En enero del año pasado relaté la grandiosa oportunidad que significaba haber sido invitado a la posesión del Taita en la comunidad Hatunllata Quillacingas, fue uno de los momentos más importantes de un viaje que emprendí para conocer diferentes culturas en Sur américa, y ésta, en Nariño, fue una de las más conmovedoras y hermosas.
Yo, un hombre criado en la formalidad de la ciudad, no dejaba de mostrarme asombrado por la belleza del lugar, de la gente, de sus tradiciones, de la chicha y de la papa que ofrecían en la posesión del Taita al Cabildo. También, de las poéticas palabras que se desprendían de los miembros de la comunidad al referirse a sus tierras y a sus modestas pero muy valoradas riquezas.
En su momento, (enero 2014) les dedique este pequeño texto que compartí con familiares y amigos:
“Bellísima experiencia en Pasto.
En la mañana fui invitado a la posesión del Taita al Cabildo indígena 2014 de la comunidad Hatunllata Quillacingas.
Todo empezó con un café con mogolla. Luego, con algo de frío, recorrimos parte de su territorio en una caravana reconociendo los cultivos de alverjas, maíz, cebolla, entre otros al son de una pequeña comparsa que lideraba la caminata. Al regresar a la sede, empezó la ceremonia con distintos tipos de varas de poder, mientras un médico de la comunidad hacía algunos movimientos con ramas a los diferentes Taitas y gobernadores y luego a los invitados.
Unas palabras de reconocimiento, felicitación agradecimiento y otras de denuncia a la agresión del Gobierno de Santos con sus territorios, sus cultivos y la falta de atención del alcalde de Pasto. Al finalizar me invitaron a enviarles un saludo, el cual no dejé esperando. Les expresé mi gratitud por estar presente en su comunidad en un evento tan importante. Les expresé mi dicha y mi respeto al Taita. Un día de muchos abrazos, saludos y palabras bonitas con esta bella comunidad ubicada a las afueras de la ciudad de Pasto. En 15 minutos tomé el último bus de este gran viaje. Un bus que me llevará directo a Bogotá”
Mi corazón está hoy muy triste al enterarme que el Taita fue ayer asesinado en la zona rural de Yacuaquer.
Siento un dolor muy grande resultado de muchos pequeños dolores y tristezas: La cobardía y brutalidad de un homicidio, la pérdida de un hombre varias veces reconocido y nombrado por su comunidad como representante; la cruenta guerra en uno de los sitios más bellos de Nariño y hasta el interminable golpe de los problemas y ambiciones del hombre de occidente a los indígenas.
Siento dolor e indignación. El Taita Ernesto explicaba algunas de sus peticiones al Gobierno de Santos, peticiones que tenían que ver con la legitimidad de sus tierras y libertad de cultivos; tema que muy fuertemente resonaba del pasado Paro Nacional Agrario que hizo tambalear al país.
Esta es una muerte que entona una radiografía casi completa de las problemáticas de Colombia: la persecución, el maltrato y desprecio a los indígenas, el robo de tierras y hasta la destrucción de la minería, sin contar con la colonización cultural que tan fuertemente se impone y que con resistencia estos pueblos tratan de esquivar.
Lamento esta muerte y no me queda más que dedicar algunas líneas y esta nota con mucho respeto al Taita Ernesto Pejendino, yo un ciudadano, analfabeta en la complejidad de su cultura, pero respetuoso de lo poco que experimenté y viví en su comunidad; un hombre que poco entiende, pero que tiene claro que no hay justificación para una acción así. ¡Ninguna!
No enhebraré entretejidos políticos que francamente están fuera de mi alcance de información sobre el hecho puntual de su asesinato, pero quiero con todo mi corazón rechazar ésta muerte que hoy me llena de tanto y persistente dolor.
