colegios. “Esos muchachos no compran nada, no quieren sino que uno les fie o que les regale”, manifiesta entre risas, aunque detrás de esas palabras está la operación de su rodilla derecha. El hueso desgatado lo hizo ir al quirófano hace tres meses y su movilidad se encuentra reducida hasta cumplir con las 30 terapias que le ha programado el Sisben y que ahora le impide desplazarse fácilmente en la ciudad y más aún empujar su carro por las empinadas calles del barrio.

Don Mariano ahora ve pasar la vida sin afanes, aún siente su espíritu joven, aunque se siente viejo e incapaz de ganarse la vida haciendo un oficio diferente al de las papas, el mismo con el que ha enfrentado la vida y la muerte desde su llegada a Campo Valdez. Hace poco pintó su carrito de verde, renovó su carné de manipulación de alimentos  y el de espacio público. No va a dejar que le quiten su sustento, y menos cuando hay tanta competencia esperando a que se vaya. Aún le quedan fuerzas para seguir vendiendo y ver cómo crecen los hijos de los niños a los que hace 25 años también les vendía sus papas.

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